¿Quién no ha visto alguna vez a un marido enamorado negarse a aceptar las más claras evidencias de que su mujer entrega, día tras día, su afecto a un amante?
¿Quién no ha visto a alguna mujer lucir con orgullo sus gracias, sin darse cuenta de que todo el mundo se da cuenta de que las tiene más que gastadas?
¿Quién no ha visto alguna vez a un empresario explicar, muy seguro, que el banco le va a dar crédito, sin darse cuenta que todos, saben que está en la ruina?
¿Quién no ha escuchado a algún político afirmar que ha alcanzado un notable éxito cuando objetivamente ha cosechado un absoluto fracaso?
¿Quién no ha visto alguna vez a alguna persona negar las mayores evidencias porque no quieren verlas o escucharlas?
Y, me sigue asombrando, me asombra cada día un poco más, el que ahora, en la campaña electoral, cuando el candidato socialista vende lo que cualquier persona sabe que no es verdad, hay millones de españoles que, porque no quieren verlo, le piensan votar.
Y, me espanta también, en esta campaña electoral, que cuando el candidato popular calla cuidadosamente lo que va a hacer cuando comience a gobernar, haya quien tenga alguna duda de que omite decirlo porque sabe que hay mucha gente que gusta de estar ciega y no hay más ciegos que los que no quieren ver.
Y, me digo a mi mismo, si en nuestra sociedad hay tantos ciegos y tantos sordos, ¿no seré yo también uno más entre los muchos que son ciegos porque no quieren ver y sordos porque no quieren escuchar?
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