sábado, 28 de julio de 2012

464. TIEMPO PARA LOS OJOS, EL NUEVO LIBRO DEL POETA EMILIO RODRÍGUEZ

                                                                
 



UN EXTRAORDINARIO LIBRO DEL GRAN

POETA EMILIO RODRÍGUEZ
    






Editado por TYVE Technologies, S.L,  mi buen amigo, el Poeta Emilio Rodríguez, ha publicado un nuevo y  extraordinario  libro: Tiempo para los ojos.
Aunque la  versión digital de la obra  está disponible en un  blog cuya dirección electrónica  es,  

http://36poemastiempoparalosojos.blogspot.com.es/ 

no me resisto a reproducir, además del   prólogo, muy hermoso, de Mª Sagrario Rollán, Anuncio  y  Anunciación, el primero y el último de los 36  poemas incluidos en esta  preciosa obra.



TIEMPO PARA LOS OJOS
O la luz y el tiempo en pugna

Cuando Emilio puso este breve poemario ante mis ojos sentí que se me desnudaban el alma y los pinceles y los gestos de colores que amino­ran el miedo y lo acompasan a la rutina invul­nerable de los días...

Súbitamente un yo más secreto, ese que espía mis sueños y luego los arrincona indescifrados, se despertó voraz en una especie de autopsia emocional, cirujano, taumaturgo, encantador de ausencias, mientras se estremecían los ca­lendarios de todas las nostalgias, y me crujían los versos por la sangre, precipitándose como en los deshielos de las tierras altas.

Luego me puse a releerlo más despacio y fui descubriendo en este tiempo para los ojos un viaje por la luz y por el tiempo mismo, el tiempo que en la luz parece consagrar - falazmente - ­su permanencia, en tanto que nos perfila las heridas y las ojeras.

Es este un tiempo para mirar y para mirarse "en la tristeza antigua" a la que Emilio nos tiene tan acostumbrados, se anuncia con "dolor en las palabras y en los gestos", para dejarnos al final de nuevo anunciados y grávidos, cada cual ensimismado, en el "silencio que crepita y se despeña".
El tiempo para los ojos se crece sobre abismos de luz siempre incumplidos, pero nunca deser­tados, un tiempo azul y vertical que se levanta y se trasciende pertinaz en cada verso y como tal se declara, "parto de la luz para este viaje por encima del tiempo".

La excursión por la luz, la incursión por el tiem­po estilizan las palabras y tensan los horizontes del paisaje, como en otros poemarios de Parquelagos. Es la luz que el pintor (Velázquez) ha fijado aquí, donde el poeta venido del Norte re­cala, la luz de este paisaje, este, ahora, no el de entonces, paisaje eternizado en el cuadro y recurrente en su contemplación...

Como en otro tiempo la absorta luz de las ciuda­des de Fra Angélico, hoy los horizontes líquidos,  versos de pincel más que de pluma, se incendian sobre el ocaso de Madrid, y el poeta deste­rrado  se lamenta "con cuanta lentitud navega el tiempo  por un cielo de rocas a poniente".

Porque el tiempo para los ojos es también un tiempo de agonía, la luz y el tiempo en pugna, "juntos en la batalla y en la fuga", el poeta y el pintor acosados "por un viento de puñales", "un viento más intenso que las dudas", para ren­dirse y aplacarse al fin, en esa hierofanía que alumbra el centro del poemario:

"El tiempo es una zarza
y su perímetro
la adapta a nuestra talla"

Paisaje interior en el que cada cual se mira y se mide según la hondura de sus ansias: allí el poeta, casi transfigurado, ha comprendido que la carne es un estado de incandescencia y se descalza y se entrega -como otro Moisés - a la contemplación más ardiente.

Sagrario Rollán, Junio 2012



ANUNCIO

Dolor en las palabras,
en los gestos
de un tiempo
que se agota.
Carteles de ceniza
nos reflejan
el lado más oscuro
de un otoño iniciando
sus señales.



ANUNCIACIÓN

Silencio que crepita
se despeña.
Que nutre el robledal,
la veta de agua
por donde se hacen firmes
los desaires.
Silencio para el labio,
para el viento
que inventará la piel
cuando no estemos.


                                                                            

martes, 24 de julio de 2012

463. POR UN NUEVO E ILUSIONANTE PROYECTO COMUN: EL GOBIERNO DEL REY CON JOSÉ MARÍA AZNAR Y FELIPE GONZÁLEZ




Las cosas están mal, muy mal en España: La situación económica es muy difícil, los gastos de las administraciones insostenibles, la deuda pública y privada ahogan a todos, el desempleo corroe nuestras entrañas, crece la emigración, el Estado de las Autonomías hace agua, la tensión  social  se agudiza, dentro de España se  piensa que los recortes son salvajes y desde fuera parece que hacemos poco,  y la desesperanza crece en todos los sectores sociales.

No obstante, en España,  seguimos teniendo grandes empresas, nuestros arquitectos, ingenieros, novelistas, catedráticos, investigadores, cirujanos, médicos y deportistas mantienen la cosecha de grandes éxitos, nuestros sindicatos, desde hace años, se han caracterizado por ser  constructivos y sensatos  y hasta algunos de nuestros políticos siguen estando entre los más prestigiosos y escuchados  hombres de estado del mundo.

Sí, a  pesar de todo,  seguimos siendo un gran país y  seguimos siendo la gran nación que en el último tercio del siglo XX  realizó el mayor milagro económico y la transición política  más  ejemplares del mundo, pero parece que todo lo que hemos sido se ha  diluido en apenas cuatro años.

Y me resisto a admitir que España y  los españoles estemos muertos, que la nación se diluya en el desánimo, sus habitantes en la desesperación de la  ruina y de la impotencia.

Estoy absolutamente convencido de que es posible salir de la actual situación. Creo que los españoles podemos asumir cuantos esfuerzos sean necesarios para recobrar la confianza, para volver a la ilusión, para   retomar el camino del bienestar y del progreso,  para poder decir,  como dicen los chicos,  “Soy español, ¿A qué quieres que te gane?”  y  no ya en los deportes sino en la vida.

Pero para poder salir, como  tantas veces ha dicho el Rey, la persona que en España mejor sabe lo que es vencer  la adversidad, es imprescindible la unión de todos, unirnos como una piña y luchar juntos contra nuestros propios demonios, contra nuestras envidias, nuestras avaricias, nuestra  ira  y nuestra enorme  soberbia y, con un proyecto común e ilusionante,  ¿Qué mayor ideal para un padre que asegurar el futuro de sus hijos, seguir adelante.

Y, por esa unión de todos, yo, por enésima vez  me uno a quienes piden que, a la sombra del Rey,  los dos grandes políticos españoles vivos, José María Aznar  y Felipe González, no me importa quién de los dos  sea el primero,  apoyados por el Partido Popular y el Partido Socialista, con la suma también de CIU y los demás partidos pongan en marcha el Gran Pacto para la Recuperación de España  al que nos podamos unir todos los españoles.

¿Es posible un Gobierno del Rey con Felipe González José María Aznar? 
Pienso que sí lo es y, además, sería  mucho mejor que el del Sr. Tecnócrata puesto por Bruselas y  Berlín con el apoyo,  en el Parlamento español, de quienes sucedan a  los Sres. Rajoy  y  Rubalcaba.  

viernes, 20 de julio de 2012

462. LA DEUDA ALEMANA Y EUROPA: UNA LARGA Y CURIOSA HISTORIA



Un buen amigo me remite un texto que incluyendo, el  enlace a la fuente original, http://www.fundspeople.com/noticias/49865 , no me resisto a reproducir.

Su autor es Xavier Lépine, presidente del Consejo Ejecutivo de La Française AM, que repasa en su artículo, para quienes no lo saben o no lo recuerdan,  el importante historial de impagos de su deuda por parte de Alemania, y dice así:

Al oír a las élites de hoy cómo repiten a todos aquellos que quieran escucharles que la construcción de Europa se ha hecho «al revés» o que el Tratado de Lisboa de 1997 que ratificaba la creación del euro no debió haberse firmado sin la adopción de un mayor gobierno político – los Estados Unidos de Europa para algunos o una forma de federalismo para otros –, uno podría cuestionarse la competencia de nuestras élites de ayer. En todo caso, los criterios económicos y financieros del Tratado de Maastricht de 1992 tenían que superar el marco de intenciones más o menos sancionables para constituir unas salvaguardas coercitivas.

Pero reducir los debates políticos y económicos a este único pecado original de hace 15 años sería tener una memoria muy corta y selectiva. Se negaría la propia historia de la construcción europea si la redujéramos a una simple problemática de esfuerzos presupuestarios y de productividad en los últimos 10 años, con los alemanes virtuosos por un lado y las cigarras de los países del Sur por otro. Incluso si éste ha sido efectivamente el caso, y el euro ha facilitado las derivas de unos y los círculos virtuosos de otros, me parece importante recordar hoy la historia de Europa; los sufrimientos y los esfuerzos realizados por unos y otros, e inscribir así las dificultades actuales en un contexto de continuidad en la Historia que debería orientar a los políticos europeos, empezando por nuestros socios alemanes.

Sin remontarse a todas las guerras que han hecho estragos en Europa a lo largo de los siglos, las posteriores al inicio de la segunda era industrial ilustran bien los retos económicos y financieros… y tangencialmente, la gestión de la deuda pública externa. Así, la guerra de 1870 surgió de la voluntad de Bismarck (Reino de Prusia) de dominar toda Alemania, que entonces era un mosaico de Estados independientes… empezando por proponer la candidatura del Príncipe alemán Leopoldo al trono de España, vacante desde la revolución de 1868, y provocar así a París.

Francia perdió la guerra, volvió a sus fronteras de 1681, es decir perdió Alsacia y Lorena, que representaban en torno a un 4% de la población francesa y algo más en términos del PIB, y pagó una indemnización de guerra de 5.000 millones de francos de oro, equivalente al 20% del PIB francés (que entonces era igual al alemán). Los alemanes ocuparon una parte de Francia hasta que dicha deuda fue totalmente pagada en 1873…La Alemania de Bismark dominó así la Europa continental durante unos 30 años, alimentando el nacionalismo francés y el espíritu de revancha, que se fue amplificando hasta 1914.

1914 – 1918,  donde la Historia contemporánea empieza a escribirse,
Francia, dominada en Europa por Alemania, desarrolló su imperio colonial para acceder a las materias primeras que su vecino del este, más industrial, estaba obligada a adquirir a un precio elevado. Los nacionalismos fueron en aumento. Alemania trató de apropiarse de materias primas conquistando los Balcanes, Francia seguía humillada por el Tratado de 1870… el juego de las alianzas, consecuencia de las guerras del siglo XIX, provocó el resto. El pago de las reparaciones (la «gran» guerra había tenido lugar únicamente en territorio francés, y el aparato productivo alemán seguía intacto), que, como es de todos sabido, sería una de las causas del aumento del nacionalismo alemán y de la II Guerra Mundial, se fijó en 1921 en 132.000 millones de marcos, es decir, 2,8 veces el PIB alemán de 1913 (47.000 millones de marcos) y cinco veces el francés, un importe totalmente irrealista.

Y, como para Grecia en 2012, la deuda alemana rápidamente se recortó en un 60% y su pago anual se redujo a 2.000 millones de marcos, equivalente a algo más del 4% del PIB… un monto que solo se pagó un año, pues a partir de 1923 se declaró una moratoria. La ingeniería financiera puesta en marcha entonces para salvar a Alemania no deja de recordar el plan griego (al que, sin embargo, Alemania se ha opuesto ferozmente durante los últimos dos años).

Charles Dawes (en el que Nicholas Brady debió inspirarse en la década de los 90 para la restructuración de las deudas soberanas de América Latina, Europa del Este, África, etc…) propuso reducir las anualidades y asegurar los pagos anuales mediante una serie de «préstamos Dawes» emitidos por Alemania a 25 años con un tipo de interés del 7%. Alemania pagó así una pequeña parte de sus obligaciones emitiendo nueva deuda (pasándose de 132.000 millones a 50.000, de los que 2.000, y luego 800 millones de marcos anuales se pagaron efectivamente…). Este importe pronto volvió a resultar demasiado costoso para Alemania cuando la crisis de 1929 se propagó a Europa.

Una nueva reestructuración, bajo los auspicios de Owen Young (CEO de General Electric) fue necesaria, y la cantidad se redujo de nuevo en un tercio, escalonándose el pago a lo largo de 59 años; a la vez que estas nuevas obligaciones, se emitió el préstamo Young, por un total de 1.200 millones de marcos al 5,5% con un vencimiento a 35 años, para reflotar las arcas del Banco Central Alemán…

Finalmente, el primer equivalente del «banco central europeo», dirigido por el francés Pierre Quesnay, el precursor de Jean-Claude Trichet, fue creado para seguir estas problemáticas: el Banco de Pagos Internacionales. Esta nueva restructuración de las reparaciones volvió a resultar fallida y Francia renunció en 1932 a todo pago en concepto de indemnizaciones. Había recibido un 17% de la suma prevista, equivalente a aproximadamente un año del PIB francés (siete meses del PIB alemán) escalonado en 10 años… ¡lo que permitió a Francia tener un superávit presupuestario de 1926 a 1929!

Sin embargo, la historia de la deuda alemana y, por ende, de la ayuda –también involuntaria – de sus acreedores no termina ahí. Los préstamos Dawes y Young seguían vigentes y a partir de 1934, con la llegada al poder de Hitler, sumada a las verdaderas dificultades económicas, cesaron los pagos de las obligaciones. Diecinueve años más tarde, en 1953, se firmó un nuevo tratado con los alemanes y se canjearon los préstamos Dawes y Young por otros nuevos con una quita del 40% (no comment…), que se reembolsaron en 1969 y 1980, respectivamente… 50 años después de su emisión y con un tipo de interés reducido (en torno al 5% frente a una inflación del 10%) sobre un principal amputado en un 40%.

Nueva ironía de la historia alemana y su deuda

Aunque los acuerdos de 1953 preveían, el pago de los importes debidos hasta 1945, la RFA rechazó abonar los intereses impagados sobre estas obligaciones debidas por Alemania en el periodo 1945-1952. El argumento era que la RFA no iba a pagar sola unas cantidades que también correspondían en parte a la RDA. Por consiguiente, una cláusula preveía que solo se pagarían en caso de reunificación alemana… Así, en 1990 Alemania reanudó los pagos, emitiéndose unos nuevos certificados representativos de los intereses impagados a un tipo del 3% (cabe recordar que los tipos eran de más del 10% en la época), cuyo importe principal se reembolsó el 3 de octubre de 2010, casi 100 años después de la guerra… y en un momento en que los malos deudores ya no eran la Alemania virtuosa (que pagaba 90 años más tarde un parte exigua de su deuda), sino algunos de sus antiguos acreedores, que mientras tanto se habían endeudado fuertemente.

Para complicar un poco más este cuadro histórico, las relaciones greco-germanas tampoco han sido de las más fáciles. La conferencia internacional de 1946 condenó a Alemania a una indemnización de 7.000 millones de dólares en concepto de los perjuicios causados a Grecia por la ocupación alemana de 1941 a 1944. Alemania nunca pagó este importe por tres motivos oficiales: la creación de la RFA en 1949, y por consiguiente, la discontinuación del Estado; la reunificación alemana de 1990, que fue reconocida por Grecia y equivalió a un «tratado de paz»; y por el hecho de que Atenas recibió después de la guerra unos pagos en especie en forma de «máquinas y materiales retenidos a la Alemania nazi (¿panzers?)

¡Grecia debería proponer pagar a los alemanes en forma de estancias en las islas y en aceite de oliva! A ello se añade otra razón: la guerra civil griega y la lucha contra el comunismo tras la II Guerra Mundial, que eran unas preocupaciones mucho más apremiantes que reclamar indemnizaciones a un país que había destacado por no respetar este tipo de compromisos en la guerra anterior. Solo incrementándolos por la tasa de inflación, 7.000 millones de dólares de 1946 equivaldrían a 80.000 millones de dólares en nuestros días…

Mi intención no es retomar el eslogan de los años 20 de «Alemania pagará», ni de sugerir a los griegos que declaren la independencia del Peloponeso o a los españoles la de Cataluña, sino de recordar que la creación de Europa se ha realizado sobre las cenizas de las destrucciones masivas y los genocidios de las guerras europeas. El «nunca jamás» de la I Guerra Mundial no pudo materializarse debido al aumento de los nacionalismos, surgidos a su vez de las crisis económicas y de la voluntad equivocada de las naciones de hacer pagar a unos pueblos unas sumas imposibles, fueran estas legítimas o no. Los países que firmaron el Tratado de Lisboa que creaba el euro no tenían ninguna pistola en la sien, y nada les obligaba a hacerlo, salvo el deber de memoria y la voluntad de una paz duradera en una Europa unida.

Parece evidente, a posteriori por supuesto, que los diferenciales de competitividad entre los países no permitían la creación de una moneda única sin unos procesos de ajuste, sea presupuestarios, de transferencias o sociales. Y si en un primer momento fueron los países más débiles los que más se beneficiaron del euro a través de la deuda, son igualmente estos países los que ahora pagan los costes de una construcción europea exigida por los conflictos que no han cesado de oponer a las dos grandes naciones europeas. Es cierto que los alemanes han tenido un gran rigor en este proceso, pero actualmente son otros países, tal vez indebidamente más ricos, que sufren el peor de los males: el desempleo.

Sería moral, económica y financieramente injusto y perjudicial que los dos grandes artífices de Europa no reparen los errores de concepción de un sistema que engendraron debido a las propias guerras que los enfrentaron. Cuando François Mitterrand y Helmut Kolh se recogieron en 1984 en el cementerio de Douaumont sobre las víctimas de estas guerras pensando en la Europa que debían construir, no era en absoluto para crear un sistema que llevaría, con la primera conmoción recesionista mundial, a unas tasas de paro del 25% en los países más frágiles de esta Europa, que todos deseamos unida y sólida en razón de su propia unión.

Es una lástima que sus sucesores parezcan sufrir de una amnesia selectiva, y tal vez se tenga que achacar más a la competencia de nuestras élites de hoy que a la de las de ayer. Cien millones de personas, equivalente a un tercio de los europeos actuales, fue el número de muertos en las dos guerras mundiales; el coste de construir Europa habrá salido por unos 10.000 euros por vida perdida, o unos 3.300 euros por europeo, lo que finalmente no es un precio muy alto para vivir en paz en una prosperidad común recobrada, que situaría a Europa en el mismo nivel que los Estados Unidos y China.

Esta Europa de la «cuenta conjunta» sufre unas disfunciones graves de gran complejidad, pero el Tratado de Lisboa, que no preveía la salida del euro, se aproxima conceptualmente al matrimonio en régimen de comunidad universal, donde los patrimonios se unen sin distinción de origen, a diferencia de la comunidad reducida a la sociedad de gananciales o la separación de bienes.

Puesto que la salida de un país del euro no estaba prevista jurídicamente, el país saliente estaría condenado a indemnizar fuertemente a sus socios por incumplir un tratado internacional… y la historia volvería a empezar, comenzando por Grecia, que viviría una situación comparable a la de Alemania tras la I Guerra Mundial de hiperinflación, recesión, pobreza y desempleo prolongado. Los más débiles se han vuelto adictos a los déficit y a la deuda que los más fuertes han facilitado, en una situación de guerra moderna que es económica, mundial y no declarada. Ahora es el momento de demostrar que Europa fue creada precisamente para responder a esta situación.

lunes, 16 de julio de 2012

461. AUNQUE ALGUNA HABLE MUY MAL Y TODOS APLAUDAN MUCHO, CUANDO DICEN QUE HACEN TODO LO POSIBLE, ESTÁN EN UN ERROR O MIENTEN COMO BELLACOS




Todavía no me he repuesto del desagradable golpazo que recibí al escuchar  a una ¿Señora? Diputada del Partido Popular, gritando con satisfacción dos palabras: ¡Que se j!

Y aún siento el dolor que me produjeron los aplausos de aparente alegría de los  Diputados del mismo Partido Popular al término de la presentación de los nuevos recortes del Gobierno a los ya escasos dineros de los españoles.

Y digo esto desde la posición de quién  está convencido de que hay que reducir mucho, los  gastos del Estado y de todas las Administraciones Públicas.

No me quejo pues porque se haya subido el IVA, tampoco me quejo porque el tabaco tenga cada día más impuestos y pienso que no sería insensato subir más aún  los medicamentos  a los pensionistas,  que haya que pagar dos, tres o cinco euros por cada visita el médico de la seguridad social o que para mantener una beca en la Universidad sea imprescindible aprobar con nota todas las asignaturas

De lo que me quejo es de que esa ¿Señora? Diputada, el Sr. Rajoy, el Sr. Montoro, los Diputados del Partido Popular, los Presidentes de las Comunidades Autónomas y los Sres. Alcaldes y Concejales  del mismo partido crean, como dicen, que “no podemos hacer más”, porque si es verdad que piensan eso,  son unos ineptos y si lo dicen y no lo piensan son unos bellacos.

Los responsables del Partido Popular parece que piensan que “no podemos hacer más” porque como hagan más de lo que están haciendo los van a echar a palos de sus casas sus vecinos de escalera. Y tienen razón, no pueden pedir más sacrificios mientras no toca a sus “amigos”, “colegas” o “ayudantes”, mientras  sigan manteniendo cientos de miles de “asistentes”, “asesores”, “puestos de confianza”, y personal “laboral”, que puede ser despedidos  de la noche a la mañana con solo pagarles las  indemnizaciones justas, que son, en promedio mucho menos caras que pagar los sueldo.

Estoy seguro de que si se despidieran ya (no diciendo que van a despedir y7 no hacerlo) a todos los “asistentes”  de los Diputados y a todos “los puestos de confianza” que pululan en los Ayuntamientos del Partido Popular, el Sr. Rajoy y el Sr. Montoro, sí podrían  apretarnos más a los españoles.

Bien es verdad que lo que pienso y escribo debe ser una barbaridad,   los ¿Señores?  Políticos harán lo que les venga en gana y  los españoles tendremos que esperar a que  la UE nos envíe  la troica para que, dando unos palos espantosos,  haga lo que Zapatero y Rajoy no han sido capaces de hacer.


Nota: 
Rogaría al Excelentísimo Sr. Presidente del Congreso de los Diputados que dé orden a sus ujieres para que laven, con agua, jabón y estropajo, la boca negrísima de la ¿Señora? Diputada del Partido Popular que dice a gritos eso de ¡Qué se j.!