En estos días de verano, para huir del calor y no pensar en los males de la pandemia, me escondo en la oscuridad de mi casa y dedico mi tiempo a leer, soñar y escribir delante de la pantalla del ordenador.
Y, poco a poco, casi sin darme cuenta, en mi mente gastada, con el paso de los días, se ha ido creando un mundo imaginado en el que soñar imposibles, ¡es asombroso!, se hace más próximo y apasionante que la realidad.
Sin embargo, para evitar que vivir ilusiones me arrastre del todo a la locura y transforme mi casa en un palacio, los cuadros de las paredes en puertas a otros sueños, mi gitana en una reina y los ruidos de la calle en ilusorias bacanales, de cuando en cuando, cada dos o tres días, haciendo un gran esfuerzo, salgo de mi mismo, pulso la tecla, es magia, que abre ante mis ojos, en la pantalla del ordenador, lo que, aunque puede que no lo sea, el mundo de lo real.
Y, sí, mis ojos se llenan, una y otra vez, con la figura noble y hermosa de un hombre alto, vestido de azul, con el pelo encanecido, que, desde un púlpito, una calle o el asiento de un avión, hace un gesto, desaparece y llena mis ojos, ¡es un milagro, vive Dios!, con imágenes antiguas, imágenes perdidas y olvidadas, ¿estaré confundido?, ¿estaré viendo mal?, de Francisco Franco Bahamonde, que desde el NODO, con su voz inconfundible, fina y desgastada, me habla, ¡españoles!, de los enemigos de España; y pienso: ¿será posible que el viejo general tuviera razón?, a fin de cuentas, si el hombre de figura noble, alto, vestido de azul, tanto lo conjura, será porque que Franco, tenía, sí, más razón que un santo.
Y, a poco, confortado, rezo una oración al Santo Franco, siempre hago lo mismo, me santiguo y pulso de nuevo la tecla, se cierra la ventana a la realidad y yo vuelvo a esconderme, en la oscuridad de mi casa, en mi mundo imaginado, a leer, soñar y escribir, delante de la pantalla del ordenador.
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