Pues sí,
los ciudadanos del Reino Unido han votado a favor de la salida de Gran Bretaña
de la Unión Europea y, como es normal, además de disgustarme mucho, creo que la
nueva situación obliga, nos obliga al
resto de los europeos a reflexionar, con rigor y rapidez, para transformar la
crisis en una nueva oportunidad.
Por ello,
tras unos días de estupor y acaso
animado por el retorno al sentido común
que hemos mostrado los españoles en las elecciones del pasado domingo, comparto
con mis amigos algunas ideas que comienzan a tomar forma y golpear en mi
pensamiento.
En
primero lugar, pienso que si hay un 52%
de electores británicos que han
dicho No a seguir en la Unión Europea, aunque
haya algunos, no sabemos cuántos, que ya se han arrepentido, más nos vale, aunque sintamos aprecio por
ellos, hacer que se marchen del todo y
que lo hagan rápido, para que dejen de interferir en la construcción de un
mejor modelo de Unión que genere nuevas ilusiones entre los ciudadanos europeos
y elimine las no pocas dudas que todos tenemos sobre la eficiencia actual y la
oferta de futuro que se nos ofrece hoy
desde Bruselas y Estrasburgo.
Pienso
que estamos en un buen momento para avanzar en la unión bancaria, en la unión
fiscal, en la monetaria y, sobre todo,
en la unión política. Y, realmente no es tan difícil: una parte, la más
importante de la nueva legislación que aprueban, desde hace años, los
parlamentos de los países de la Unión es mera transcripción de directivas
emanadas de Bruselas, por ello, va
siendo hora de que el Parlamento Europeo sea el auténtico Poder Legislativo y
que la Comisión Europea, de facto un legislativo, dé paso a un Poder Ejecutivo
elegido por sufragio universal y, no hablo del Poder Judicial porque ya existen
el Tribunal de Justicia de la Unión Europea
de Luxemburgo y, para darnos a veces buenos disgustos, el de
Derechos Humanos de Estrasburgo.
Va siendo
tiempo de que las Elecciones Europeas dejen de ser un medio de los ciudadanos europeos para juzgar
los comportamientos de sus gobiernos nacionales y se conviertan en el instrumento de todos para controlar al Ejecutivo que, en
un Estado federal, manejará las Relaciones Internacionales, las Fuerzas Armadas y las grandes políticas de
la Unión.
Es
evidente que si profundizamos en la Unión la haremos más fuerte y menos frágil, quedará a salvo de los populistas de derechas e
izquierdas que, como lo hicieron sus abuelos,
pueden matar nuevamente la paz que tenemos en Europa desde 1945.
Por todo ello,
en mi opinión, el Brexit puede y debe ser
no una desgracia sino un buen regalo, el regalo, el gran regalo de darlos la oportunidad, la gran oportunidad se ser más Europa y más europeos.
Lamento
mucho que los viejos campesinos ingleses, a su manera cultos, bien informados y,
acaso con sus buenas razones, justificado
orgullo y una pizca de xenofobia, hayan decidido que sus jóvenes se olviden de participar en la creación del futuro de Europa,
que en la Unión Europea el inglés no sea
lengua oficial y que los jóvenes europeos dejen de admirar la calidad del
pensamiento y el buen hacer de las élites británicas; pero el futuro no está
escrito y, pasados los años, quizá, los ingleses, más pobres y aún más pueblerinos que hoy, tengan que llamar
a la puerta de los continentales para volver a ser europeos; mientras tanto, no
hay que perder ni un minuto en pensando en ellos.