Hoy he despertado con nuevas noticias sobre los progresos
del doctor Sánchez hacia su objetivo de cambiar, sin atenerse a lo previsto en
las leyes, el modelo de convivencia, la Constitución, en nuestra sociedad. Y
ello, acaso para mal, me lleva a volver, ¡es tan duro!, a pensar!
Y sí, es cierto, los seres humanos, para sobrevivir, nos
adaptamos a todo, con facilidad, casi sin darnos cuenta, a lo bueno; y con
mayor o menor dificultad, a lo malo y lo peor.
No hay más que ver cuanto y bien trabajamos cuando nos
agrada lo que hacemos; o lo bien aceptamos, aunque sea una ruina, que nuestros
gobernantes conculquen las leyes a favor de sus intereses y en contra de los
nuestros.
Y, cuando te acostumbras, hasta resulta aburrido y hasta te
olvidas, sobre todo si te llaman guapo y te dan un caramelo, de los desmanes que,
a tu alrededor, se están produciendo.
El doctor Sánchez, lo estamos viendo, una y otra vez, amparándose
en las mismas leyes que a los demás exige y él incumple, actuando como un dios,
impone en la sociedad. Y, no pasa nada.
Pero no, aunque lo anterior es verdad, la historia y la
vida lo explican, que solo lo es durante un tiempo: antes o después, quien se
salta las leyes y oprime a los demás deja de poder hacerlo y paga un muy alto
precio por haberlo hecho.
Pero ¿cuándo ocurre eso? No se sabe, el poder, aunque ciega
a quien lo posee, tiene una inmensa debilidad: ¡enseña. Y, cuánto más grande
es, más enseña.
El doctor Sánchez, en su narcisismo, ejerce y enseña el
poder sin límites; y hay españoles que, cuando terminen de aprenderlo, ¡se
tarda!, actuarán, en su contra, también sin límites.
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