Los
yihadistas del Estado Islámico,
poseedores de la fe más absoluta en las
enseñanzas de su religión y convencidos
de su absoluta obligación de convertir
el mundo en un oasis de paz gobernado por la doctrina muy justa que ellos ven en su interpretación del Corán, están
asesinando a miles y miles de personas porque no quieren convertirse y
obedecer los dictados de su exacta
religión.
Los
yihadistas del Estado Islámico,
estoy convencido de ello, maltratan,
torturan y asesinan sin piedad a seres
humanos, creen perseguir el bien porque están convencidos de
que sus acciones están inspiradas por Ala, por el mismo Dios, al que sirven con
fervor y al que ofrecen el sacrificio de
sus propias vidas.
Además, otros fanáticos musulmanes, ajenos al Estado Islámico, hinduistas y de otras
religiones, desde que el mundo es mundo, han
asesinado y siguen asesinando, con todo tipo de justificaciones, en nombre de Dios, a otros seres humanos.
En
todas partes hay cristianos,
hinduistas, budistas y también mahometanos,
especialmente en tierras del Profeta, que pagan con el dolor y la muerte su resistencia a aceptar la tiranía
de la
religiosidad radical de los fanáticos yihadistas, hombres y mujeres, crueles sin límite, en su
lucha para implantar en todo el mundo su visión única y excluyente del Islam.
Nosotros, los no fanáticos, cristianos, musulmanes, hinduistas, budistas,
agnósticos y ateos, asistimos horrorizados a lo que entendemos como enloquecida
barbarie de unos fanáticos y ,
curiosamente, aceptamos goteos incesantes de asesinatos mirando a otro
lado, sin hacer ni decir nada, hasta que
el horror de los
crímenes nos satura, y pedimos a
nuestros gobernantes que hagan algo y cuando estos lo hacen les exigimos que no hagan daño a los asesinos y nos espantamos cuando nuestros
soldados, defendiendo nuestras vidas, disparan a nuestros enemigos.
Es evidente que la guerra es mala y nadie
gana con ella; es un hecho que nadie gana con la guerra y que ésta es un enorme
mal. Pero, ¿qué hacer si hay un ejército de fanáticos que nos ha declarado y nos está haciendo ya una guerra, una guerra que para ellos es justa y santa?
Creo, y lamento creerlo, que si
no queremos ser asesinados o convertirnos al Islam de los fanáticos islamistas,
más nos vale luchar con todas las armas contra quienes nos han declarado esta guerra y no cejar hasta ganarla. Cuanto más tardemos en derrotar a
este enemigo mortal más dolor y más
muertos tendremos que lamentar.
Es triste, muy triste y cruel, muy cruel
acudir a las armas e ir a la guerra, pero cuanto más tardemos en afrontar la
situación y luchas hasta ganar esta guerra más tendremos que invertir en
cañones y menos en alimentos y educación para hacer mejor el mundo.
Por cierto, entre los daños colaterales que puede
producir la guerra que nos han declarado los yihadistas del Estado Islámico y otros terroristas
islamistas, seguro que está generar en
los no musulmanes odio a todo, incluido lo bueno, que significa el Islam.
También sobre este tema hay que pensar y actuar.
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