Cuando
entro en la cocina y me pongo el gran delantal negro que me cubre desde el
cuello hasta las rodillas, mientras me ato las cintas en la espalda, me retumban en el oído las palabras de mi mujer: “José
Luis, déjalo, no seas cocinilla, ya lo hago yo”…
Y claro, lo decía, me lo dice ahora, porque era
mujer letrada y sabía que la primera acepción que ofrece el Diccionario de la
Real Academia de la lengua española de la palabra cocinilla es: el hombre que se entromete en las
tareas domésticas, especialmente en las de cocina. Y ella, aunque lo detestaba, acaso
porque nos casamos en otra época, prefería, haciendo de tripas corazón, sacrificarse y cocinar, mejor que ver a su
marido con un delantal.
Ello no
obstante, en los últimos años, más por necesidad que por otra cosa, he aprendido
a hacer y, de hecho, ahora lo hago con normalidad, algunas operaciones elementales para preparar, el mínimo
imprescindible, algunos alimentos: tres o cuatro verduras, filetes y carne
picada, huevos y algún pescado; por supuesto, todo muy sencillo, sin ninguna
virguería, es decir, evitando cualquier adorno o
refinamiento en la preparación de la comida. Es decir, que según nos
dice el Diccionario de la lengua, aunque
soy cocinero, porque en mi casa soy
el que cocina, no lo soy en la
segunda acepción de la palabra cocinero,
porque ese es la persona que tiene por oficio guisar y aderezar los alimentos.
Y, ¿a qué
viene todo esto?, pues muy sencillo, me empieza a gustar la cocina y, como
tantas otras veces, he descubierto que tengo algunos maravillosos talentos
ocultos, y el que tengo para la cocina,
me parece que, con esfuerzo y dedicación,
podría haberlo desarrollado y llegar a ser un buen cocinero que, como tal, me
hubiera ganado bien la vida… Mi tortilla
de patata tiene fama en la familia, hago unos filetes rusos admirables, las
verduras siempre las saco en su punto justo…y ahora, en estos días he conseguido unas torrijas francamente
buenas, un estofado de morcillo que va a ser muy aplaudido y hasta he conseguido
mejorar sensiblemente el gazpacho que
hacía mi mujer…, bueno, que me he convertido en un buen cocinilla, que siendo persona aficionada a cocinar es ahora todo un cocinero
porque, como dice el Diccionario, en mi casa, soy yo el que
cocina.
Como
muestra, aquí está las fotografías del estofado y las torrijas que he hecho
esta mañana y la de los boquerones en vinagre que, con notable éxito, preparé
la semana pasada.
Nota:
Y estoy muy
contento, aunque sigo con unas desagradables goteras, en estos días el
cansancio, que no deja de acompañarme, es algo más llevadero, puedo cocinar y,
¡que maravilla! puedo escribir una entrada y publicarla en el blog.
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