Sumamente
malo, que causa daño intencionadamente, es el primer
significado que da a la
palabra perverso el Diccionario de
la lengua española que, por otra parte, define
perversidad como cualidad de perverso.
Con creciente horror, llevo un
tiempo tratando de saber y
comprender qué es, por qué existe,
cómo se produce, donde se encuentra y
en qué medida está presente en nuestra sociedad el mal que genéricamente llamamos
violencia doméstica y de género o, probablemente con más precisión, simplemente maltrato de hombres a mujeres, de
mujeres a hombres y el de hombres y mujeres a inocentes niños.
Pues bien, de lo mucho malo que he
encontrado, de las palizas y de las humillaciones, del miedo constante, de la
repetición del ciclo del maltrato (tensión, explosión,
arrepentimiento, más tensión, explosión, más maltrato, etc.), hay algo que todo lo supera con creces, que incluso me
hace creer en la presencia real de demonios que se encarnan en el cuerpo de seres humanos. Me refiero a la existencia, más que frecuente, de hombres y
mujeres perversos que, escondidos en la aparente debilidad de la
vejez, gozan en la perversidad.
Esos, esos hombres y mujeres perversas, frías y malvadas, cuando realmente
lo son, no actúan de forma ostensible, lo hacen mediante alusiones, insinuaciones,
leves sarcasmos, quejas con aparente causa, mentiras y medias verdades, reproches sugeridos, burlas, pequeños toques desestabilizadores, amenazas
veladas y finas humillaciones; y lo hacen mediante hábil manipulación, con aparente bondad, simulando
afecto y siempre sobre sus hijas
y sus hijos, en especial sobre quiénes más se
esfuerzan en el cuidado y procuran el
bienestar del hombre malvado o de la
mujer perversa.
El hombre, la mujer perversa, aunque
sea anciana y esté enferma, es muy fuerte, es fría, no sufre y solo está fingiendo
cuando, llorando, se queja porque a ella, que tanto ha hecho, ahora que es vieja, pobre y desvalida, la dejan sola,
no la atienden y no es querida.
La perversa, el perverso, disfruta
el sufrimiento de los demás y goza al provocarlo, sus ojos brillan con
alegría cada vez que percibe el dolor del otro al recibir el daño. Y, nunca se
arrepiente de sus actos, cuando parece hacerlo es falsedad, es una táctica para
reforzar su posición de fuerza y seguir siendo, cada vez más perversa.
La víctima, las
victimas porque son simultánea o sucesivamente todos los miembros de la familia
que la cuidan, se preocupan, creen que
siendo buenos, amables y comprensivos, pueden cambiarla, pero se equivocan, no consiguen
nada, ella es perversa, ella no es humana, es un demonio en el cuerpo de un
hombre o una mujer que carece de alma.
Cuidar al perverso o a
la perversa es inútil, la amabilidad y el
afecto no valen para nada, cuanto mejor se la trata ella se hace más y más dura y malvada.
Cuando tienes cerca la
perversidad no se debe olvidar que el
ser perverso no sufre, no siente culpa,
no se arrepiente, su propósito y su meta
es
hacer daño, destruir y gozar el mal del otro.
Las víctimas, el
hijo, las hijas, sufren hasta extremos infinitos, no entienden tanta maldad, les
duele el desamor, sienten angustia
por “no querer a su madre”, no pueden
comprender y menos aún asumir, la
maldad del padre o la madre que son perversos.
Y, ahora que he explicado lo que es la perversidad y el
comportamiento de los perversos, estoy seguro de que cualquier persona que lea
esto, sin pensar demasiado, puede darse cuenta que ha conocido e incluso ha
convivido y sufrido de cerca la maldad de tener cerca a un o una perversa…
Para terminar, un
consejo: La única forma de afrontar con alguna posibilidad de éxito, la
cercanía de un o una perversa, es no
creer lo que dicen, incluso aunque sea en parte cierto, es hacerle frente, negarle la razón, rechazar abiertamente sus insinuaciones,
acusarle de malicia, no hacer caso de sus quejas, no aceptar su aparente dolor
ni su siempre fingido arrepentimiento y,
tanto como sea posible, alejarse de ellos, dejarles solos, mostrarles su
debilidad, su vejez y su maldad, en suma, ser tan duros con ellos que tengan
que esconder su perversidad, nunca la pierden, para lograr que alguien esté un rato y nunca largo
con ellos.
Me dirán que es
cruel, que es inhumano hacer lo que digo, pero si una persona quiere, porque es
un padre o es su madre, a un perverso, la única solución que existe para no ser
del todo dañado o destruido, es
hacerle frente como antes he explicado, y
puede que así, hasta es posible, que su padre o su madre, parezca que casi no es perverso.
Nota:
Me dirán: ¿Por qué José Luis, ahora te
ocupas de un tema tan desagradable?
La razón es sencilla, para soportarlo, necesito
compartir la espantosa realidad que, al indagar para escribir una
nueva novela, estoy descubriendo sobre el maltrato, ese terrible
mal que viene de lejos y produce
estragos en la sociedad de nuestro tiempo.