domingo, 29 de agosto de 2021

966. MADRE PATRIA, UNA LUZ EN LA OBSCURIDAD

 

Cuando mi mundo, nuestro mundo, se tambalea, en mi resistencia a aceptar la muerte de la hegemonía de los Estados Unidos y, sobre todo, de la desaparición definitiva de lo poco que queda de aquello que, en el pasado, fue España, he leído, bebido mejor, Madre Patria, la obra extraordinaria del profesor argentino Marcelo Gullo Omodeo y, debo decirlo, ha encendido una luz en la obscuridad de mis pensamientos.

Hace muchos años, saliendo de una España pobre y aislada, porque tuve la fortuna de vivir en Bolivia, pasear Venezuela, Perú, Colombia, Argentina y Chile, pisar sus tierras y conocer a sus gentes, supe y sentí en el alma lo que había sido y todavía era, en el fondo, España. Y descubrí, con asombro, que a mis amigos americanos les había pasado lo mismo cuando habían visitado España.

Desde entonces, toda la vida, lo he tenido muy claro, mis amigos de América, no solo son mis amigos, en lo bueno y en lo menos bueno, son mis hermanos, todos somos hijos, frutos de la misma España.

Años más tarde, cuando ya dentro del Mercado Común, España se convirtió en un país “europeo”, y los españoles, “nuevos ricos” comenzamos a estar orgullosos de nosotros mismos, a “creernos algo”, sentí, acaso porque seguía viajando, con pesar y creciente desasosiego los males que padecían nuestros hermanos americanos y el absoluto e injustificado desprecio que hacia ellos, porque “no son europeos”,  crecía entre los españoles de España.   

Y, en los últimos años, cuando después de las grandes crisis que han destapado nuestras debilidades, la fragilidad de nuestro bienestar, la realidad de Europa y estamos a punto de ver, partida en pedazos, lo que queda de España, vuelvo a pensar, con añoranza de viejo, lo que fue muestro Imperio.

Pero, dejando a un lado lo que siento, vuelvo a Madre Patria, al libro de Marcelo Gullo Omodeo: limpio, bien documentado, sin prejuicios y  riguroso, es el recuerdo de lo que fuimos, es la explicación de nuestra pasada grandeza, es el relato, terrible, del cómo, siendo el Imperio, perdimos la guerra y el por qué ahora  estamos a punto de perder hasta lo último que nos queda de España.

Y, hay algo más, algo de extrema importancia:  Madre Patria es una canto de esperanza, en este tiempo de crisis, en un caos donde todo es posible, es el recuento de las fortalezas con las que unos hombres decididos, buenos y ambiciosos, como lo fueron sus abuelos, pueden reconstruir, para bien del mundo, el Imperio de las Españas.

Y, para terminar esta entrada, un ruego: por favor, lean ustedes, amigos míos, Madre Patria, muy lejos de la leyenda negra, estarán muy  orgullosos de ser españoles, es lo mismo, de América o de España.

Nota:

Hay otro libro, también de Marcelo Gullo Omodeo, Insubordinación y desarrollo: Las claves del éxito y el fracaso de las naciones, también vale la pena leerlo.

 


 

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 23 de agosto de 2021

965. DEL USO DE RAZON

 


Hoy, 23 de agosto, mi nieta Constanza cumple siete años, ya es mayor y tiene uso de razón.

Y, ¡es extraño el poder de la memoria!, en mi cabeza de viejo vuelven a estar presentes los pensamientos que, al cumplir los siete años, sin saberlo entonces, me hicieron pasar, con una mezcla de alegría y dolor, de ser niño a ser mayor: ya tenía uso de razón, sabía distinguir el bien del mal; ya era responsable lo que pensaba y de lo que hacía y, por ello, Dios y mis padres me iban a castigar o a premiar. Ya tenía que ir a misa los domingos, el viernes no podría comer carne porque entraba la cuaresma, tenía también que ser bueno con mis hermanos   y era mi obligación cumplir los mandamientos de la Santa Madre Iglesia.    

Evidentemente, cumplir los siete años en absoluto significaba que hubiera dejado de ser    niño, solo quería decir que seguía siendo niño pero ya mayor; y, ciertamente, mi visión del bien y del mal, afortunadamente, era extremadamente sencilla: lo bueno y lo malo era lo que mis padres me habían enseñado; carecía de conocimientos y me faltaban años para poder distinguir los matices grises de la línea continua que convierte el bien en mal o viceversa.

Sin embargo, a pesar de todo, el día de aquel cumpleaños, de la noche a la mañana, asombrosamente, adquirí el uso de razón y, desde entonces, siempre he podido distinguir, ¡a veces con dolor!, lo que está bien de lo que está mal y, consecuentemente, he sabido también que está en mis manos, en nuestras manos, elegir, incluso en sus grises, entre el bien y el mal.

Hoy setenta años después de que su abuelo adquiriera el uso de razón, mi nieta Constanza, “se ha hecho mayor”, y detrás de sus ojos limpios, en su cabecita preciosa, se la encendido la luz que, desde ahora, toda su vida, va a alumbrar decisiones, muchas difíciles, que, Dios le ayude, habrá de tomar para elegir entre los grises del bien y del mal.  

Muchas felicidades Constanza, muchas felicidades mi querida nieta, porque hoy cumples siete años y, tu abuelo lo sabe,  eres mayor y tienes uso de razón. 


 

miércoles, 18 de agosto de 2021

964. HEMOS PERDIDO LA GUERRA

 

Es terrible, pero es así: los norteamericanos, los europeos, los españoles, nosotros, hemos perdido la guerra. Los talibanes afganos y sus aliados no occidentales nos han vencido, han ganado la guerra.

Y no, no hemos perdido una batalla, hemos perdido una gran guerra, una guerra en la que los talibanes, devotos musulmanes, han destrozado, quizá para siempre, la hegemonía del occidente cristiano, rico, descreído y prepotente.   

La caída de Afganistán, estoy seguro, ha abierto un nuevo camino en la Historia, es la derrota del Guadalete, es la muerte de Constantinopla y es también la conquista de Granada o el triunfo de Hernán Cortes; es el símbolo del final de los imperios de occidente y el renacer de un islam dispuesto, con la ayuda de Ala, a disputar el futuro al impío y materialista dragón chino.

Y, en el verano de España, escondido en el bienestar, lejos del campo de batalla, encogido el corazón, mis ojos se llenan de lágrimas; sufro el dolor de la derrota como tantas veces lo sintieron nuestros abuelos en las muchas guerras que perdieron; y, como ellos, sin resignarme a aceptar que hemos salido de la Historia, sueño que los occidentales, pasado un tiempo, volvamos a ser, pero mejor, lo que ha sido nuestro Imperio.

 


                               (this-image-distributed-courtesy-of-the-us-air)