El Ejido cuenta con algo más de 4.000 hectáreas de invernaderos, es decir, el equivalente a 4.000 campos de fútbol de la huerta más fértil de Europa.
Los números de quienes realizan una gestión profesional de un negocio que está mucho más cerca de la bio – industria que de la agricultura tradicional dicen que una hectárea, bien equipada y gestionada, requiere el trabajo de dos personas a tiempo completo, si se eligen y venden los productos adecuadamente, puede dejar un rendimiento del orden de 30.000€ anuales.
Las inversiones necesarias para tener estos rendimientos no son cortas, se han venido haciendo progresivamente a lo largo de los años y hay que seguir innovando e invirtiendo indefinidamente, al iguial que en cualquier otra industria que opera en mercados competitivos.
A título de ejemplo, la instalación de una calefacción con tubos de agua, para una hectárea, puede costar el resultado de esta durante tres años. Y otros temas, como los costes de la gestión informatizada del riego, los equipos reguladores de microclimas, la investigación y desarrollo para la prevención y eliminación de las plagas o el paso del cultivo en tierra a bases hidropónicas, tienen enorme importancia.
Una muy breve reflexión ratifica la percepción inicial, las huertas en invernaderos son una industria con acumulación de inversión y tecnología, en la que el trabajo de los operarios se parece cada día más al de una factoría de bienes para el gran consumo que a las admiradas huertas levantinas de los años setenta.
Por otro lado, es evidente que todo ello requiere gestión profesional para minimizar riesgos y generar continuadamente resultados, ya que los productos compiten en mercados abiertos y desarrollados, cada vez más exigentes y sometidos a leyes de oferta y demanda, en los que competir nunca es sencillo.
Y ahora una reflexión final que me sale del alma:
¿Será posible que los dueños y gestores de los invernaderos se hayan transformado en su mayoría de “agricultores con éxito” , que operaban hace unos años en un mercado enorme, en expansión y poca competencia, en empresarios y directivos profesionales de una bio - industria con requerimientos de alta inversión y marketing audaz, operaciones altamente eficientes y una gran capacidad de gestión?
Si es así, me alegraría enormemente, pero si no lo es, en pocos años acaso podremos ver en El Ejido la sede de una o varias de las grandes y acaso nuevas empresas, del negocio de la alimentación vegetal, que cotizan en las grandes bolsas mundiales y operan en el mercado de la globalización. ¿Será así?
Los números de quienes realizan una gestión profesional de un negocio que está mucho más cerca de la bio – industria que de la agricultura tradicional dicen que una hectárea, bien equipada y gestionada, requiere el trabajo de dos personas a tiempo completo, si se eligen y venden los productos adecuadamente, puede dejar un rendimiento del orden de 30.000€ anuales.
Las inversiones necesarias para tener estos rendimientos no son cortas, se han venido haciendo progresivamente a lo largo de los años y hay que seguir innovando e invirtiendo indefinidamente, al iguial que en cualquier otra industria que opera en mercados competitivos.
A título de ejemplo, la instalación de una calefacción con tubos de agua, para una hectárea, puede costar el resultado de esta durante tres años. Y otros temas, como los costes de la gestión informatizada del riego, los equipos reguladores de microclimas, la investigación y desarrollo para la prevención y eliminación de las plagas o el paso del cultivo en tierra a bases hidropónicas, tienen enorme importancia.
Una muy breve reflexión ratifica la percepción inicial, las huertas en invernaderos son una industria con acumulación de inversión y tecnología, en la que el trabajo de los operarios se parece cada día más al de una factoría de bienes para el gran consumo que a las admiradas huertas levantinas de los años setenta.
Por otro lado, es evidente que todo ello requiere gestión profesional para minimizar riesgos y generar continuadamente resultados, ya que los productos compiten en mercados abiertos y desarrollados, cada vez más exigentes y sometidos a leyes de oferta y demanda, en los que competir nunca es sencillo.
Y ahora una reflexión final que me sale del alma:
¿Será posible que los dueños y gestores de los invernaderos se hayan transformado en su mayoría de “agricultores con éxito” , que operaban hace unos años en un mercado enorme, en expansión y poca competencia, en empresarios y directivos profesionales de una bio - industria con requerimientos de alta inversión y marketing audaz, operaciones altamente eficientes y una gran capacidad de gestión?
Si es así, me alegraría enormemente, pero si no lo es, en pocos años acaso podremos ver en El Ejido la sede de una o varias de las grandes y acaso nuevas empresas, del negocio de la alimentación vegetal, que cotizan en las grandes bolsas mundiales y operan en el mercado de la globalización. ¿Será así?
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