En la tarde del viernes 13 de septiembre de 2013,
Don José María Guillén Gea, sin ruido, humilde, callado, como él era, nos
ha dejado para irse al cielo.
José María es el amigo que,
estoy seguro, nada más morir Dios ha llamado para ir al
Cielo. Su amor a la
Virgen María, su Fe inquebrantable, su
Esperanza sin fisuras y su Caridad grande y silenciosa, hacen que
José María sea, desde el viernes pasado, un Santo.
José María, hombre de letras, protector del
lenguaje, fiel a la gramática y amigo de las palabras era de
apariencia tranquila y tenía un corazón valiente. Su vida, entre
México y España, entre España y México, siempre con Martha, su mujer desde hace
cuarenta años, ha sido clarísima demostración de su enorme
fuerza interior y su asombrosa capacidad para hacer frente a
las contrariedades.
José María, apasionado por la enseñanza, ha
dedicado toda su vida a la formación de personas, primero a
niños, más tarde preparando a jóvenes para acceder a la vida
profesional y finalmente transmitiendo, siempre con ilusión y gran
acierto, sus conocimientos, sus experiencias y sobre todo sus actitudes
en el trabajo y en la vida, a miles de cuadros y directivos de empresas,
en la EOI y en
un sinnúmero de empresas e instituciones españolas e iberoamericanas.
En resumen, la vida de José María, lo se
bien, ha sido el camino apasionante de un hombre bueno, de un
maestro, en el que dando lo mejor de si mismo, con una constancia sin
límites, ha ido por el mundo repartiendo a todos, un día detrás de
otro, el bien.
Sirvan estas palabras, que nacen de
la tristeza por la muerte de José María, para decir a
sus deudos que, de verdad, en esta hora tan difícil, les acompaño en el
sentimiento.
José María Guillén Gea nació el 5 de enero de 1942
y ha fallecido en Madrid el día 13 de septiembre de 2013.
3 comentarios:
Estamos conmocionados por la desaparición de un gran profesional pero sobre todo un amigo, un ser querido que lo ha dado todo por trasmitir tanta sabiduría. En numerosos cursos que he dirigido, José María siempre ha estado entregado con generosidad, siempre disponible. Lo que nos ha aportado seguirá en nosotros, le recordaremos en las aulas y empresas en las que tanto hemos compartido.
Laurent
Como cuñando mayor, siempre me trató muy bien, le tengo gran estima y estoy seguro que Dios lo tiene en su gloria, por lo que puedo decir que esta separación está llena de sentimientos encontrados: el dolor por la pérdida de un ser querido, y la alegría de saber que un hombre bueno termina su vida de una manera envidiable: sin dejar pendientes, sin sufrir, y espiritualmente listo para ir al Cielo...
Gabriel
Se que no hay consuelo para el dolor de su ausencia, sin embargo, el recuerdo de su existencia seguirá latente entre nosotros y alegrándonos como otras veces, porque las personas buenas dejan huella. Desde éstas líneas me sumo al dolor de su familia y comparto la alegría de saber que en el cielo hay otro hermano en brazos de la Virgen María.
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