Que la sociedad española se encuentra en graves dificultades y que no existen expectativas de mejora a corto plazo es uhecho indudable.
El movimiento de los Indignados aparecido a mediados del mes pasado, lamentablemente, en su progresiva deriva hacia la nada, es una muestra no solo de la desesperanza de los sectores más dañados por la crisis sino también de la incapacidad de los políticos para ofrecer vías para construir un futuro ilusionante para la sociedad.
Es posible que el Partido Socialista consiga regenerar su partido y pueda ofrecer a los votantes de la izquierda moderada un proyecto político que les anime a confiar en el Sr. Rubalcaba para que conduzca al país hacia un futuro mejor. Creo que esta idea es absolutamente imposible y que aunque el actual Ministro del Interior tuviera éxito en el intento, su propuesta sería vista por muchísimos españoles como “un nuevo y exitoso engaño del muy astuto Rubalcaba”.
Es posible que el Partido Popular, al igual que lo ha hecho en las elecciones del mes de mayo, gane con gran mayoría las próximas elecciones generales y que su entrada en el gobierno genere en muchos españoles, la esperanza de que “ahora, con el Sr. Rajoy de Presidente, podremos salir de la crisis”. Sin embargo, millones de españoles no solo recibirán al nuevo gobierno con la más absoluta desconfianza sino que mostrarán en las calles su disconformidad, más o menos violenta, con las decisiones, cualesquiera que sean estas, que tome el Sr. Rajoy.
Es seguro que los partidos minoritarios optarán, en función de su ideología, por apoyar en parte las decisiones del gobierno, oponerse a estas o, casi seguro a gritar en las calles contra la “injusticia”,
Y, es seguro también que, como siempre, la mayor parte de los españoles, incluidos muchísimos que habrán votado del Partido Popular, como buenos ciudadanos, sigan desconfiando de “los sinvergüenzas de los políticos”, criticando las decisiones del gobierno y, como siempre, nada más.
Los ciudadanos normales que, por supuesto, sabemos muy bien lo que pensamos, lo que queremos y tenemos muy claro lo que hay que hacer, no haremos nada de nada y, aquí paz y después gloria.
Sin embargo, en los últimos años, especialmente desde que la crisis nos azota y los políticos han demostrado su falta de habilidad para ofrecer soluciones válidas para todos a un plazo razonable, he comenzado a detectar en muchas personas, especialmente entre profesionales exitosos con alta preparación y conciencia de responsabilidad social, una intensa preocupación por cambiar las cosas.
Esta preocupación ha llevado a algunos de estos profesionales a pensar que acaso deberían, por obligación moral, “hacer política”. Y, curiosamente, aunque algunos se han “apuntado” colaborar con el partido de Rosa Díez porque, a pesar de no compartir toda su ideología, permite la posibilidad de participar activamente en la actividad del partido y en la toma de decisiones. Sin embargo, no conozco a nadie que se haya planteado entrar, para participar activamente, en el Partido Popular o en el Partido Socialista ya que, al parecer, tienen unas estructuras muy sólidas en las que hay que trabajar mucho, a tiempo completo y desde abajo, sin abrir la boca, como un “becario” y entonando a gritos, loas a los jefes próximos y remotos.
La opción de participar en grupos de pensamiento, como son muchos de los clubs liberales o progresistas que existen en España, es vista por los profesionales a los que me refiero, como “inútil”, por que creen que son simples reuniones de amigos, muchos de ellos “políticos sin éxito”, que cenan juntos, hablan mucho y no hacen nada.
Reflexionando sobre todo lo anterior y pensando que puede ser cierto, me he dado de bruces con una posibilidad obvia: Si un equipo de profesionales, con las ideas claras, capacidad de comunicación y dispuesto a emplear muchas horas de su escaso tiempo, toma la decisión de “hacer política”, con probabilidades de éxito, lo tiene claro: Internet, los blogs, las redes sociales y ¡a trabajar!.
Es posible que existan otras vías para contribuir a generar una nueva ilusión compartida por los ciudadanos, en mi opinión valdría la pena explorarlas porque, realmente cualquier cosa es mejor que el “hacemos lo que podemos, nada de nada”.
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