El pasado sábado, 5 de julio de 2025, fue la boda de mis sobrinos
Isabel y Javier, un gran acontecimiento familiar.
Y, quizá porque mi mala salud impidió
que estuviera presente en la ceremonia, en estos días no he dejado de pensar,
alegrándome con ellos, en Isabel, en Javi, en su matrimonio y en lo muy
importante que es, para los dos y para toda la familia, la declaración pública
de su amor y su firme propósito de vivir juntos toda la vida.
Sí, es una gran verdad que el
enamoramiento pasa y que, para que el amor se mantenga, ¡es un milagro!, hay que cuidarlo mucho; hay tiempos en que,
por buenos, apenas somos conscientes de nuestra felicidad y tiempos difíciles,
aparentemente sin salidas, llenos de dolor; pero, lo aprendemos de viejos, en el gozo
de los días buenos y en superar los menos buenos, está la
continuidad y el crecer del amor.
Y, pensando en Isabel y Javi, pido al
Cielo que, cuando pasen los años y recuerden el día, ¡inolvidable!, de su boda,
puedan descubrir, con alegría, que el amor que hoy sienten es tan solo una pequeña
llamita que, entre los dos, han sabido convertir en un inmenso, precioso y eterno fuego.
Isabel, Javi, os quiero.
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