Cuando ocurren tragedias que matan a personas y
alteran para siempre la vida de sus deudos, me conmueve el dolor y siento una
profunda tristeza que se renueva con la llegada de sus aniversarios.
Guerras, atentados y terremotos, epidemias y naufragios, huracanes y maremotos, lluvias torrenciales,
lava que surge de los volcanes, homicidios, enfermedades y accidentes de mil tipos; son fuentes de dolor
y de múltiples tragedias que producen
muchas muertes y cambian para siempre las vidas de los supervivientes.
Pienso en los muertos, en los hijos, en los nietos y en todos los
descendientes que, por la muerte de aquellos, no han nacido, y pienso
también en las consecuencias que, hasta
el infinito, ha tenido cada una de las tragedias.
Luego, acaso porque pienso, me consuelo:
¡que extraordinarios son los hijos que ha tenido la viuda de mi amigo muerto con su nuevo amor!,
¡cuántos paraguayos no hubieran nacido si las viudas de los héroes de la Guerra del Chaco, escondidas en su dolor, no
los hubieran tenido! ¡qué grandes son Juan, Paco, Francis y John, nietos de exilados que encontraron refugio y amor muy lejos de su tierra!...
Hoy, 18 de julio de 2016, recordando la
tragedia que fue la Guerra Civil para España y para los españoles, siento dolor,
un inmenso dolor, pero siento también, no
poco y muy egoísta, consuelo: al igual que muchos españoles de hoy, sin el gran
drama, lo sé con certeza, nuestros padres, sin la guerra, no se hubieran encontrado
y, ni nosotros ni nuestros hijos, hubiéramos nacido.
¡….es tan grande y tan hermoso el poder
de la Vida!