lunes, 29 de septiembre de 2025

1209. COSAS DE VIEJO: DE UN PEQUEÑO PERCANCE Y UNA REFLEXIÓN


El  jueves pasado, volviendo a casa desde Torrelodones, me confundí de tren y, en lugar de llegar en diez minutos a Las Rozas, donde me esperaba un taxi para ir a casa en Majadahonda, en media hora estaba en Pitis, una estación del ferrocarril al norte de Madrid con fama de ser hogar de gitanos, paraíso de la droga y nido de delincuentes.

No pasa nada José Luis, me dije más tranquilo al bajar del tren y  verme en una estación moderna, bien iluminada en la que se movía gente normal; en un rato vendrá otro tren que me devolverá en muy poco tiempo a Las Rozas; ahora solo tengo que llamar al taxi para que no se preocupe por el retraso y me espere.

Pues bien, ¡cosas de viejo!, por alguna razón desconocida mi teléfono estaba mudo, ¡qué problema!, mira que si el taxi se marcha, mira que si la emisora avisa a la policía, mira que si se  enteran mis hijas…

Afortunadamente tuve suerte, mientras, bastante inquieto, esperaba sentado en un banco, en el andén, la llegada del tren que me devolvería a casa, me di cuenta de que en el banco contiguo una mujer joven, el  pelo negro y vestida de obscuro, leía algo en su teléfono. Me acerqué a ella y le pedí que llamara por mí al taxista, ella, muy amable, marcó el número que le dicté, y me pasó el teléfono para que yo hablara; lo hice, y agradecí, ¡muchísimas gracias, ha sido usted muy amable señora!, y me quedé tranquilo.

Enseguida y poco a poco, hasta que media hora después el tren arribó en Las Rozas, mantuve una interesante conversación con Ana, la joven mujer se llama Ana, es, me lo dijo así, de Honduras, trabaja cerca de Pitis, vive en el sur de Madrid,  con su hermana, el resto de su familia está en su país; ella está contenta de vivir aquí y piensa traer pronto a su hermana menor; solo  tiene un problema, aunque su sueldo es bueno, ignoro cuanto de bueno, ella y su hermana necesitan más dinero, su familia es grande, madre, hermanos, hermanastros, sobrinos, tíos…necesitan comida, remedios, pagar cosas, no trabaja nadie, y son insaciables.  

Cuando, luego de despedirme de Ana y agradecerle de nuevo y desearle lo mejor, me bajé del tren en Las Rozas y lo vi marchar, con gran tristeza, me hice esta reflexión: ¡cuan valientes, buenas, sacrificadas y generosas son estas mujeres que solas emigran a países lejanos y, para colmo, abriéndose camino y ganando bien poco, alimentan a familias llenas de zánganos y aportan divisas para que políticos ineficientes y corruptos disfruten de bienestar!

Y me digo: ¿no sería mejor para todos, para ellas también, que estas mujeres fueran un poco menos generosas, algo más egoístas, y guardaran para sí el dinero que tanto les cuesta ganar?  

 

 

 

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo. Hay que cambiar la condición de la ayuda. A los vagos no se les ayuda. Donde se hace esto?. No tiene fácil solución