martes, 5 de marzo de 2019

793. PESAR




Veo el  agua entre azul y trasparente y  siento el tiempo del todo limpio, mientras   se  desliza en la  clepsidra  de cerámica que una tarde de marzo, ya oscurecido, junto a un antiguo velón lleno de telarañas  y un cántaro nuevo, compramos los dos, a orilla de la carretera, muy cerca de Toledo.

Hora tras hora, día tras día, sin pausa, el agua vuela  y el tiempo pasa, no dejan rastro. La mente se mantiene distraída  en  pensamientos vanos y el cuerpo se queda muy quieto, como si temiera algo.

Siento a mi lado a  la perra, vieja, sorda y ciega que, siempre fiel me acompaña, y apago, sin un gesto, las  chispas de luz  que, a veces,  intentan decirme algo.

Es malo, muy malo, no es extraño que las personas nos resistamos a  vivir cuando llegamos a la edad de hacer nada o, lo que es peor, a cuando hemos perdido la fuerza para hacer algo. 

Y, el rastro que dejamos, si dejamos rastro…