En la calle Benito Prieto, en el
barrio de Opañel, en pleno Carabanchel, en su Taller de Peletería, trabaja
Domingo.
Maestro peletero, sonriente, calmado,
prudente y, sin duda alguna, sabio, Domingo conoce todo sobre las pieles y domina
todas sus hechuras, las de ahora y las de hace doscientos años.
Pieles de ayer y de hoy, lujosos visones, zorros,
armiños, martas y astracanes, abrigados
corderos y hasta modestos conejos, se han convertido en el pasado y se convierten
cada día, de las manos de Domingo, en
estilosos y elegantes abrigos,
chaquetones, estolas o capellinas que, no se cómo lo hace, coinciden siempre con la piel, la forma y la caída de la prenda que a cada mujer mejor le sienta.
Conversar con Domingo es tomar
conciencia de lo que es el saber profesional, disfrutar de sus palabras y
absorber cuanto dice sobre cada una de las mil
pieles, de los infinitos forros, de su guarda y cuidado y, lo mejor de
todo, sentir el amor de este hombre a una profesión que, según dicen, se acaba.
Y, algo más que, cuando visitas a Domingo, te alegra el alma: En un marco, al lado de la puerta abierta,
que separa la tienda del taller,
un metro por encima del pequeño
mostrador, luce un texto que al
leerlo refleja con absoluta precisión cómo es, cómo siente y cómo se comporta el extraordinario
profesional y la encantadora persona que es Domingo.
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