viernes, 28 de marzo de 2014

529. LUGARES ASOMBROSOS Y POCO CONOCIDOS DE LA HERMOSA ESPAÑA (2)

A las 10 de la mañana del 16 de marzo,  con sol  y una temperatura que parece de mayo,  he recorrido con mis hermanos  los  120  Km,  104 de autovía, que  dista Riaza de Madrid.


En la Plaza Mayor,  dentro y fuera de los soportales que rodean el círculo de piedras de granito que cierra el suelo de arena y  sobre las que  en verano se levanta la plaza de toros,  hay  mucha gente que va de un lugar a otro parándose en los puestos de información donde se explican la actividades lúdicas y deportivas que se van a celebrar por la mañana.

Javier que, como siempre, es el conductor y guía en estos viajes, ha elegido para desayunar un pequeño bar en el que el café es bueno, el pan excelente y los bollos especiales. Sin embargo, antes de darnos cuenta,  estamos de nuevo en el coche y con la imagen de la monumental Iglesia de Nuestra Señora del Manto aún en la retina tomamos la angosta carretera que nos lleva a Madriguera dejando atrás Riaza, una  ciudad de  castellana que tiene más de mil años de rica historia.


Enseguida, a muy pocos kilómetros,  en la ladera de la  sierra de Ayllón, tropezamos con la Iglesia de Madriguera  que está construida con un  conglomerado de  pizarras, cuarzo y óxidos de hierro de ambiente tropical y es asombrosamente grande para un pueblo, todo rojo,  que no llega a 33 habitantes. A las 10 de la mañana del 16 de marzo,  con sol  y una temperatura que parece de mayo,  he  recorrido con mis hermanos  los  120  Km,  104 de autovía, que  dista Riaza de Madrid.




















El coche traquetea  hacia el nacimiento del Río Aguisejo,  en Grado del Pico,  hasta que nos detenemos en  Santibañez  de Ayllón  para ver sus  hermosos grafitos en pizarra.  Javier nos explica, una vez más, el interés geológico de esta parte de España en la que conviven espacios que han sido muchas veces mares y montañas sometidos a calores tropicales y fríos glaciares

Avanza la mañana   llena de sol. La  belleza   de  los insólitos paisajes de estas  tierras de Castilla nos va llenando,  hasta abrasarnos el alma   con lo que podemos llamar la gran sorpresa: entre las paredes  altas y escarpadas de un pequeño descampado  rodeado de árboles  hay un lugar que guarda el testimonio de que aquí hubo hombres  de la época en que  convivían  nuestros ancestros  cromañones y neandertales.

Medio tapado con ramas  hay  un agujero,   abierto en la   roca,  que  aparenta  ser un pequeño pozo.  


Unos metros más allá,  escondida entre matojos, encontramos una cavidad en la pared de tierra y piedras sueltas y   al  penetrar  en ella e iluminarla  con una  linterna  se nos  muestra como la entrada de una enorme  cueva,  natural en parte y  artificial casi toda, de enormes dimensiones: un paralelogramo  irregular con  más de  veinte metros de anchura y   otros tantos de altura.



La cueva, al decir de Javier todavía no escavada, fue refugio y cazadero de los hombres de la prehistoria.

Los cazadores empujaban a las piezas  hasta el agujero de la parte superior, los animales  caían  toda la altura de la cueva y  al llegar al suelo,  si no estaban  muertos, eran rematados por las mujeres y los niños que esperaban ansiosos la llegada de carne fresca.

La cueva tiene  pegada a una de las paredes una rudimentaria y peligrosa escalera que va, en varios tramos y con espacios para  protección y guarda, desde la  entrada en  la superficie hasta el manantial  de  agua clara  que adorna el fondo.

En la zona existen,  además de esta cueva,  no pocas pinturas rupestres que contribuyen a que parezca muy probable la aparición de valiosos  restos humanos y animales en  cuanto los arqueólogos comiencen a quitar del suelo capas de tierra.


El tiempo que pasamos  en la cueva antropizada y la reflexión sobre lo que habíamos sentido durante la visita nos acompañó más tarde,  cuando visitamos en   el valle del Sorbe el despegue de los estratos de cuarcitas  y  la impresionante catarata que corre en  un afluente del río y  en la comida que hicimos al sol  sentados  muy cerca de la catarata.





Cantisábalos  con sus calizas del cretácico superior que parecen los restos de una calzada de gigantes  y Albendiego   que las tiene erosionadas por desplacado horizontal y lapiaz,  fueron paradas en el camino para descansar apoyados en el  recio  puente medieval de Cañamares. 



Más tarde, el castillo de Riba de Santiuste,  construido hace doce siglos, mil doscientos años,  sobre estratos de arenisca roja  nos recuerda que estamos en tierras que fueron frontera y que, lo queramos o no los españoles,  como casi todos los europeos,  somos fruto del contacto y de  la confrontación, tanto  con el Islam  como  entre nosotros.  

Luego, saturados con el sabor de la  dura belleza del pasado de los hombres de Castilla, viajamos hasta Paredes de Siguenza, para ver  lo que es hoy  un pequeño lozadal, y fue muy atrás en el tiempo, lugar de caza para los hombres de la prehistoria que allí mismo, con sus hachas de silex,  cazaron desde pequeños venados hasta peligrosísimos tigres diente de sable y   enormes paquidermos,  mediante el arriesgado sistema de saltar sobre los bichos cuando estos  tenían las patas hundidas en el barro del pantano.

Muy cerquita, en  Imón,  con sus salinas que han sido durante muchos siglos inmensa fuente de riqueza para la zona y para el Rey, Javier hizo nos llevó a  pasear entre los estanques para captar su dimensión, apreciar  el color rojo que producen algunas algas en el agua salada  y  ver los restos abandonados de lo que fue  en su tiempo última tecnología de la producción de sal. 

Sin tiempo para lamentar el descuido con que  atendemos las riquezas del  pasado,  proseguimos el camino para llegar,  casi anochecido, a  Santamera  y ver allí,  además de un pequeño   pueblo,  con mínimo  soplo de vida, que está  encerrado en un hoyo que regala al lugar  un grato microclima, los grandes depósitos de ostras fosilizadas adheridos a una de las laderas que cierran el valle que tiene enfrente otra ladera de pliegues de caliza que aparecen a la vista como  enormes vértebras de roca que parece están allí  para sostener el peso de la montaña.

Y, ya anochecido, para que Joaquín y Miguel  la conocieran, una breve visita a la fábrica de  muelas romanas de esquisto en Congostrina y la que hicimos a  un grato café  bar de carretera,  fueron las   últimas  paradas  antes de regresar,  pasando  por Atienza y  Guadalajara, a Madrid. 

sábado, 8 de marzo de 2014

528. COMPUERTAS QUE CIERRAN O ABREN EL FLUJO DE LOS PENSAMIENTOS


Cuando la salud se deteriora y el peligro acecha,  el cieno que produce el miedo poco a poco  va cerrando las compuertas de la mente, el flujo de las ideas se hace más lento  y   en el pensamiento  solo quedan, entre sombras,  las tenues luces de algunos recuerdos.

No, el miedo no se destruye. El miedo siempre   acompaña  mientras viven  sus causas  o la  amenaza  no se convierte en   hecho. Por eso, cuanto más tiempo se vive en el miedo menos fluyen,  porque hay más  lodo, los pensamientos.

Si sabes cómo y  te esfuerzas mucho,  puedes superar los  efectos del miedo, puedes hacer eso que   llaman vencer el miedo. Puedes  pensar, luchar y hacer  para eliminar las causas del miedo pero mientras existen aquel  se mantiene  enroscado  al alma.

Cuanto más tiempo se vive  en el miedo es más  difícil  mantener   sin cerrar del todo,  las compuertas de la mente por donde fluyen, cuando están  abiertas, los pensamientos.

Y  cuando un día cualquiera  la salud regresa y el miedo desaparece, es maravillo sentir cómo, de   pronto, se abren  las compuertas de la mente,  el flujo de las ideas   arrastra el cieno y la  cabeza,  el cuerpo y el alma, se  llenan de múltiples y alegres  pensamientos.