Si,
contra lo que es normal y extremadamente
poco frecuente, una racha de viento en la barandilla de mi terraza rompe el sólido cable que mantiene sujeta mi gran maceta de geranios,
esta cae y abajo, ¡qué desgracia!, encuentra, destroza la cabeza y mata al más antipático de mis vecinos, que en ese momento pasa bajo mi terraza, es seguro
que dentro de unos meses, en el menos malo de los casos pagaré (yo o mí seguro) una buena cantidad de dinero a la familia de mi vecino
y, es más que posible, que haya de pasar, condenado por homicidio imprudente, en
la cárcel una larga temporada.
Por
supuesto yo tenía bien amarrada la maceta, el cable era sólido y yo no quería ver muerto a mí antipático vecino; incluso,
al margen de “mi responsabilidad”, me habría ganado un buen motivo para, acaso,
dormir intranquilo, con ásperos remordimientos, toda la vida.
Pues
bien, el homicidio por imprudencia solo se persigue a instancia de parte, es
decir, si un marido, una mujer, un hijo o un nieto del fallecido reclama
justicia ante un tribunal, es decir, que si nadie de la familia de mi vecino va
al juzgado a mi nadie me va a acusar de homicidio.
Y
claro, ahora vamos a la situación actual en la que una y otra vez pienso en que
hay muchas personas que están muy dolidas, dolidísimas y, con mucha razón, enrabietadas por la muerte, infectados por el coronavirus, de sus familiares, de hijos, padres, madres, abuelos, abuelas, esposas o esposos.
Y
me pregunto: ¿estamos en la antesala de
una nube de juicios contra directores de residencias de mayores, consejeros de
sanidad o asuntos sociales, presidentes de comunidades autónomas, ministros,
“asesores científicos”? vicepresidentes y presidente del gobierno de España,
por homicidio imprudente?
Y,
para que todo el mundo lo sepa, la condena por uno de esos homicidios puede
ser, en España, de hasta cuatro años, pero si fueran cien los muertos, la
condena sería de trescientos o cuatrocientos años; una larga temporada y eso aunque
luego vinieran “los arreglos” y en unos cuantos, seis, ocho, diez o doce, años,
el interfecto o la interfecta, saliesen a la calle…
¡Ah!,
pienso que, a pesar de sus cosas, el presidente de los Estados Unidos, el Señor
Trump, tiene razón: ¿se van a ir los
chinos de rositas, incluso más ricos y poderosos, después de haber producido,
con su coronavirus, cientos de miles de muertos, haber arrasado la economía de
casi todo el mundo, arruinado y condenado al hambre y a la pobreza extrema a
millones de personas? Pues, esperemos que no.
O,
¿el Doctor Sánchez y el Señor Iglesias, si fueran condenados por homicidio
imprudente, desde la cárcel, harán campaña en pro de la concesión de los Premios Nobel de Medicina, Economía y de la Paz , al Presidente
chino Xi Jinping?
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