¡Qué extraña es la imaginación, cómo
mezcla realidades de hoy y recuerdos
perdidos en el olvido!
Una nube de ensueño me arrastra, primero al libro de Historia Sagrada que leí en la infancia y luego al cuadro de Rubens que la recuerda.
En ambos veo
a la bellísima y virtuosa Judit que, mostrando desnudo su pecho generoso y mirando, no sé si a mí o al cielo, sujeta
con la mano izquierda la cabeza
de Holofernes y, con la derecha,
la espada que la ha cortado.
El rostro maduro de Judit, su
cabello rubio despeinado y la
cabeza del guerrero asirio, tornan en
las jóvenes facciones, el pelo moreno y
cuidado de Julia y en la cabeza cruel, con el puñal clavado,
de su marido muerto.
Las dos mujeres, una para salvar
a los judíos de Betulia y la
otra las vidas de los suyos, han matado usando espadas, ancha y larga la una, fina y
corta la otra. Las dos han segado vidas, las dos han matado a un hombre.
Pero
las dos han tenido una muy desigual recompensa, Judit queda libre,
feliz y aclamada por su pueblo; Julia es vejada y castigada sin piedad por el suyo.
¿Es de justicia encarcelar a Julia? ¿No
deberíamos, en lugar de castigarla,
premiar a Julia por el acto heroico de salvar a los suyos matando al monstruo?
Nota:
Para quienes no lo recuerden, Judit
es la protagonista del Libro de Judit
que se encuentra en el
Deuteronomio de la Sagrada Biblia.
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