Día 1:
Primer intento
En casa del
abuelo hay dormitorios, pasillos, cuartos de baño, la cocina es muy grande, el comedor,
un salón enorme y un cuarto con muchas muñecas, peluches, disfraces, coches,
legos, espadas, puñales, pelotas y más cosas; y hay muchos armarios, mesas,
sillas y sillones, hay cuadros, libros y, por todas partes, adornos, marcos,
jarras, cajas grandes y pequeñas, todas llenas de tesoros, y todo, todo se
puede tocar y con todo, se puede jugar.
Pero ¡es tan
raro!, detrás del sillón donde se sienta el abuelo, a la izquierda, junto al ventanal,
hay un rincón prohibido, un rincón en el que nadie, nadie, puede entrar; en el
rincón hay, sobre una alfombra azul, una lámpara de pie, dos silloncitos y un pequeño velador con un marco con una
fotografía de la abuela, una caja de madera, un encendedor de plata y un cenicero de
cristal grande, nada más. Es el rincón prohibido en el que nadie, nadie, ni los
niños, ni las madres, ni los padres, solo el abuelo, aunque nunca entra, pueden entrar
Mariana, casi
no ha podido dormir, se ha pasado la noche pensando y ahora, después de
merendar, con Olivia su prima hermana, las dos tienen siete años, las dos
tienen uso de razón, sentadas en la alfombra de la habitación de jugar, disfrazadas de princesas, se han
puesto a hablar, lo hacen muy bajito, del rincón prohibido y de su secreto, las
dos están seguras de que, en alguna parte quizá dentro de la caja, el abuelo guarda
un tesoro oculto y por eso el rincón está prohibido, para que no
lo vea nadie.
Se les
ocurren muchas cosas; la mejor, entrar en el rincón prohibido cuando no haya
nadie en el salón, cuando todos los mayores estén en la cocina o en el comedor;
aprovechar cuando las madres estén hablando de sus cosas y el abuelo esté
dormido en el sillón; hacer como si nada, - vamos a gatas disimulando hasta la
alfombra damos un salto y entramos en el rincón. -
Dicho y
hecho, hoy es el día, de todos los nietos solo están ellas dos, no han venido
los demás, sus madres están hablando distraídas,
y el abuelo dormita en su sillón. En silencio, muy calladas, salen a gatas de
la habitación, recorren el pasillo, entran en el salón, avanzando bajo las
mesas, pasando entre los muebles, llegan hasta cerquita del rincón prohibido,
se detienen, ¿qué hacen ahora?, no lo han pensado antes… ¿cogemos algo y nos
vamos? ¿abrimos la caja y miramos? ¿nos sentamos en los silloncitos?
- ¡Niñas, Mariana,
Olivia, ni se os ocurra entrar en el rincón prohibido! -.
¡Qué susto!,
es la madre de Mariana, las ha visto…
El abuelo
abre los ajos y, mirándolas, muy serio, dice: - ¿qué hacéis ahí agachadas las
dos? ¿queréis que os cuente un cuento?
-Nada, nada abuelo, estamos buscando
la diadema de Olivia que el otro día se perdió…, mejor nos vamos a jugar…
Día 2:
Segundo intento
Hoy están
todos los primos, toda la familia, en casa del abuelo. Han venido a comer y
ahora, es por la tarde, los chicos están en el cuarto de jugar y las niñas, las
cuatro primas, en el cuarto de baño, muy bajito, para que no se enteren las
madres, hablan al mismo tiempo de muchas cosas y del rincón prohibido también…
Coti lo
tiene claro, ella también quiere entrar en el rincón prohibido, se quiere
sentar en un silloncito y ver qué pasa, seguro que algo pasa…a lo mejor el
sillón tiene magia…
Curris, porque
tiene diez, y ya es mayor, avisa: - no
se puede, el abuelo siempre está vigilando, un día que vine yo sola, el abuelo
y mamá estaban tomando café en el comedor, yo tenía cinco años, y lo intenté,
pero no pude entrar, nada más pisar la alfombra el abuelo me cogió por detrás,
me subió más alto que su cabeza, me dio
la vuelta y mirándome muy serio, me dijo: - Curris, ¡ni se te ocurra entrar en
el rincón prohibido, está prohibido! Y cuando era como vosotras, lo intenté
otra vez, pero no pude ni pisar la alfombra, mi madre me dio un grito horrible
y luego, ¡con siete años!, me mandó a pensar al cuarto de baño…
- Ya está, podemos
hacer un teatro estupendo y mientras los mayores lo ven, yo voy, entro, y ya
está -, dice Coti muy decidida.
- Es que yo
quiero entrar -, dice Olivia
-Y yo
también quiero entrar -, dice Mariana
-Mejor es
que entre yo, puede ser peligroso, yo que soy mayor -, afirma muy sería Curris.
-Lo del
teatro se me ha ocurrido a mí -, continúa Coti muy enfadada. Pero no puede
seguir argumentando, unos golpes en la puerta y la voz de una madre, la de
Olivia, que dice, parece que casi gritando: - ¿Qué estáis haciendo las cuatro en
el cuarto de baño? ¡Vamos, salid!
Salen una detrás de otra, hablando en un guirigay las cuatro al mismo tiempo; la
madre no se entera de nada y las envía a que sigan jugando.
Ahora,
sentadas en el suelo, discuten acaloradamente, solo están de acuerdo en que todas
quieren entrar en el rincón prohibido y en que el teatro lo van a hacer delante y a la izquierda del abuelo, casi
pisando la alfombra; pero en el resto… qué teatro van a hace, cómo se van a vestir,
qué canciones cantarán, si hay que dar volteretas o si hay que saltar…¡qué
difícil es eso que los mayores, lo dicen los padres, llaman consensuar…
- Atentos
todos, ¡abuelo!, vamos a hacer un teatro -, anuncia Olivia, que ha venido de
embajadora, vestida de princesa, mientras sus primas siguen ensayando y
discutiendo.
Los padres y
el abuelo se callan enseguida, las madres tardan un poco pero también se callan, hasta
que la de Coti exclama: -¡qué empiece
ya, que el público se va! -. Las otras
madres, los padres y el abuelo, se unen a la petición, ¡qué empiece ya, que el
público se va! ¡qué empiece ya, que el público se va!
-Vamos,
vamos -, dice Curris.
En
procesión, las cuatro seguidas, salen cantando, ¡cumpleaños feliz! ¡cumpleaños
feliz abuelo querido, cumpleaños feliz!...
-Pero hoy no
es el día de mi cumpleaños… ¡qué estarán tramando estas nietas!
Muy
sorprendidas, las cuatro se callan, Curris da una voltereta, Mariana y Coti se
miran sorprendidas y Olivia entona
Tengo
una muñeca
vestida de azul,
con su camisita
y su canesú.
Sus primas, ahora más animadas, se unen
a ella y siguen cantando juntas:
La lleve a paseo
y se me constipó,
la tengo en la cama
con mucho dolor.
Esta
mañanita
me dijo el doctor
que le de jarabe
con el tenedor.
Saltan y saltan mientras cantan, Mariana se agacha, se escabulle tras un
sillón, se detiene un momento y, como si fuera una bebe, gatea hasta la
alfombra del rincón prohibido, se detienen de nuevo, escucha a sus primas que
siguen cantando
Dos
y dos son cuatro,
cuatro y dos son seis,
seis y dos son ocho
y ocho, dieciséis.
y ocho veinticuatro,
y ocho treinta y dos
¡Ni se te ocurra Mariana!, ¡Ni se te
ocurra Mariana - !Es el grito de su madre que se superpone al
Ya
me sé la tabla de multiplicar,
ya he hecho los deberes,
vamos a jugar.
que siguen cantando sus primas, y a la
voz de Mariana que ha retrocedido, -¡no he hecho nada mamá! -.
Sonrisas y plausos de los mayores, les ha
gustado el teatro…Curris da otra voltereta y las cuatro primas, disimulando, me
marchan de nuevo al cuarto de jugar.
Están furiosas, Mariana además quitar el
sitio a Coti, que era la que tenía que intentar la entrada en el rincón
prohibido, lo ha hecho mal y su madre le ha descubierto antes de tiempo; - es
que como tu estabas cantando!, - ¡es que casi lo he conseguido! -, ella se
justifica; y siguen, - ¡es que eres una tonta!, - ¡es que…! - ¡es que…! -. Olivia, callada, mira a sus
primas y piensa, ¿y si me subo en el abuelo, le hago un mimo y, cuando esté distraído,
le pido permiso? Curris mira a sus
primas, ¡son pequeñas!, las olvida y piensa en cómo se le ocurre un nuevo plan.
Bla bla bla… poco a poco dejan de discutir y, ya que están disfrazadas, hay
muchas muñecas y ropa para vestirlas, se ponen a jugar.
Día 3: el último intento
Han pasado semanas y, en el cuarto de jugar, Olivia que lo ha
pensado mucho, explica a sus primas que tiene una idea que es la mejor: se suben al abuelo, le
hacen un mimo grande y, cuando se ponga tierno,
piden permiso para entrar en el rincón prohibido y ya está.
-Encima del abuelo solo cabemos dos, Olivia
y yo -, afirma Coti.
-Yo también quepo, el abuelo es muy
grande y cabemos las tres -, asegura, muy seria Mariana.
Curris, lo tiene claro, no caben las
cuatro y el abuelo, es muy viejo, no puede estar mucho rato teniendo a todas
las nietas encima, las madres se pueden enfadar. - Es mejor que se suba solo Olivia
y las otras, como cuando nos cuanta un cuento, sentadas a sus pies -.
Dicho y hecho. Despacito, muy melosas, se
acercan al abuelo, las madres y los padres están hablando y él distraído, - ¿me
haces un mimo abuelo?, dice Olivia subiéndose al abuelo; - ¿nos cuentas un
cuento? -, añade Mariana; - el de la princesa encantada -, propone Coti; el que
tú quieras abuelo -, ofrece generosa Curris.
Durante un rato las cuatro nietas viajan
por bosques y praderas, por castillos y mazmorras, sufren las maldades de la
bruja y gozan, al final, con amores de príncipes y princesas.
Y, cuando el abuelo termina, hay un
silencio y, muy bajito, Olivia muy apretada al abuelo, pregunta: - abuelo, ¿podemos
entrar en el rincón prohibido?
-No nietecita, es el rincón prohibido -.
-Abuelo, ¿por qué está prohibido entrar
en el rincón prohibido -, se le ocurre preguntar a Curris.
El abuelo se pone muy serio, las nietas
lo miran angustiadas, expectantes, pasan unos segundos… y el abuelo contesta: -
pues no me acuerdo -.
-Hijas -, pregunta a las madres, - ¿por
qué está prohibido entrar en el rincón prohibido?
Ellas se miran, - no lo sabemos, siempre
ha estado prohibido -.
Y el padre de Mariana, de pronto
recuerda: - lo prohibió mamá cuando éramos pequeños…
-Ah, ya me acuerdo, y muy sonriente el
abuelo lo explica: - los silloncitos estaban recién tapizados, y tu
madre, Curris, con la ayuda de tu padre, Mariana, un día los pintaron con bolígrafo
y, con un tenedor de la cocina los pincharon por todas partes, hubo que
tapizarlos de nuevo y la abuela, que todavía estaba enfadadísima, prohibió a los niños
que se acercaran a ellos y, para prevenir tentaciones, ni siquiera pisaran la alfombra azul.
- ¿A ti abuelo te gustan mucho los
silloncitos? -, pregunta Curris
- No, Curris, no me gustan nada, y a la
abuela tampoco le gustaban nada, son muy incómodos y bastante feos…
- ¿Entonces podemos sentarnos en ellos,
aunque estén en el rincón prohibido, abuelo?, pregunta Coti?
Y, el abuelo, luego de un silencio,
contesta: - sí, podéis entrar en el rincón prohibido…-.
Ah, hijas, voy a quitar esos sillones del
rincón prohibido, la verdad es que la abuela hace muchos años que estaba harta
de verlos.