miércoles, 20 de febrero de 2013

485. ANTE LA RENUNCIA DE BENEDICTO XVI



 No tengo muy claro si la capacidad y la habilidad  que  han demostrado a lo largo de los siglos  los Sumos Pontífices de la Iglesia Católica  para tomar  grandes y sorprendentes decisiones, es  fruto del saber acumulado de una organización vieja  muy eficiente,  de la calidad y buen hacer de unos  líderes  bien elegidos, de la asistencia del Espíritu Santo o de una mezcla de todo lo anterior.

Por ello, ante la renuncia del Papa Benedicto XVI, aunque no me atrevo a hacer  valoración alguna, como uno más de los millones de miembros de la  Iglesia, entiendo que es bueno reflexionar y poner en común los pensamientos que una  y otra vez llenan nuestras   mentes  en estas horas que entiendo son de vigilia.

Así, la decisión de Papa Benedicto XVI, desde mi perspectiva, es lógica, coherente con la personalidad del Papa y con su trayectoria como teólogo y pastor de la Iglesia. Además, pienso  que  la decisión para el Papa tiene que haber sido muy difícil porque choca frontalmente con la idea del liderazgo vitalicio, valiosísima durante siglos, el ejemplo de sus antecesores y, especialmente, con las expectativas, grabadas a fuego,  de los miembros, clérigos y laicos,  de la Iglesia.

La razón de la renuncia del Papa, él lo ha dicho, es que por su edad, ya no tiene fuerzas para seguir desempeñando su cometido. Evidentemente ello significa que el Papa piensa que el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica tiene la ineludible obligación de hacer o decir cosas que, en su pensamiento,  son objetivamente necesarias y que quien sea el Papa no puede  obviar hacerlas. Y Benedicto XVI, decide que si él no puede, está obligado, sí,  obligado a renunciar y dejar paso a otro Papa que las haga.  

Creo que el Papa Benedicto XVI, al tomar la decisión de renunciar  a la Silla de Pedro, ha mostrado a todos los miembros de la Iglesia el sentido real del concepto, no siempre bien interpretado, de santidad. Solo una persona de extremada clarividencia e inmensa generosidad, un santo,  puede renunciar a la condición de Papa cuando es él mismo y solo él mismo quien determina  qué se debe hacer o no hacer, decir o no decir y cómo  y cuando hacerlo o decirlo. El Papa  no responde ante nadie, nadie puede pedirle cuentas, más aún, de buena o mala gana, en la Iglesia todo el mundo va a pensar o a hacer como si pensara, que el Papa lo que dice o lo que hace está bien,  todo bien. El Papa  solo responde ante Dios y Dios es, en el caso del Papa, como en el de cualquier hombre, la voz de  la conciencia que, en su caso, es la de un santo.

Pero, ¿Qué cosas ha de hacer el Papa?.  La verdad es que no lo se. Probablemente, al igual que cualquier católico y acaso como cualquier persona de buen corazón, podría resumirlas en una frase como “llevar la palabra de Jesucristo a todos los hombres” o similar; sin embargo, detrás de  esta frase cabe todo o, unas cosas caben y otras no caben, según los criterios de unos u otros miembros de la Iglesia.

Por ello, no se si la Iglesia ha de reinterpretar los mandamientos, actualizar sus normas, cambiar la moral, reinventar la organización, definir nuevamente el concepto de pobreza  avanzar en la creación de más riqueza para que en el mundo no haya pobres, hacer todo lo anterior, alguna de esas cosas o ninguna.

Y, pensando en el “para qué” “por su avanzada edad, no tiene fuerzas”  el Papa, me asalta  una inmensa duda: ¿No será que Benedicto XVI  ha llegado a la conclusión de que hay que empezar por el principio? ¿No será  que el Papa quiere hacer, en y con la Iglesia,  que el Amor reine en el mundo? Y que él no tiene fuerzas para enfrentarse a una guerra de la de Dios es Cristo.

Después de haber escrito cuanto antecede, no puedo olvidar una observación final: Aunque estoy absolutamente convencido de que Dios  es el Todo y, aunque  nos empeñemos en que haga cosas, no puede hacer nada porque ya lo hizo Todo, el Papa que suceda a Benedicto XVI,  el Santo Padre  que ahora renuncia, tiene ante sí un espeluznante desafío que nadie en su sano juicio, salvo que sea un santo, podría aceptar.


sábado, 16 de febrero de 2013

484. LUIS SAGI-VELA HA MUERTO


Hoy, 16 de febrero de 2013, en Torrelodones,  Luís Sagi –Vela, ha muerto

Decir que Luis ha sido uno de los mejores cantantes españoles del siglo XX, que debutó en 1932 con La rosa del azafrán y que  subió por última vez a un escenario en el Teatro de la Zarzuela en 1966, que tuvo su propia compañía lírica, que interpretó  todas las grandes zarzuelas, que fue aplaudido en los mejores escenarios de España y América, que fue hombre de  gran cultura, que escribió libros, que grabó innumerables discos, que hizo cine, que dirigió  importantes sellos discográficos, que fue  gran estudioso, un egregio musicólogo  y un excelente profesor de canto;  es decir lo que ya sabe cualquier aficionado a la música en España y en América o  repetir lo que  todo el mundo puede ver en las muchas páginas de le están dedicadas  en papel  o colgadas en  Internet.

Sin embargo, además de todo lo anterior y por encima de ello, lo que más destaca de la personalidad de este hombre excepcional, uno de los grandes españoles del siglo XX, ha sido  su capacidad para  estar siempre cercano a las personas, el afecto, la honradez y  la cercanía con que ha sabido tratar a todos cuantos le hemos  conocido.

Y hoy, cuando termina el día en que ha muerto Luis Sagi –Vela, desde el dolor más profundo,  se que su recuerdo permanecerá en mi memoria como uno de los más grandes hombres que  he conocido y querido lo largo de mi vida.

Sean estas mis palabras la expresión de mi pesar al decir, desde el corazón,   a  su mujer  Mari Paz y a sus deudos, que en este día triste, les acompaño en su sentimiento.

Nota: Luis Sagi – Vela hubiera cumplido mañana, 17 de febrero de 2013, 99 años.

viernes, 8 de febrero de 2013

483. EN ESPAÑA, PARA RECUPERAR LA CONFIANZA DE LOS CIUDADANOS EN SUS POLÍTICOS, ES NECESARIO RESTAURAR LOS JUICIOS DE RESIDENCIA


En agosto de 2010 publiqué en este blog la entrada 334. POR EL RETORNO DE LOS JUICIOS DE RESIDENCIA que dice así:

“La decepción de los ciudadanos sobre la eficiencia y la honradez de los políticos, originada en parte por el desacierto de estos en la gestión de la cosa pública primero y por los casos de corrupción que, reales o inventados, llenan los medios de comunicación es absoluta.

Todo hace pensar que la clase política puede  estar poniendo en peligro no solo su poder en la sociedad sino la misma democracia.


La situación, aunque detestable y compleja, no es nueva, se produjo en la Europa de los años treinta del siglo pasado y se ha producido muchas veces a lo largo de la Historia, por ello, la sociedad ha buscado y encontrado en las distintas épocas buenas y malas soluciones al problema.

Una de ellas, acaso la más eficiente y más temida por los políticos de todos los tiempos, está en la conciencia colectiva de cuantos somos herederos del Derecho de Castilla: es la puesta nuevamente en vigor, con no demasiados ajustes, de los Juicios de Residencia.

En esencia, este instrumento jurídico, que se mantuvo en vigor en España hasta 1799, consistía en un procedimiento judicial al que se sometían todas las personas que desempeñaban cargos públicos al término de su gestión.

En el Juicio de Residencia se revisaban las actuaciones llevadas a cabo durante el período de gestión del servidor público, se escuchaban los cargos que cualquiera tuviese en su contra y hasta que no concluía el juicio, con la absolución la persona juzgada, esta no podía acceder a un nuevo cargo público. Las condenas podían ir desde multas más o menos cuantiosas hasta largas penas de cárcel.

Pienso que el desgobierno y la enorme corrupción de la época de Carlos IV fue la oportunidad para que los políticos de aquel tiempo eliminasen los últimos frenos a sus locuras aunque curiosamente no de atreviesen a eliminar los Juicios de Residencia en América.

Evidentemente los políticos españoles es poco probable que acepten ahora pasar el trance de rendir cuentas de sus acciones mediante los Juicios de Residencia pero, si lo piensan bien, para cualquier persona, incluso para un político, es preferible ser juzgado y absuelto por un tribunal que llevar, toda la vida, el estigma de la peor de las sospechas.

Por todo ello, creo que valdría la pena pensar en volver a instaurar los Juicios de Residencia en para juzgar y absolver a la mayor parte de los políticos que tenemos en España”

Pues bien, si en 2010 eran ya necesarios los Juicios de Residencia, en 2013 pienso que son imprescindibles para que los ciudadanos podamos recobrar la confianza en los políticos y en la democracia.

Cada vez que un ciudadano pierde  la fe en la democracia está lanzando un grito para que vuelva un “Salvador de la Patria”…