En los últimos meses,
desde el final de julio, no he subido entrada alguna al blog.
Y, aunque pueda engañar
o engañarme arguyendo mil escusas: que si los muchos viajes, que si alguna
gotera, que si soñar otra novela, que si
el calor del verano; pero la verdad es
solo una, el blog estaba tan inmerso en
un bucle de tristeza que, en un momento de lucidez, decidí
desterrar de mis textos y, en lo posible, de mis pensamientos la pena que si no extremo las precauciones,
aún ahora, en cualquier descuido, se hace presente y me acompaña.
Y parece que voy bien,
ya tienen su lugar en el ordenador algunas páginas nuevas que cuentan historias
inventadas, que mezclan alegrías y tristezas, que hacen acopio de maldades y
proclaman anhelos de virtudes imposibles; sí, es un maravilloso milagro sentir como
iluminan y oscurecen el alma del autor las gracias y desgracias de unos
personajes que, poco a poco, conforme crecen, escapan a cualquier tutela y
viven, sufriendo y gozando, en completa
libertad.
Y sí, en obligado dar
gracias a Dios por haberme concedido cuando he sido mayor, cuando todo estaba
hecho, a la vejez, el don de soñar historias, darles un soplo de vida y ofrecer en derredor
muestras plausibles de los sentimientos
de amor y desamor que, al final, son el motor de nuestro mundo.
Y hoy, con la esperanza
de volver pronto, con nuevas entradas en
el blog, por hoy termino.