Leo en la prensa: “Dos millones de viajeros se verán hoy afectados por la tercera jornada de huelga en el Metro de Madrid, que se inició hoy sin servicio en toda la red del suburbano. Ayer representantes de sus 7.500 trabajadores decidieron en asamblea no respetar hoy los servicios mínimos decretados”.
Me hago dos preguntas: La primera es ¿tiene una solución “razonable” la huelga? y la segunda, ¿estamos ante el comienzo de lo que será la tensión social en España durante los próximos meses?
A la primera mi respuesta es sí, sea el que sea el motivo de la huelga, siempre es posible encontrar, antes de que se encone demasiado, una solución razonable. Sin embargo, si se extiende demasiado en el tiempo las vías de solución son cada vez más difíciles y cuando, de una manera u otra, termina la huelga, deja heridas que, antes o después, generan más víctimas, mucho dolor y graves resquemores siempre. Por tanto, es mejor una solución razonable que una victoria de cualquiera de las partes.
En cuanto a la segunda parte, mi respuesta es: probablemente sí. La sociedad se está empobreciendo, no ve caminos de solución y, ante una desesperanza cada vez más profunda, es humano, se está radicalizando para exigir a “los otros” un imposible retorno a la prosperidad.
Para que la tensión social no suba de grado es absolutamente imprescindible que la sociedad vea “salidas” y estas tienen que aportarlas “los otros”, los que tienen “técnicamente” los recursos y la capacidad de decisión, es decir, los gobiernos, los empresarios, los sindicatos y los medios de comunicación.
Tan solo con un gran pacto nacional, cediendo todos muchísimo, será posible evitar que los conflictos sociales que inexorablemente viviremos los próximos meses se mantengan en una dimensión razonable.
Si la tensión social crece y sigue desarrollando sus propias sinergias, compartiremos todas sus muy malas consecuencias
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