Siempre que escucho en boca de alguien, para dar una orden, la expresión “cueste lo que cueste”, entiendo que está diciendo que quiere conseguir algo valioso sea el que sea el precio y que, por supuesto, para ello, el fin justifica los medios.
Al mismo tiempo, siempre entendido también que el “cueste lo que cueste”, implica evitar que lo que se haga perjudique a quien da la orden del cueste lo que cueste.
Es el “cueste lo que cueste” del general que quiere tomar una posición enemiga aunque lleve a la muerte a muchos de sus soldados. Quiere la victoria y la medalla.
Y lo es el “cueste lo que cueste” del empresario o del alto directivo que quiere reducir costes despidiendo personal. Si lo consigue él seguirá en la empresa, está estará mejor y él tendrá su beneficio.
Al igual que el “cueste lo que cueste”, del casero que quiere expulsar a su inquilino para disponer de su local son nadie dentro.
Y es el “cueste lo que cueste” del político que quiere ganar las elecciones para sentarse en el sillón del Presidente o del Alcalde del lugar.
Al final de todo “cueste lo que cueste” está la utilidad, el beneficio o la victoria de quien quiere, por los medios que sea, conseguir algo,
Evidentemente, cuando escucho a alguien un “cueste lo que cueste” me da miedo y si se lo escucho dos veces, mucho miedo..
Otra cosa es el “me cueste lo que me cueste”. Aquí cambian las cosas, lo que hay que conseguir es importante y es extremadamente difícil conseguirlo, pero conseguirlo es mucho más importante en sí mismo que la propia persona que acepta cualquier coste para alcanzarlo, incluida la pérdida de sus bienes, de su honor e incluso de la propia vida.
Es el “me cueste lo que me cueste” del padre o la madre que quieren la vida de un hijo gravemente enfermo.
Y el del héroe que “me cueste lo que me cueste”, arriesga su vida para sacar de una catástrofe a un niño.
O el pecador arrepentido que “me cueste lo que me cueste” quiere reparar el daño causado.
Y el del estafado que “me cueste lo que me cueste” quiere vengarse de quien de quitó su hacienda.
O el del marido engañado que “me cueste lo que me cueste”, a ella y a él les quitaré la vida.
Por supuesto, en todos los casos del “me cueste lo que me cueste” todos, absolutamente todos los medios sirven para conseguir esa algo, no existen límites. Por ello, nadie es más peligros para los demás y para sí mismo que alguien que quiere algo “le cueste lo que le cueste”, aunque implique meter a todos con él en el infierno.
Evidentemente, si tengo miedo cuando alguien dice “cueste lo que cueste”, cuando escucho el “me cueste lo que me cueste”, me entra el pánico.