sábado, 20 de abril de 2024

1015. ESCRITO A MANO PARA NO OLVIDAR (III)


Se incluyen en esta entrada las páginas 7 y 8, redactadas en días de Semana Santa, del texto Escrito a mano para no olvidar.

Hoy es Viernes Santo, en televisión hay muchas imágenes de procesiones que han salido y de otras que se han cancelado por la lluvia. Me gusta el Viernes Santo, y me gustaba cuando era joven y comenzaban a celebrarse las procesiones en Torrelodones. Fue mérito de Agapito, un hombre bueno, con mucha iniciativa que supo apoyarse en la gente de un pueblo desarrapado que no tenía nada, ni siquiera conciencia de ser un pueblo.

Vienen a mi memoria recuerdos del todo perdidos. Pedro el usurero, sentado junto a la báscula en que pesaba el grano y, yo no lo sabía, hacía dinero; y la iniciativa de José Luis con sus bicicletas, no había coches, y el panadero, y los gritos del hermano de Teodoro Domingo

No pensaba que el bolígrafo se podía deslizar, casi sin esfuerzo, por más allá de caminos enterrados hace cincuenta, sesenta o setenta años. ¿Qué fue de Serra?, no recuerdo su nombre de pila, quizá cincuenta, sesenta o setenta años. ¿Qué fue de Serra?, no recuerdo su nombre de pila, quizá quería ser un intelectual y, por eso, leía poesía o nos hacía sentir el olor de las tardes lluviosas del comienzo del otoño; y, ni siquiera recuerdo dónde vivía, ni los años que tenía, ¿seis, cinco, más que yo?

Escribir en la residencia, estando tan malito, es como escribir un diario como el que llevé, de niño y de joven, tantos años, y quemé porque, de repente, descubrí que aportaba nada; solo tenía hechos, y los hechos, siendo todo, son nada. Y estas hojas valen tan poco como el diario, pero ahora, porque no tienen hechos, son pedazos de vida unidos por las líneas que he trazado con la mano que uso, después de muchos años, para escribir.

Es extraño, hasta ayer por la tarde no lo había pensado, pero me parece, tengo la sensación de que no voy a superar la enfermedad, que en cualquier momento la infección volverá a instalarse en alguna parte de mi cuerpo y,  como en un caldero de fuego, las bacterias saltarán y saltarán comiéndose todos los tejidos sanos hasta que no quede nada.

Y, lo cierto es que cuando, en mi cansancio, lo pienso, solo se me ocurre rezar el Ave María y pensar  en tumbarme en la cama, muy quieto, para sentir menos el dolor.

Tengo pendientes varias llamadas de teléfono, no se cuántas, pero me siento incapaz de mantener una conversación  mínimamente coherente, con una voz razonable y no como si saliera del abismo.

En realidad, estoy mal y aunque pueda mejorar no creo que pueda volver a ser lo que era.

 Me alegra haber dejado terminado el último libro, Reflexiones y recuerdos, el final, solo falta añadir o quitar unas páginas para la publicación de la obra. Y cuando esté, si llego a estarlo, un poco mejor, regalaré el libro a los hijos, a los hermanos, a los amigos. Los pequeños garabatos, letras quizá ilegibles, han llenado esta hoja en la que he descubierto que estoy, que sigo estando, muy malito y que es muy posible  que no me pueda recuperar nunca, que sea ya , para siempre, un viejo dependiente y  vivo a pesar de prescindible.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido José Luis, tienes la suerte que te funciona la cabeza y la mano para escribir. Lo demás ya sabes que es pasajero. Viendo entre comillas el siguiente paso que tenemos que dar no podemos dejar de agradecer que lo “conozcamos”, esperamos vernos ….