A la izquierda de la carretera,
con el Ocejón nevado al fondo, en un
gran campo de cereales hay un gran agujero casi circular con un diámetro superior a cuarenta metros y una profundidad de al menos
siete metros, es en realidad una torca de yeso, en cuyo fondo está
el cuerpo muerto de un jabalí.
Ver en el campo un gran agujero, de
esos que siempre pensamos que se encuentran a grandes distancias en el extranjero, es la primera sorpresa de las muchas sorpresas que nos regaló Javier en la preciosa excursión que hice con tres de mis cuñados, Javier, Juan Manuel y Gonzalo, el domingo pasado por tierras de Guadalajara y Soria.
Un poco más allá, sin tiempo apenas para reponernos de la sorpresa, llegamos a la gran fábrica de muelas romanas talladas en esquisto donde todavía se pueden ver, casi cortadas en las rocas, las muchas muelas que se dejaron allí cuando alguien, hace muchos siglos, dio la orden de abandonar la fábrica.
Avanzamos unos kilómetros hasta llegar a Cogolludo, una ciudad del siglo XI, que
conserva las ruinas de su castillo,
para desayunar despacio en la plaza que asombra por
las muchas y hermosas columnas de los soportales y la gran
fachada del Palacio de los Duques de Medinaceli.
Casi sin darnos cuenta, pasado un
rato estábamos entre descuidadas ruinas, mirando las algas rojas con caroteno en las aguas salinas de lo
que fue quizá un depósito de sal en la gran mina de plata Santa Teresa en Hiendelaencina.
Mientras paseamos las ruinas del antiguo complejo minero fuimos descubriendo, de boca
de Javier, lo que fue desde la
independencia de América hasta comienzos
del siglo XX, este hoy pequeño
pueblo donde sus
cerca de veinte mil habitantes
sacaron el mineral de la tierra
y lo trasformaron
en lingotes, suficientes y de
sobra para acuñar las monedas que
salieron en aquel tiempo de las cecas de España.
Más tarde, paseamos las tristes ruinas de la planta arquemetalúrgica de plata La Constante, hablamos largo sobre
el dolor y la sangre que, en Potosí
en Hiendelaencina y en todas partes,
ha acompañado siempre la
extracción y el tratamiento de la plata.
¿No sería hermoso ver en una
gran pantalla alguna historia real de
las muchas que existen sobre la gran
aventura e ingente drama que fue el Cerro Rico en Potosí?
Entre alegres por haberlo visto y
desolados por lo nada que queda de los tiempos de plata de
Hiendelaencina, luego de ver los
carbones y troncos fósiles en la facies de Utrillas, en la base del castillo de Atienza,
paseamos una bonita y cuidada ciudad
que no llegando a
quinientos habitantes vive de
haber sido durante muchos siglos
enclave estratégico en una complicada
frontera entre varios reinos de
España.
Luego de la comida castellana con manjares y vino de la tierra, sin prisa, en Carrascosa
pudimos ver, antes de visitar el
castillo romano, colocado en una fachada, un dintel romano seguramente robado
en Tiermes, lugar éste que ya era importante antes de la
destrucción de Numancia.
Pensaba yo que habíamos
visto todo lo que se puede ver en un día bien aprovechado. Pero no, aún
quedaba algo: Las encinas centenarias de Velderromán, el Castillo y la ermita
de Caracena nos estaban esperando.
No añadiré nada, las fotografías son
suficiente para despedir un día en el que luego de salir a oscuras de Caracena y tomando café en Ayllón, regresamos a casa para disfrutar contando
cuanto había disfrutado paseando con mis cuñados por lugares asombrosos
y poco conocidos de la hermosa
España.
2 comentarios:
Al leer cuanto describe José Luís Mingo, con tanta elegancia como precisión, acerca de su recorrido por esta parte de Castilla, de la sorprendente provincia de Guadalajara, recuerdo las excursiones que yo hice por estos mismos lugares hace ya más de 30 años. No cabe duda de que los lugares que describe José Luís son verdaderamente "asombrosos y poco conocidos de la hermosa España". Gracias José Luís
Hola Jose Luis, soy cuñado del otro lado, contrasangre. Donde está esa fábrica de ruedas de molino que he visto en 2 relatos tuyos? Sabes que soy oriundo de estas tierras, mi madre era de un pueblo de Segovia, Siguero, muy cerca de Riaza y mi padre era de la otra vertiente sur de Riaza, Bocígano de la Sierra. Curioso estas cosas de la vida. Un abrazo. Mariano, 31.05.14
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