A lo largo de las últimas semanas, a mi pesar, he dedicado largas horas a pensar en la situación económica y social de España y a reflexionar sobre el cómo puedo contribuir, aplicando cuanto se y toda mi voluntad, a la vuelta a la prosperidad.
Y, entre los flecos del pensamiento, hay varias ideas que han ido creciendo ante mis ojos y que, es muy probable, sean las más importantes de cuantas han poblado mis pensamientos y, aunque sean meras abstracciones, quizá que puede ser útil hablar de ellas.
Comencemos por el principio: En el mundo occidental, en el marco de la cultura euro cristiana, es creencia generalizada que todos los seres humanos tienen Conciencia, entendida esta como la luz interior que hace que cada individuo, hombre o mujer, sepa siempre lo que esta bien y lo que está mal y que obrar bien permite mantener la paz interior, buena conciencia, y obrar mal es un tormento que puede llegar a matar, mala conciencia.
Pues bien, esta creencia euro cristiana, para bien o para mal, aunque esto no sea demasiado conocido, no es la misma en todas las culturas. El dictado de la Conciencia se rige por normas, por mandamientos que pueden ser bien diferentes del “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”, orientadores de la buena y de la mala conciencia, e incluso se puede dar el caso, con enorme frecuencia hoy, de que la conciencia de las personas no emita mensajes al interior de la persona relacionados con el bien y el mal, sino con el me gusta o me disgusta, lo que a fin de cuentas, se podría definir como el no tener conciencia.
Por otro lado, de todos, es sabido que en la cultura judía de la época de Jesucristo, como en la cultura de la mayor parte de los pueblos de la época, el mandamiento era amar al próximo y odiar al enemigo, o que en la cultura islámica matar a otro hombre puede ser malo, si se mata al creyente o bueno, si se mata al cristiano y que en la cultura china tradicional, atentar contra la vida o engañar a los extranjeros no es factor relevante en la conciencia de las personas.
Y, añadimos otra idea: La realidad, en el mundo de hoy es que si el pensamiento abstracto es un atributo que solo existe en el treinta por ciento de la población, el pensamiento ético, para bien o para mal, tan solo existe en menos del cinco por ciento de los seres humanos.
Omitiendo mil datos adicionales, diré que la sociedad occidental, a lo largo de dos mil años, partiendo de los principios básicos del cristianismo, ha desarrollado el concepto de la ley natural, cuyos principios han ido calando en la sociedad, por la influencia de la Iglesia, el derecho positivo y el poder civil. Y, de alguna manera, las gentes “se han convencido” de que hay cosas buenas y cosas malas, de que existe la buena y la mala conciencia.
Pero, ¿No han pensado ustedes cómo es posible que teniendo todos los hombres conciencia, sea tan frecuente que se produzcan todo tipo de crímenes? ¿No será que, a la hora de la verdad, el poder de la conciencia es bien pequeño?, ¿No será que hay multitud de personas que tienen “su propia y particular” conciencia? ¿No será que hay personas que carecen de conciencia? Y la verdad es que hay muchas personas que carecen de Conciencia.
Y ahora, la idea que da nombre a esta entrada: La ventaja competitiva de no tener conciencia.
En el mes de marzo de este año dicté una conferencia sobre la economía española en la Universidad Católica de La Paz, en Bolivia, y en ella afirmé al textualmente que:
“Las medidas (para el retorno a la prosperidad), muy duras, que se van a adoptar en el muy corto plazo o, como muy tarde, antes del final de 2012, gobierne en España quien gobierne y sea la que sea la oposición política, en un breve enunciado son las siguientes:
• Reducir drásticamente el gasto de las administraciones públicas, tanto de la estatal como de las autonómicas y locales.
• Asegurar los puntos débiles del sistema financiero, especialmente en el ámbito de las cajas de ahorros……”
Mis amigos, bolivianos y españoles, cuando me han escuchado o leído el contenido de los párrafos anteriores y el resto de las medidas que fui desgranando a lo largo de la conferencia, no han podido evitar el decirme, los más generosos, que estaba equivocado y los menos generosos, que estaba loco: El Presidente del Gobierno de España nunca daría su brazo a torcer, acertado o equivocado, el Sr., Rodríguez Zapatero, es poseedor de convicciones profundas y nunca iría contra su conciencia. Yo, que de algunas veces, aunque no muchas, soy bastante prudente, entre febrero y mayo de este año, me he limitado a pedir a mis amigos que antes de juzgar mal mis palabras esperaran algunas semanas.
La razón de mi seguridad, ahora lo puedo decir, mi absoluta seguridad de debía a que en la observación de los comportamientos del Sr. Rodríguez Zapatero se puede apreciar que es un hombre con una inmensa, absoluta capacidad de adaptación, por la simple razón de que para él no existe ni la ley natural ni la conciencia, por ello para el no hay bueno o malo, tan solo lo que a él en cada situación, porque no tiene ni buena ni mala conciencia, no tiene conciencia.
¿No es verdad que no tener conciencia es una inmensa ventaja competitiva para luchar contra adversarios que tienen, aunque no mucha, alguna conciencia?