El
accidente terrible del tren a Santiago de Compostela ha arrebatado la vida
joven de David.
Con
su muerte, el más doloroso
luto ha llenado para siempre el
corazón de toda la familia.
Y,
porque creo que la pérdida más dura, esa que tiñe de dolor los recuerdos, esa para la que no hay consuelo, es la muerte de un hijo; desde mi propia tristeza, digo a Conchi
y Antonio, en el más estricto sentido de las palabras, que los acompaño en el sentimiento.
Y
me uno también a Teresa, a Fuensanta y a Isidoro,
los abuelos de Bohonal de Ibor, y a toda
la familia que llora y llorará siempre
la muerte de David.
Pido
a Dios que conceda a David y a su novia
Laura, el descanso eterno y dé a sus familias la mucha fuerza que necesitan para vivir estas muertes en razonable paz.
Nota:
También
siento el mar de dolor que llena los corazones de las muchísimas personas que están sufriendo por el
mismo accidente, el dolor de las muertes, el temor de las graves heridas
o la incertidumbre de tener algún desaparecido, en sus propias familias.
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