Cansado, muy cansado, me he sentado en un banco de la calle, son
las goteras y los años. Mi perra, muy vieja,
sorda y ciega, está muy quieta, silenciosa, tumbada a mis pies.
Se está bien, aún hay sol de atardecer y se lee claro en los rostros de quienes pasan, despacio o más
deprisa, por delante. Levanto lejos la mirada y
veo nieve, ¿estará también cansada?
en el horizonte.
Sordo del todo, he entrado en un
cubo de silencio; sé que hay nubes de imágenes pensadas, frente a mí, en la
calle. ¿Habrá huellas de pasados amarradas a las baldosas del suelo, a los
árboles, a las gentes o a las casas?
¡Qué bien!, como cuando era joven,
por un rato, no siento el cuerpo, ¿me levanto?¡Quieto! ¡Quédate quieto!
¡Descansa!, me digo, necesito fuerzas para llegar, tras ella, al final de mi
camino, a casa.
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