Son tiempos extraños los
que he vivido, largos como la eternidad y breves como un suspiro. Ahora, suavemente,
con sigilo, se abre ante mis ojos una ventana nueva a lo que, en verdad, es el
camino de la vida.
Durante el último año,
sabiéndolo con la razón y sin aceptarlo con el corazón, he vivido en el luto,
he convivido con la enfermedad, carecido de ánimo y olvidado qué es la
voluntad. La muerte de mi mujer y las goteras
de la edad, junto a las preocupaciones familiares, aunque en todo momento haya
estado rodeado de mucho cariño, me han mantenido ajeno a cuanto pueda ser verdadera
alegría e ilusión.
No, no es que el paso
del tiempo mitigue la tristeza, atenúe el dolor y renueve la ilusión; el tiempo
solo es un bálsamo que, a ratos, cubre las heridas, distrae el pensamiento,
oculta la soledad y reanima la voluntad.
Casi todo se está
colocando en su sitio, en el lugar que ocupaban cuando eran nuevas las piezas que
no se han perdido del rompecabezas que es la vida. Vuelven a la conciencia las
rutinas, las que siguen vivas y las nuevas que intentan sustituirlas; es
extraño lo que tardan en desaparecer pequeños hábitos que, aunque lo niego, ahora
carecen de sentido y cuánto cuesta que otros nuevos se hagan rutina.
Levanto los ojos y
miro a su sitio, no hay nadie, y lloro…y porque nunca hay nadie, las lágrimas
son la nueva rutina. Y no hablo, se que no tiene sentido, y ese silencio es ya
rutina… el bálsamo del tiempo pasado ha tejido su capa de silencio a mi
alrededor; ya es rutina no decir, guardar su nombre en el pensamiento y callar,
¿para qué obligar? Y tragar, sentir su nombre pasar por la garganta es una de
mis nuevas rutinas.
Todo, leer, cocinar,
pensar, pasear, dormir, comprar, comer y cenar, hasta guardar silencio o hablar
tiene matices, es casi igual, pero del todo diferente…sin consciencia he
cambiado algunos de mis pequeños hábitos y, esto me importa mucho, estoy
volviendo a tener una vida de rutinas, una vida en la que los tiempos extraños
en parte se han ido y en parte permanecen dejado sus marcas en mis nuevas y
¿detestadas? ¿queridas? rutinas.
Sí. Son tiempos
extraños estos que he vivido; son, han sido, largos como la eternidad y breves
como un suspiro… claro que aún siguen, al igual que ella, conmigo…
Nota: Esta entrada es
fruto de la cariñosa presión de personas que, queriéndome, piensan que pensar
en voz alta sobre las vivencias del alma es muy bueno para quien penetra en su
intimidad y también para quienes, escuchando o leyendo, participan de ella.
1 comentario:
¡Mucho ánimo profesor! El duelo tiene ese lado "canalla", nos obliga a acostumbrarnos a la nueva "normalidad". Un gran abrazo
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