Desde hace tres días miles de ciudadanos, la mayor parte jóvenes ocupan la Puerta del Sol de Madrid en demanda de cambios profundos en la política y, sobre todo, en la situación de la sociedad.
Los Indignados, como algunos les llaman, el Movimiento M 15 como les llaman otros, carecen de siglas, parecen no tener líderes y cargan contra los partidos políticos, a los que acusan no solo de mala gestión sino y sobre todo de corrupción.
Existen interpretaciones múltiples sobre el significado de la protesta que, por la variedad de los mensajes que emiten los manifestantes o, mejor dicho, los ocupantes de la Puerta del Sol, pueden ser todas ciertas o menos ciertas, pero de lo que no hay duna ninguna es de que estamos ante la expresión clara del descontento y hartazgo social con la política y los políticos, a los que, en última instancia se acusa de que los ciudadanos no tengan casas, las estén perdiendo, no tengan trabajo ni puedan encontrarlo y esto es lo más importante, no tengan futuro.
Los partidos de izquierdas, especialmente los comunistas de Izquierda Unida y los socialistas del PSOE de Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno de España, están tratando por todos los medios de aproximarse a los Indignados para captar los votos de estos jóvenes desencantados de la política en las elecciones del próximo domingo.
Por su parte, el partido de las derechas, el Partido Popular, considerando quizá que los Indignados no son sus potenciales clientes, tratan al mismo tiempo de distanciarse del movimiento y de no molestar a quienes simpatizan con sus miembros.
Salvando las distancias, me vienen a la memoria los hechos y, sobre todo, las ideas del Mayo de 1968. El estallido de los jóvenes franceses en demanda de cambios, de los grandes cambios que todavía tiene la frase mágica “la imaginación al poder”.
Los entendidos y los medios de comunicación tratan de comprender el fenómeno de los Indignados, de saber en qué se asemeja y en qué difiere de la sublevación de los jóvenes árabes en el sur del Mediterráneo, y tratan de averiguar qué se puede hacer para resolver sus demandas, tratando de evitar con ello que se produzcan males mayores.
Creo que, a fin de cuentas, la aparición de los Indignados y las demandas que presentan son una expresión del malestar de la sociedad española y de la percepción de que, por el camino que vamos, no tiene solución
Pero, ¿Qué hacer? Es sencillo: Lo primero de todo, todos, entre todos, tendremos que hablarnos y escucharnos, luego, cuando sepamos qué queremos, tendremos que, entre todos, pactar un futuro y caminar.
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