lunes, 30 de noviembre de 2015

710. LLEGAR A ESTADOS UNIDOS, OTRO TERRIBLE DRAMA QUE HOY VIVIMOS

Los cubanos, si consiguen llegar a  los Estados Unidos,  en virtud de la Ley de Ajuste Cubano, tienen la puerta abierta para entrar y residir legalmente en el país del norte.

Por ello y, acaso, porque hay quien piensa que esto puede cambiar con el final del bloqueo y el deshielo en las relaciones entre Washington  y La Habana, en los últimos tiempos se está produciendo el éxodo de miles de cubanos que,  en avión,  saliendo legalmente de  Cuba llegan a Ecuador y desde este país, ya  por tierra, como pueden, tratan de alcanzar la frontera norte de México para llegar a los Estados Unidos.

Bueno, pues en estos momentos hay varios miles de cubanos, entre cuatro y cinco mil, muchos de ellos de la mano de redes  mafiosas, que han conseguido subir desde Ecuador hasta Costa Rica para detenerse en el muro infranqueable en que se ha convertido la  frontera de Nicaragua debido a la decisión del presidente Ortega.

Ortega, al que ahora se empieza a conocer en su tierra por “el Nuevo Somoza”, sin lugar a dudas,  por motivos de propaganda política anti norteamericana, al impedir el paso a los migrantes cubanos, trata de hacer imposible que la esperanza de libertad de los cubanos se haga realidad.


En España, en Europa, espantados por los atentados  en Paría y la seguridad de que el  yihaidismo radical puede volver a matar en cualquier lugar del continente,  ensimismados en nuestro problema, mientras dudamos si debemos enviar soldados a luchar en esta guerra, aunque sea nuestra, hemos dejado de hablar y, lo que es peor, del dramático problema humano  de los refugiados  (de los refugiados a que debemos acoger en Europa), de los emigrantes ilegales que siguen muriendo en el Mar Mediterráneo y  de los también ilegales  emigrantes que llenan, pendientes de un hilo,  los atestados centros de acogida en las fronteras de  Grecia, Italia y España.

Claro que  este nuestro temporal  olvido no durará mucho, en pocos días los medios de comunicación golpearán nuestras conciencias con nuevas y terribles imágenes,  y los políticos nos contarán las mismas o nuevas ideas que tendrán  para resolver, ¿quién sabe  cómo y cuándo?, el problema urgente de los refugiados y de la necesidad de evitar la inmigración ilegal haciendo lo que haya que hacer ¿qué y cuándo?, en los países de origen.

Pero, mientras tanto, desde aquí, quiero alzar mi voz para recordar que en estos momentos hay  varios miles de hermanos cubanos sufriendo, innecesariamente, el drama de no poder llegar a la libertad porque hay un tirano que no les permite atravesar las  tierras de Nicaragua en paz.   



Nota: 

He tomado de Internet un pequeño mapa en el que se ve el largo camino que han de recorrer los cubanos, primero en avión hasta Ecuador y luego por tierra, para alcanzar la libertad en los Estados Unidos.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

709. NO A LA GUERRA, NO A LA GUERRA, NO A LA GUERRA

¡No a la guerra!  ¡No a la guerra!  ¡No a la guerra! ¡No a la guerra!   

Cada vez que escucho estas palabras, sin duda  sentidas  y hermosas, me digo con fuerza: ¡yo tampoco quiero la guerra!, la guerra es  un horror y nadie, nadie, puede querer la guerra.

Pero, hay guerra. En estos momentos en el mundo hay muchas guerras, en Siria e Irak, en Libia y en Yemen, en la República Democrática del Congo, en Nigeria, en el este de Ucrania, en Sudan del Sur y en Afganistán y en Somalia.

En esos lugares y en algunos otros, hay aviones, misiles, carros de combate y  soldados que, por las razones que sean, se atacan unos a otros, se matan entre sí y matan, hieren, empobrecen y hacen huir  a miles,  millones  de  personas que,  sin hacer la guerra,  sufren eso que los militares llaman “daños colaterales”,  no deseados.

¡Hay que parar las guerras! ¡Hay que parar las guerras!

Cierto, hay que parar las guerras, hay que parar todas y cada una de las guerras.  Pero, ¿quién y cómo ha de parar la guerra, esta guerra?

¿Yo? ¿Nosotros? ¿La opinión pública de los países que,  de una manera u otra,  participan en la guerra?

Es posible. Cuando muchos, la mayor parte, de los  ciudadanos de un  país no quieren la guerra y lo dicen muy fuerte y muy claro, los gobernantes ceden a la demanda, los ejércitos abandonan la batalla y, decididamente, pierden la guerra. ¿Verdad que sobran los ejemplos? ¿Verdad que eso lo saben, en Estados Unidos, en Francia  y también en España?

Y cuando se pierden las guerras y otros las ganan, los vencedores imponen su ley y los perdedores, si no mueren,  o escapan, la acatan. ¿Verdad que sobran los ejemplos? ¿Verdad que esto lo sabemos muy bien  en toda Europa, incluida España?

¡No a la guerra!  ¡No a la guerra!  ¡No a la guerra! ¡No a la guerra!  

La guerra es horrible, está claro que no hay que hacer la guerra, está claro que yo, nosotros, no queremos declarar la guerra, que nosotros nos resistimos a ir a la guerra.

Pero,  me pregunto: si hay otros que deciden, con razón o sin ella, atacarte con armas, matar a tus hijos,  violar  a tus mujeres,  destruir tu casa y  quitarte tu patria, ¿tendrás otro camino para defenderte distinto al terrible de hacer la guerra?

El IS y el mundo de la Yihad Islámica, de palabra y con obras, matando gente, ha  declarado la guerra primero a los países que profesando  la religión de Mahoma rechazan el fundamentalismo y luego se la han declarado a  Francia, a España y al resto de  Europa.

¡Qué horror es la guerra! ¡Hay que parar la guerra! ¡No, no a la guerra!  

Pero yo sé que  nos la han declarado y estamos en guerra y  no lo dudo. No quiero que maten a mis hijos, no quiero que maten a mis nietos, no quiero que destruyan mi pueblo, no quiero que cambien mis leyes, por eso, con dolor, me digo y proclamo, aunque sea espantoso, no solo tenemos que ir, tenemos  que ir a la guerra y ganarla.

Hay muchas personas, creo que buenas personas, que hoy, aunque nos estén matando, gritan su ¡No a la guerra!

Y me pregunto, ¿será porque no saben lo muy terrible  que es perder una  guerra?


Nota:


Por supuesto hay miles de razones que hace a las personas y a las sociedades radicalizarse y que entre alguna de esas razones puede estar nuestro mal comportamiento, nuestro malísimo comportamiento,  y somos responsables por ello. 

martes, 24 de noviembre de 2015

708. MAURICIO MACRI NUEVO PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA ARGENTINA

Pues sí, el populismo de Néstor y Cristina Kirchner, tras 12 años en el poder,  ha sido derrotado y, de la mano del nuevo presidente Mauricio Macri, la República Argentina comienza una nueva etapa en la que, muy probablemente, poco a poco las cosas mejoren y, sin ilusiones populistas, hagan posible que ese gran país vuelva a ser lo que, aunque lo hayamos olvidado,  ya fue.

Bien es verdad que el populismo kirchnerista mantiene un enorme poder político y social y  que este poder, legal y acaso no tan legalmente, será empleado para tratar de evitar los cambios propuestos por el nuevo presidente.

Es evidente que el nuevo presidente, su gobierno y la coalición que le ha llevado  a la Casa Rosada, encontrarán  enormes dificultades para tomar y mantener las medidas,  aunque imprescindibles, nada populares necesarias para deshacer el tremendo embrollo que, desde hace bastantes años, es la política, la economía y la sociedad argentina.

Y como muestra de los problemas que ha de afrontar el nuevo presidente, enumero los siguientes:

·         El primer y más grave problema es cambiar la imagen deteriorada imagen de Argentina y conseguir la confianza  de los ciudadanos argentinos, de  los países democráticos y de los inversores extranjeros, maltratados todos ellos por los gobiernos populistas del Señor y la Señora Kirchner.

Este problema, lamentablemente, no se resolverá en poco  tiempo, la imagen y la confianza se deterioran pronto y reconstruirlas es trabajo lento que requiere años y, lo que es más difícil, implica un cambio muy profundo en la sociedad y en la política argentina de forma que la veracidad de la imagen no se vea alterada por el riesgo de que “tras este presidente los políticos argentinos vuelvan a la de siempre”.

·       En segundo lugar, el primero que Mauricio Macri y su gobierno habrán de acometer es el económico: la inexorable devaluación de la moneda, la liberación del cepo cambiario, el ajuste fiscal consecuencia del déficit, la liberalización de la economía y su impulso para crecer, la inversión nacional y extranjera y, acaso, mantener y generar más  empleo no informal.

·      En tercer lugar, la salida de  Argentina de las alianzas internacionales, con los  gobiernos populistas y neomarxistas, de Venezuela y  Bolivia  y, su acercamiento  a Chile, Perú, Colombia y  México  en la Alianza del Pacífico. Acercarse a la Unión Europea y a Estados Unidos y alejarse de los enemigos de estos países que han sido los aliados del gobiernos ahora caído.  

Son problemas gigantescos los  que el presidente Macri ha de afrontar y lo ha de hacer con la fuerte oposición de los populistas en las Cámaras, la presencia de miles y miles de “colocados” kirchneristas en las administraciones públicas y el dolor de millones de argentinos que no siempre van a aceptar con agrado las duras decisiones que van a ser necesarias para sacar a Argentina del estado de catastrófico desastre en que se hoy se encuentra,


Para terminar, expresar mi más calurosa felicitación y mis mejores deseos  de éxito al nuevo presidente y a los ciudadanos de esa tierra, tan querida para mí, que es la República Argentina. 

viernes, 20 de noviembre de 2015

707. LO SABIO ES CUIDAR AL ABUELO

Desde mucho antes de tener hijos sabía, porque mi padre me lo había explicado, que el embarazo y el parto de las  hijas es una experiencia peor que dolorosa.

Es evidente que quien más sufre y más goza es la embarazada y que, para el padre de la criatura,  el tiempo de gestación y el parto los es también de alegría y  de preocupación. 

Además,  mientras las cosas son normales, el padre de la criatura, por estar muy próximo al proceso, está al tanto de cuanto sucede, está con la madre, al final  pasa un rato malo y con la satisfacción de tener al hijo  olvida  el mal trago.

Pues bien, cada vez que una de mis hijas, siempre con alegría, me ha anunciado su embarazo, desde el primer momento  y hasta que termina el parto,  recuerdo todos los días a mi padre y  me paso los nueve  meses lleno de espanto.

Por ello, cuando un amigo me anuncia que va a ser abuelo yo, si le aprecio, pregunto: ¿es de tu hijo? Si me contesta que la futura madre es su nuera  me alegro mucho y le felicito por el  éxito que supone, estos tiempos, tener un nieto; pero si quien está embarazada es la hija, mientras  le felicito, procuro no mirarle a los ojos para que no descubra,  y se asuste, la pena que me produce saber los meses de tormento que le esperan hasta que llegue, precioso siempre,  el vástago.

Pero, ¿por qué,  José Luis, escribes sobre algo que todos los que tenemos hijas y nietos bien sabemos?  

Lo hago porque tengo un amigo que, como es normal, ha sufrido el áspero embarazo de su única hija, muy querida,  preciosa, inteligente,  estudiada y añosita  que,  hace cuatro días, luego de los nueve meses, ha tenido un hijo.  Él  es quien me lo ha explicado.

Su yerno, como todos los buenos yernos, en los últimos días del embarazo de su mujer, preocupado por su suegro, le explicó que en su pueblo natal, allá en el interior de África, luego del parto de una mujer, la familia, el clan y toda la tribu, hace descansar y se vuelca en atenciones con  quién se sabe que peor lo ha pasado en el trance,  que no es la madre y que no es el padre, que es, con seguridad absoluta, el abuelo materno de la criatura.


Y esto para que nos pensemos  que la sabiduría solo  está en  Europa…

miércoles, 18 de noviembre de 2015

706. ESTAMOS EN GUERRA: DEL AMBIENTE BÉLICO, ELLOS Y NOSOTROS

Como consecuencia de los atentados del día 13 en París y de sus trágicas secuelas  corren  entren los ciudadanos europeos vientos de guerra.

Todos nosotros hemos recibido, casi sin sorpresa, de boca de nuestras autoridades, la noticia de que estamos en guerra y que somos el blanco potencial de nuevos y próximos ataques  del yihadismo  islámico.

Hemos tenido noticia de los ataques de aviones franceses y rusos a posiciones militares del IS en Siria y, nosotros,  las hemos dado por buenas casi por unanimidad.

Ayer, las reacciones entre los  ciudadanos  europeos ante la supresión de los partidos de fútbol programados en  Alemania y en Bélgica y el ambiente vivido en el celebrado de Londres entre las selecciones de Francia e Inglaterra han estado cargadas de emoción y hoy, en parte,  nos ha asustado y en parte tranquilizado  la noticia de que las  acciones de la policía francesa para  localizar y detener a otros terroristas, aunque con muertos, han tenido éxito.

Además,  las duras palabras  de los políticos y  el pensamiento de los ciudadanos,  que se reflejan en los medios de comunicación y que cada uno de nosotros palpa en las calles y en los hogares, muestran una idea dominante: ellos  son monstruos y hay que destruirlos antes de que ellos lo hagan con nosotros.

Claro que, al mismo tiempo, estamos viendo y sintiendo también  la preocupación y el miedo entre la población musulmana que vive entre nosotros y que se siente observada y, acaso,  amenazada, por  las posibles reacciones de sus vecinos.

Es evidente, por otra parte, que los musulmanes que viven en Europa, salvo una muy pequeña minoría, que comprende, justifica o apoya la guerra santa  o la sharía y protege a los terroristas, son gentes pacíficas que detestan la violencia  de igual forma o más aún  que el resto de sus conciudadanos.

Sin embargo, en este ambiente casi de emoción bélica, pienso que aún apoyando la guerra, tengamos presente que nada se puede  ganar  y se perderá  mucho si, entre todos, no conseguimos controlare las emociones y evitamos nuestra propia radicalización y la de la mayoría de los musulmanes que viven entre nosotros y que, por ahora, son “nosotros”.

No es sencillo, pero, ¿queremos ver en Europa, al igual que los hubo en Estados Unidos en los años 40 para encerrar en ellos a ciudadanos norteamericanos siendo del todo inocentes y solo porque habían nacido en Japón, campos de concentración, ahora para meter en ellos a españoles, franceses, belgas u holandeses solo porque rezan a Alá?

¿Queremos cambiar  nuestro espíritu de tolerancia y libertad para vivir en el   fanatismo más radical?

Si es así solo tenemos que  aplicar, todas seguidas, unas pocas ideas cuyas semillas ya están sembradas en nuestro cerebro:

·  Yo soy español, francés, europeo, cristiano, honesto y ciudadano (yo soy español, francés, europeo, musulmán, honesto y ciudadano)  y ellos son distintos, son musulmanes, deshonestos, desagradecidos  y traidores (ellos son cristianos, deshonestos, injustos y traidores). En suma, nosotros somos una cosa y ellos otra.

·   Ante un nuevo atentado, ante una redada policial, ante una mala palabra, surge en nuestro pensamiento, día a día con mayor fuerza, una idea: todos ellos son iguales.

·       Ellos, todos ellos son iguales y  nos están atacando, nos están persiguiendo, en realidad  ellos nos están matando.

·     Nosotros, que sufrimos lo que ellos nos hacen somos buenos y ellos son malos, nosotros somos santos y ellos demonios.

·   Hemos sufrido y seguimos sufriendo tanto que no podemos aguantarlo, tenemos que defendernos, tenemos que vengarnos.

·      Y claro, la venganza se hace matando…


Sí, estamos en guerra en ambiente se hace  bélico, pero ¡cuidado!, no  olvidemos que somos europeos, que  somos  justos, que somos humanos  y no podemos permitirnos que entre nosotros crezca el fanatismo y el ansía de matarnos.

sábado, 14 de noviembre de 2015

705. ATENTADOS EN PARÍS: SÍ, NOSOTROS ESTAMOS EN GUERRA, PERO ¿QUIÉNES SOMOS NOSOTROS Y CONTRA QUIÉN ES LA GUERRA?

Ayer, 13 de noviembre, con seis atentados, el Estado Islámico, mató  al menos a 127 personas e hirió a más de 300; muchos de los heridos pasarán a engrosar la lista de los  muertos y muchas otras no se recuperarán nunca de las secuelas de las heridas. Además, con estos atentados,  se ha impedido venir a la vida, se ha matado, al inmenso  cúmulo personas que hubieran nacido si sus padres, ayer vivos,  no hubieran muerto.

Además, varios miles de personas  sufrirán durante años la ausencia de los muertos y las consecuencias de todo tipo que padecerán sus familiares heridos.

Millones de personas en Francia y en toda Europa permanecen hoy encerradas en sus casas horrorizadas por lo sucedido  y atemorizadas ante la posibilidad de sufrir represalias de  las autoridades  o, lo que es peor, de sus vecinos, por profesar la religión de Mahoma o, aunque no siendo  creyentes, han  nacido, ellos o sus padres, en la religión del Profeta.

Los atentados fueron cometidos por ocho hombres, al parecer franceses, terroristas suicidas, fanáticos yihaidistas, que sacrificado sus vidas (a cambio del Cielo),  han dado una victoria al Estado Islámico en su guerra contra Occidente. 

El Presidente Hollande, horrorizado, como todo el mundo,  por los atentados de ayer, ha dicho que “los atentados son un acto de guerra”, lo que en román paladino quiere decir que estamos en guerra.

Creo que todos los gobernantes de occidente y la mayor parte de los de oriente, incluidos los de países en que la religión de sus pueblos es el Islam, hoy han mostrado su espanto, han hablado en contra de los atentados, han afirmado que estamos en  guerra contra el IS y el islamismo radical y  que hay que luchar para vencer al terrorismo.

Yo, como la casi totalidad de los ciudadanos europeos y de la mayor parte de los ciudadanos del  mundo, ahora  me pongo a pensar y me digo: sí, estamos en guerra,  pero,  ¿quiénes estamos en guerra y contra quién es la guerra?

La respuesta no es sencilla, como en todos los temas complejos y especialmente en los dolorosas, las personas, para defendernos y sobre todo para tener un mínimo de seguridad, necesitamos saber quiénes somos nosotros y a quién tenemos enfrente, por ello nos agarramos apasionadamente al color blanco o al negro, sin tener en cuenta que la realidad está llena, como en este caso, de muchos  grises.

Trataré de expresar  mi pensamiento:


¿QUIENES SOMOS NOSOTROS?

Está claro que nosotros somos los españoles, los franceses, el resto de los europeos, los norteamericanos y acaso casi todos los ciudadanos de los  países occidentales. Pero ¿somos nosotros todos los españoles, todos los franceses,  todos los europeos y todos los occidentales?  La respuesta es obvia: hay españoles, franceses y otros occidentales que no son nosotros, que son o están con el enemigo.

Pero, debemos tener claro que si hay  franceses, españoles o norteamericanos que no son nosotros, no lo  son porque sean cristianos, judíos, musulmanes o ateos,  o porque hayan nacido en familias de una u otra religión, es porque  se han convertido e  incorporado a una secta islámica que ha hecho una particular interpretación de la Sharía (Ley Islámica) y de Jihad (Guerra Santa), su razón de ser y su motor de vida. Y debemos tener muy claro que solo  es una pequeña minoría de quienes, viviendo en occidente y  profesando  la religión musulmana la que se ha convertido en fanática  creyente del Islamismo Radical.

Y, ¿acaso no somos nosotros, los martirizados y arruinados por los atentados yihaidistas, egipcios, tunecinos, marroquíes, argelinos, sirios, turcos,  nigerianos, Iraquíes, agfanos  y los ciudadanos de  otros muchos países en los que la religión islámica es la profesada por la mayor parte de sus habitantes?

Por otro lado, está claro que los gobiernos de casi todos los países occidentales y de muchos de los países de religión islámica están con nosotros, somos nosotros, pero ¿están con nosotros o somos nosotros, los gobiernos que construyen y mantienen en occidente mezquitas en las que se enseña la Sharía y la obligación de la Jihad, o apoyan, más o menos a la vista del mundo, a los talibanes agfanos, a los fundamentalistas del IS, o a los bárbaros asesinos de cristianos en Nigeria?

En consecuencia con lo anterior, clarificar quienes somos nosotros es la primera de nuestras necesidades, de no hacerlo podemos confundirnos y expulsar de nuestro lado a quienes son nosotros, a quienes  están con nosotros, creándonos nuevos enemigos, o confiar en gobiernos o en gentes que aparentando amistad  son también  enemigos que esperan agazapados el momento de matarnos.

Porque no lo tenemos claro, en toda Europa crece la animadversión frente al inmigrante (especialísimamente frente al de religión o cultura islámica): el principal partido holandés  es anti inmigrantes; en Francia, el partido de Le Pen sigue creciendo; Hungría y  Austria cierran sus fronteras a los refugiados; en Suiza, Italia, Croacia y Alemania crece la repulsa contra quienes son, o consideramos, distintos. Por supuesto, en España, es cada vez más frecuente escuchar a la gente del pueblo hablar, con temor oculto y siempre despectivamente,  de “las faldones” o “las pañuelos”, de sus abusos y su prepotencia.

Es evidente que hoy, como siempre que hay un atentado en occidente, los inmigrantes extranjeros de religión islámica y sus hijos españoles o franceses, sufren en sus carnes el  miedo a las consecuencias que pueden tener para ellos los atentados de los fanáticos que rezan, al igual que ellos, a Ala y aman a su Profeta. Y, por supuesto, el miedo es muy malo para mantener el sentido común y no empezar a pensar que acaso tengan razón los que hacen  barbaridades.

Y ¿CONTRA QUIÉN ES LA GUERRA?

Parece evidente que la guerra es contra el IS, contra Al Qaeda, contra los talibanes y contra quienes forman parte de sus huestes allá donde se encuentren.

Ahora bien, el IS, Al Qaeda,  los talibanes o sus  huestes,  son nombres, son colectivos, y hay que tener en cuenta que los colectivos no matan, matan los hombres y las mujeres, incluso los niños pueden matar, son seres humanos quienes han de empuñar el fusil, explotar la bomba o apretar el botón para  enviar el misil. Y, en esta guerra el gran problema es que, salvo excepciones, los combatientes yihaidistas, nuestros enemigos, se esconden entre nosotros, en Cairo, en Rabat, en Kabul, en  París, en Londres, en Barcelona, en Ceuta o en Madrid, en Talayuela o en cualquier lugar de occidente.

Nuestra guerra es contra los combatientes que atentan o pueden atentar contra nosotros en su guerra santa y ciertamente, cuando los enemigos se esconden entre  gente que por razón de familia, amistad, admiración, religión, afecto  o, esto es importantísimo, miedo, es muy difícil, casi imposible encontrarlos antes de que ataquen y,  más a más,  como son fanáticos que se suicidan  cuando actúan, no es posible hacerles delatar a  quienes están con ellos.

Por ello, solo hay dos opciones para descubrir y eliminar al enemigo: conseguir que no puedan ocultarse entre la gente (porque esa gente los expulsa  y delata),  o impedir que haya gente que los oculte. Esto nos lleva a optar por uno entre uno de los dos  caminos: comprender y ayudar, porque son nosotros, a los inmigrantes de primera y segunda generación para que sean y se sientan “nosotros”, o recurrir a la solución que puso en práctica en España, en 1613, el Rey Felipe III.


La verdad es que no me gustaría ver en Europa el drama de una nueva  y terrible expulsión de los moriscos.