AL
PARECER LAS COSAS SE REPITEN
En febrero de 2009, en plena crisis,
gobernando en España el socialista Rodríguez Zapatero, escribí en mi blog una
entrada, Coste de cierre de la empresa. Por si alguien quiere leer dicha entrada la transcribo a
continuación:
“Para comenzar, una historia del pasado:
Al final de
los años setenta, cuando otra crisis golpeaba España, en medio de atentados
terroristas, con un crecimiento imparable del desempleo, permanentes huelgas y
algaradas en las calles, en medio de una enorme preocupación en la sociedad,
una mañana de invierno, mi jefe de entonces, entró en mi despacho, se sentó
tranquilo y luego de hablar de cosas que no recuerdo, me preguntó: José Luís, ¿Recuerdas cuánto es el coste de
cierre de la empresa?
Aún recuerdo
mi asombro ante la pregunta. Jamás se me había pasado por la imaginación
tener en la cabeza o, al menos
calculado, el coste de cerrar la empresa que, por entonces era muy importante
en España tanto por su plantilla como por su volumen de facturación. “No, no
recuerdo el coste de cierre”, le contesté, y añadí, ¿Te corre prisa?
El director norteamericano, que me conocía bien, dijo algo sobre mi aversión a los números y me recordó que estos datos convenía tenerlos a mano porque en un momento determinado, si hubiera que cerrar una delegación, una fábrica o la empresa entera, era necesario saber los costes y, añadió, “seguro que sí tienes claro, si llegase la situación, lo qué haríamos con la gente”. A esto le respondí, mientras pensaba muy deprisa, “Sí, eso lo tengo muy claro”.
Recuerdo que cuando terminé de calcular, con la ayuda de quién en la empresa sabía manejar los números, una tarde, incidentalmente, al final de una reunión, dije a mi jefe, “por cierto, el coste de cierre es de tanto ¿Quieres que te pase un papel con los detalles? “No, no me hace falta, es suficiente con tener el número en la cabeza”, me respondió.
Desde entonces siempre he tenido claro que es importante, por si fuera necesario, conocer el coste de cierre de la empresa.
Y, ahora, una historia de esta semana:
Un buen amigo, empresario serio, creativo, trabajador, respetuoso con la ley y líder muy apreciado tanto por su equipo como por cuantas personas le conocen, extremadamente preocupado por cómo está evolucionando la situación en España, me decía que él espera que la crisis, entre todos, consigamos salvarla, pero que para el caso de que no fuera así, para el caso de que el desempleo se hiciera imposible de soportar, para el caso de que los desórdenes públicos hicieran peligrar la vida de las personas y que la convivencia entre unos y otros se hiciera imposible, estaba pensando en un plan de contingencia.
Al despedirnos, mi buen amigo, mientras me daba la mano con cariñosa firmeza, me dijo, algo así como: “No corre prisa, pero creo que tenemos que hablar un buen rato sobre el cómo abrir y cerrar, con decencia, las empresas”
Pues bien, desde
febrero de 2009 hasta ahora han pasado once años y cuatro meses, en ese tiempo,
el Sr. Rodríguez Zapatero no consiguió evitar
que España entrara en la ruina pero, porque los socialistas, tras una
terrible derrota, salieron del gobierno, tras unos años muy difíciles, el
Presidente Rajoy, aun aplicando
políticas socialdemócratas, consiguió
que los españoles saliéramos de la crisis y, luego, perder el gobierno a manos
de otro socialista, el doctor Sánchez, que, aliado con el comunista Iglesias,
en estos momentos ha de hacer frente a la mayor crisis económica que sufre el
mundo y España concretamente desde el final de la Guerra
Civil.
Pero, volviendo
al propósito de esta entrada, en estos días la empresa japonesa NISSAN, ha
anunciado el cierre de su planta de Barcelona y, como es lógico, la salida de
los 3500 trabajadores de una plantilla que, es bueno recordarlo, ha tenido una fuerte
implantación sindical y ha sido durante muchos años “muy combativa”.
He leído que
los trabajadores de “la NISSAN” van a defender a sangre y fuego, “sus puestos
de trabajo” y que ya lo están haciendo en las calles de Barcelona y he leído
también que el gobierno regional de Cataluña, activo separatista y el
Ayuntamiento de Barcelona, enemigo declarado de la industria del automóvil y el
gobierno social comunista de España, van también a luchar para evitar la
deslocalización de la planta.
Y leído lo
que he leído, con profunda, tristeza no he podido dejar de sonreír ante tanta
ingenuidad: habrá todo lo que los
trabajadores quieran que haya, lo que la Generalidad contribuya a hacer, lo que
llore el Ayuntamiento de Barcelona y las
mentiras que cuente el doctor Sánchez en sus discursos semanales, pero la
planta, si así lo ha decidió quien en la empresa tiene poder para hacerlo, se cerrará seguro y el coste de cierre, por
más que los trabajadores de la planta de
NISSAN y los políticos esos, tan listos, se empeñen en cambiarlo es, como máximo, el que ya está calculado.
Y, si las
cosas siguen por el camino que nuestro gobierno ha emprendido, no van a ser
solo multinacionales extranjeras sino
también empresas españolas, algunas grandes, no pocas medianas, bastantes pequeñas (incluyendo a muchos autónomos), con
oportunidades en el exterior, las que van a olvidarse de cómo es eso de pagar
impuestos en España.
Notas
- Además de los 3500 empleos directos en Barcelona, hay al menos otros 20000 indirectos que, evidentemente, se verán afectados por el cierre de la planta.
- La entrada Coste de cierre de la empresa aparece en mi libro Reflexiones y recuerdos, publicado en 1974.