Veo cada día buenas empresas que aún en la crisis siguen teniendo buenos clientes, que mantienen continuidad en los pedidos, que disponen de magníficas plantillas, capacidad de gestión y un buen circulante, pero que por no disponer de crédito están reduciendo actividad y jornada laboral, están enviando personas a hacer vacaciones en invierno y, con gran dolor, al desempleo.
La inseguridad, la desconfianza, el miedo, están atenazando la sociedad entera y el desastre económico amenaza el futuro de todos.
En medio de una terrible crisis financiera internacional las medidas que, ni aquí ni en otras partes han dado todavía resultados, es improbable que, en nuestro caso, logren el milagro de hacer veraces las promesas de cualquier gobierno.
Sin embargo, en la búsqueda de remedios, aunque solo sean placebos, a veces leo o se me ocurren ideas, más de una vez, por obvias descabelladas, me encuentro frente a la posibilidad y la viabilidad de recrear el trueque.
Creo que mientras mejoran las cosas, mientras nos seguimos arruinando con el déficit, los bancos terminan de pagar sus acuciantes deudas, las cajas de ahorros hacen lo propio y no hay dinero para nadie, pienso que una oportunidad para salvar algo de lo salvable es volver al principio, a cuando no había dinero, reinventando el trueque.
Pagar con el papel que se tiene, hay mucho y bueno, y seguir cobrando con papel, fiando en que será bueno. Poner ladrillos cobrando con productos que tiene el cliente en el almacén, pagar al personal con vales del supermercado, poner gasolina contra la entrega de guantes de plástico o de uniformes personalizados, fabricar zapatos pagando el aparado con alimentos y esperar que la luz la subvencione el ministerio con los impuestos que algunas empresas podrán pagar si las administraciones públicas pagan algo de lo que deben a empresas que no tienen crédito.
No se cómo, pero acaso, pensando juntos, confiando unos en otros, hablando mucho, reunidos los empresarios que se angustian en la soledad de sus empresas tambaleantes, puedan agruparse, crear su “sistema monetario” en el que el papel de cada uno sea un “Juanita pagará en especie al portador” que circule en el Polígono Industrial de Los Caños, y que aunque sea con un “seguro de cambio” pueda servir para adquirir bienes o pagar servicios en la calle Sevilla y, hasta es posible que el “pagará al portador de los empresarios de Zafra” no solo sea válido en Villafranca de los Barros sino que permita mover un poco en los negocios en Talavera, Alcalá o Castellón de la Plana.
La base de cualquier sistema económico se basa en la confianza y la buena fe en los negocios. Y, estoy seguro, sería posible reunir a muchos empresarios en los que se puede mantener la confianza.
Por otro lado, creo que no sería malo recordar que es mejor conseguir tres partes de cien que luchar en vano para conseguir cero de mil.
Pienso que es mucho mejor cambiar algo, aun no ganando mucho, con otros empresarios y hasta con el cliente final, que esperar agonizando a que los bancos, las cajas o el gobierno abran el grifo de un depósito que, muy probablemente, está vacío.
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