Estoy extremadamente feliz y satisfecho. He tenido la fortuna de pasar unos días en Palma de Mallorca asesorando a un grupo de mujeres extraordinarias.
Casi dos docenas de mujeres que están al frente de sus propias empresas o que se preparan para abrir ya las puertas de la ciudad de la fortuna con sus nuevos y apasionantes negocios.
Todas han generado ideas sencillas, ideas que satisfacen necesidades urgentes, cada una en su aquí y en su ahora. Todas han detectado oportunidades y las han transformado en caminos de ilusión y de fortuna.
Todas han analizado los riesgos y han vencido, con inteligencia y corazón, salvando obstáculos difíciles, en compañía de grandes miedos, la sima que separa el sueño de la acción.
Todas ellas tienen sueños posibles y proyectos viables. Todas ellas tienen ambición y coraje. Todas ellas son mujeres valientes de las que los suyos y la sociedad entera pueden estar orgullosos.
Sí, en plena crisis, mientras bajamos la dura cuesta de la más terrible depresión, mientras las gentes comunes se paran, inmóviles y ateridas, como estatuas de hielo, y los políticos hablan y hablan, dicen y solo dicen, acaso porque creen que pueden hacerlo, que van a cuidar hasta siempre a quienes hagan nada, ellas suben deprisa, sin mirar atrás, la escalera empinada que llega hasta el cielo del éxito.
Sí, estoy muy contento, estoy feliz porque tenemos en España mujeres extraordinarias que, a pesar de todo, están ahora, precisamente ahora, construyendo, para todos, un gran mañana.
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