Hoy,
de entre los recuerdos que mantengo guardados en el olvido, al recibir la noticia de la muerte de Alfredo Di
Estéfano, ha regresado como si fuera ayer, la tarde de 1953 en que mis padres me llevaron a ver el
primer partido de la liga española que
jugaba la estrella recién llegada al Real
Madrid.
De
aquella tarde, probablemente memorable para Di Stéfano y para muchas de las personas que asistimos al
partido, recuerdo pocas cosas: lo incómodo
del asiento, estábamos sentados sobre unos cojines que hacían
menos duro el cemento de la grada; la mucha gente, yo no sabía que en el mundo hubiera tanta; el ruido insoportable de los gritos de los espectadores, especialmente los
de una señora muy gorda que, ante la mirada llena de reproches de mi madre, no
dejaba ni un momento de proferir insultos
a alguien; el humo,
mucho humo de cigarrillos y cigarros
puros que me hacía toser; y en el césped, inmenso, verde y liso, los futbolistas,
con números en la espalda, corriendo como descosidos detrás del balón.
Lo
recuerdo muy bien, me sentía muy contento porque era la primera vez que iba a un estadio y muy
orgulloso de ser mayor, tenía nueve
años, y poder asistir a un partido de
futbol. Y recuerdo a mi padre que, de cuando en cuando me preguntaba: ¿estás bien?, ¿te
gusta el partido?, ¿estás cansado?, pero, aunque hoy pienso que no me gustó nada de lo que viví
aquella tarde, cuando trato de recordar las
respuestas que di a mi padre, no consigo sacarlas del olvido.
Desde
entonces creo que toda mi vida he huido asistir a partidos de futbol y puedo
contar con los dedos de las manos las veces que luego de 1953 he presenciado, nunca por casualidad y muchas de ellas desde el palco presidencial, partidos
de futbol.
Sin
embargo, desde aquel día he sentido, ¿quién sabe por qué? una profunda
admiración por Alfredo Di Stéfano, la nueva estrella del Real Madrid de 1953. Me
he alegrado de sus éxitos y he lamentado
cuando no los ha tenido; le he acompañado a distancia en sus tiempos buenos y en sus épocas
menos buenas y ahora, cuando de su vida solo queda la memoria, doy gracias a Dios por haber dado la vida a este gran hombre y acaso por haber influido para que mis padres me llevaran,
cuando era niño, al primer partido de la liga española de 1953.
Descanse
en paz Alfredo Di Stéfano
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