Ayer, primero con una preciosa
Eucaristía en la que renovaron las promesas de amor y entrega mutua que, en la misma Iglesia de San Ignacio de Torrelodones se hicieron hace 50 años y, más tarde, con una extraordinaria fiesta familiar, mi
hermana María Esperanza y mi hermano José Agustín celebraron las Bodas de Oro
de su matrimonio.
Celebrar las Bodas de Oro de mis
hermanos ha sido un gran acontecimiento,
sin duda uno de los más importantes de la vida, no solo de María Esperanza y de
José Agustín, sino de toda nuestra familia y, acaso de la toda nuestra sociedad que, aún sin
saberlo, vive y perdura porque existe el amor.
Ayer, en un solo acto, José Agustín y María Esperanza, mis hermanos, abrieron
sus almas y, en un día largo y feliz,
vivieron y nos enseñaron, a sus hijos, a sus nietos y a toda nuestra familia, el poder del amor.
Ayer, 50 años después de su matrimonio, cuando han transitado juntos tanto camino del sendero, hermoso, pleno de alegrías, trufado de dolores y encauzado por las largas rutinas que hacen llena la vida, María Esperanza y José Agustín, en su
plenitud, en un acto, uno más, de generoso amor, nos han mostrado y ofrecido,
como
espléndido regalo, a sus hijos y
a todos los suyos, donde está y como se hace para vivir el camino de una vida plena de felicidad y firme
amor.
Imágenes de pasados, presencias olvidadas y
palabras perdidas en el tiempo, retornaron
ayer, con una explosión
de amor, para desvelar la belleza sin igual del devenir, precioso, intenso, íntimo y compartido de las vidas ejemplares de José Agustín y María Esperanza; y lo
hicieron para quitarnos a todos los
oscuros lienzos que ocultan los
sentimientos, para abrir nuestras almas y participar con ellos del enamoramiento primero y luego del amor que, entre los dos, han hecho crecer durante los 50 años que han pasado desde que se prometieron verdadero y eterno amor.
Muchas gracias María Esperanza, muchas gracias José Agustín por vuestra
vida de amor; porque habéis celebrado vuestras Bodas de Oro y, con ello, nos habéis hecho
sentir, como siempre y aún más, a todos los
vuestros, el infinito valor de la Vida y,
con ella, del Amor que tenéis y compartís.
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