Ayer, 13 de marzo de 2013, se anunció a los católicos y al
mundo todo la buena nueva: Tenemos un nuevo Papa, el Santo Padre Francisco.
Y, debo decirlo, sentí una inmensa alegría que estoy convencido
comparto con todos los miembros de la Iglesia.
Me ha alegrado porque
cuanto nos dicen y yo lo creo, que el Papa
Francisco es un hombre bueno, humilde, culto, tiene como lengua materna el
español, tiene 77 años y es jesuita.
Pero, también debo decirlo, me hubiera alegrado igualmente si
los cardenales electores hubieran optado por otro cardenal que hubiera nacido en
Canadá, Hungría, Italia o China , tuviera 65 años y fuera capuchino, dominico o, en sus
orígenes, hubiera sido sacerdote secular.
Es verdad que me fastidia que los cardenales no elijan
papas con sesenta años, pero me consuelo pensando que los católicos creemos de corazón que quien
es elegido para ocupar la Silla
de Pedro tiene la asistencia del Espíritu y que el Papa, diga lo que diga y haga lo que haga, dirá y hará lo que en cada momento sea lo correcto.
Y, porque no creo en las casualidades, me digo a mi mismo y a quienes estas palabras, que en la Santa Misa que celebrará el
Papa Francisco el próximo domingo, primero
de su pontificado, las tres lecturas del
Domingo 5º de Cuaresma son: (Is 43, 16 – 21) “Mirad que realizo algo nuevo; ya
está brotando, ¿no lo notáis?; (Flp 3, 8 – 14) Olvidando lo que queda atrás y
lanzándome hacia lo que está delante; y (Jn 8, 1 – 11) ¿Ninguno te ha condenado?...Tampoco
yo te condeno.
¿No son estos los
retos que tenemos ante nuestros ojos los miembros de la Iglesia ?
Y, pensando en el mirar hacia delante de Isaias y de Pablo y en la
increíble lección de perdón, tolerancia y amor de Jesús, de las tres lecturas, cuando veo la figura del Papa Francisco siento en el alma que los cardenales de la Iglesia Católica , al elegir al Santo
Padre se han limitado a obedecer al Espíritu.
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