miércoles, 24 de febrero de 2016
720. UNA BUENA NOTICIA: EL NO VENCE EN BOLIVIA
Los bolivianos han
dicho No al cambio de la Constitución que hubiera permitido al dirigente populista Evo Morales
presentarse a la reelección en 2019.
No cabe duda que de
entre los populistas de izquierdas que han ocupado el poder durante los últimos
años en América, Evo Morales está, más allá del lenguaje, entre los menos malos
y que, además de no pocas insensateces, ha
conseguido notables éxitos, de entre los cuales uno ha sido su
política económica que ha permitido el progreso de la sociedad boliviana
y otro, en mi opinión el más importante, haber acelerado, para bien, los políticas de inclusión social que, iniciadas
por gobiernos democráticos anteriores, han incorporado a la vida económica,
social y política a una parte de la población tradicionalmente incomprendida,
olvidada y, sin duda, maltratada.
Y, en mi opinión
han sido precisamente esos éxitos, la inserción social y el crecimiento económico,
los que han producido el NO a la reelección de Evo Morales, presidente desde el
año 2006, que seguirá en el cargo hasta 2019 pero que en ese año habrá de dejar
la silla en el Palacio Presidencial.
Los bolivianos, menos pobres y más integrados en la vida de su
propio país, conscientes de que el populismo de Evo Morales es un peligro para su
bienestar y su progreso, han dicho NO queremos que sigas, a un presidente que aunque
no ha satisfecho las expectativas que despertó
en 2006, ha hecho algunas cosas bien.
martes, 9 de febrero de 2016
719. DECEPCIÓN, IMPOTENCIA Y AMARGURA
Cuando cayó el Muro de
Berlín, un buen amigo, comunista de siempre, me explicaba sus sentimientos con una
pregunta: Cómo te hubieras sentido tú, católico desde que naciste, si hubieras
visto al Papa de Roma, Juan Pablo II, el día 10 de noviembre de 1989, hablando
desde su ventana en la Plaza de San
Pedro, anunciando que la Iglesia Católica estaba equivocada y que Dios no existe.
La decepción, la impotencia
y la amargura de mi amigo, como es natural, me impresionó muchísimo. Había sido
toda su vida un buen comunista,
admirador de Rusia, trabajador incansable y sacrificado, había sacrificado su
carrera profesional, el bienestar de su familia e incluso su salud física, a la misión heroica de proclamar y extender el
comunismo en su país y en todo el mundo; y todo, con el Muro, se había desplomado.
Pues bien, aunque probablemente
sin llegar al drama que vivió mi amigo, en estos tiempos, mi sensación que acaso
comparto con muchos españoles de mi
generación es similar a la que él sintió cuando cayó el Muro de Berlín.
Hacer las cosas bien, trabajar
duro, contribuir al bienestar y al progreso de mi país, sentir orgullo y disfrutar
de los continuados éxitos de los
españoles y el constante e imparable progreso de mi patria, ha sido una constante
durante muchos años, jamás me hubiera pasado por la imaginación que todo lo que
he vivido pudiera ser un espejismo.
Parece que nuestra
sociedad está dividida, que las rivalidades crecen, que el resentimiento ha retornado y que el odio entre
españoles se abona y suben de día en día. La convivencia se rompe y el
otro, que no piensa como yo, es el enemigo. Una parte de la sociedad,
envenenada y enferma, se apresta a destruir
todo lo que hemos construido, con muchísimo esfuerzo, entre todos.
Y, estos terribles
sentimientos de decepción, impotencia y amargura, acaso para mal, me tientan y,
no pocas veces me obligan, ante los hechos, a callar, a, porque hablar no es útil,
guardar silencio, a esconderme en lo íntimo en lo familiar, en lo que es próximo
y todavía humano, a olvidar que hay mañana y vivir el día a día, a construir
ficciones en mundos soñados.
¿Exagero? Es posible
que así sea, es posible que, sin darme cuenta, me haya vuelto viejo, nada ansío
tanto como estar equivocado y nada
desearía tanto como estar diagnosticando
como mortal un simple catarro.
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