Aunque, acaso para que no nos demos cuenta, de cuando en cuando, aparecen,
para que nos enteremos “solo un poco” y “no demos importancia”, en pequeños recuadros en la prensa
y en breves flases en televisión, algunas noticias sobre
nuevos y cada vez más crueles asesinatos de cristianos en todas las zonas
del planeta en que mandan o pretenden
mandar los fanáticos islamistas que
quieren hacer del mundo Tierra Santa del Islám.
Lamentablemente, porque no llegan muchas noticias “frescas” o porque “es mejor no alarmar”, solo alcanzamos a saber una mínima parte del horror que, impulsado
por los islamistas radicales en el Oriente Próximo, Asia y África azota, a los cristianos y, menos aún
nos enteramos de la
persecución que estos sufren en países
aparentemente no radicales como ocurre
en Paquistán.
Y, para recordar el hecho, incluyo en esta entrada una fotografía, tomada
casi ahora, por el Padre Misionero Juan
Carlos Martos, en Nigeria, de los cuerpos
quemados vivos de varios centenares de
cristianos.
Tengo muy claro que solo
con la guerra podemos enfrentarnos a la Guerra
Santa, que nos ha
declarado el islamismo radical y
que cualquier intento de evitar la guerra es
hacerla más sangrienta y más
larga. Evidentemente, para hacer la
guerra, requiere que nuestros gobiernos occidentales no oculten la gravedad de
la situación, informen a los ciudadanos del peligro que acecha y, sin tapujos,
usando todos los medios disponibles, hagan la guerra hasta lograr
la victoria y, con ella, la paz.
Sin embargo, creo
también que los gobiernos occidentales, para mal, no están enfrentándose al
peligro que supone el islamismo radical. Acaso no se atreven ni a pensar si
deben o no actuar. porque son reflejo fiel de una sociedad que ha perdido los valores, ha perdido la moral y en
la que solo importa el bienestar material.
¿Tendremos que esperar a
que, horrorizados porque los musulmanes que
viven con nosotros, admirados por las victorias de los Guerreros del
Islám, se hayan convertido al islamismo radical, tengamos que
expulsar de Europa a todo el que crea que Mahoma es el Profeta de Alá?
Y, una reflexión final:
¿Qué podemos ofrecer los occidentales, corruptores de líderes, explotadores de niños y hambrientos, a los jóvenes musulmanes que no
encuentran trabajo en sus países, que no
pueden emigrar y ven que los yihadistas merecen admiración y respeto en su
sociedad?