Las familias, casi todas las familias, han guardados para sí, a lo largo de los años sus secretos, los llamados secretos de familia.
Entrar en el conocimiento de los secretos de una familia, tradicionalmente significaba que no solo la persona había entrado formalmente en la familia sino que era ya un miembro del núcleo de esa familia. Tan solo quienes pertenecían a ese núcleo tenía acceso a los secretos familiares.
Evidentemente, los secretos familiares en todas las familias, siempre han estado relacionados con hechos inmorales e incluso ilegales, relativos a la honra de alguno de los miembros de la familia y, por extensión, a toda la familia.
Amores prohibidos, hijos habidos de relaciones incestuosas, desiguales, de fornicaciones ocasionales o simplemente extramatrimoniales eran temas tabú que tan solo en edad adulta y con mucho secreto eran transmitidos a los adultos de la familia.
Al igual que las estafas, los robos, la usura, de los padres, abuelos o bisabuelos, sobre todo cuando estaban en la base del estatus social o el bienestar familiar, también eran objeto de secreto en las familias.
Y también los parricidios, infanticidios, uxoricidios y casi todos los homicidios se ocultaban dentro de las memorias de la familia como los cofres vivos llenos de amarguras y dolores familiares.
Las enfermedades y las taras físicas o psicológicas habidas en las últimas generaciones, las causas nunca mencionadas de muertes familiares, la maldad de la abuela, los vicios del abuelo, la crueldad de algunos y la estupidez de otros, eran también objeto de secretos familiares, como eran en muchos casos el origen racial, la posición social o la religión de alguno de los antecesores.
Bien es verdad que todos los secretos familiares tenían auténtico valor durante tres generaciones, cuando pertenecían a la vida de los bisabuelos comenzaban a diluirse y poco a poco quedaban en el olvido de la memoria familiar donde, como mucho, eran meros sucedidos sin incidencia en la vida de las personas.
Los secretos familiares han sido siempre fardos muy pesados cargando sobre las espaldas de quienes, por saberlos, han temido por su honra, la de sus hijos o la de su familia. Una carga terrible que ha amargado la vida, especialmente a las mujeres, a muchos hombres y a jóvenes de ambos sexos de muchísimas familias.
Hoy, afortunadamente, la sociedad es más permisiva y ya no entran en la categoría de secretos familiares temas de amores y desamores, tiene poca importancia el origen de los bienes y la procedencia social de la familia, pero, para mal, todavía existen demasiados secretos de familia.
Por el dolor que generan a las personas y porque aún se dejan como herencia maldita a los jóvenes de las familias, pienso que es importante que en las familias que se guardan secretos se abran las ventanas y dejen que salgan a la luz y marchen con el aíre los secretos familiares.
No hay secretos familiares que valgan una pizca de amargura a los hijos o los nietos de quienes hicieron, bien o mal, cosas que a fin de cuentas hicieron y sufrieron ellos.
¿Tiene alguna importancia que el abuelo fuera rico, que la abuela fuera pobre, que el abuelo fuera tonto o la abuela una lista?
¿Importa algo que el abuelo asaltase caminos o que la abuela fuera una usurera?
¿Podemos hacer algo para dar la vida al hombre que mató el abuelo o resucitar al primer marido que murió porque la abuela, loca de celos le tiró a un precipicio?
Y, a fin de cuentas, ¿no es mejor haber tenido un abuelo cura y la abuela una golfa asaltacamas que no haber nacido porque el cura no pecaba y la joven que pudo ser mi abuela nunca se levantó la falda?
En resumen, creo que lo mejor para las familias es que no existan los secretos de familia y si existen y quienes los guardan no pueden o no quieren sacarles al aire que, al menos, los dejen morir en el olvido y no los transmitan, como secretos familiares, a los jóvenes de la familia.
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