Hoy, como todos los años, sin faltar ninguno, han venido a mi casa Melchor, Gaspar y Baltasar, los Reyes Magos, y, porque han hecho ruido o porque soy viejo, en plena madrugada, me he despertado, he saltado de la cama y me he levantado.
Muy deprisa, enseguida, de pie, desde la puerta del salón, lo he visto todo: los Reyas Magos, los tres, en una esquina, muy quietos, sonríen, me están mirando. En cada sitio hay paquetes, grandes para los nietos, otros más pequeños, son para sus padres cierto; y, en mi sillón, al aire, sin envoltura, al descubierto, una nube de incienso, con gotas de mirra y luz de oro, me llama y me acerco.
Escucho palabras suaves, preciosas, las mejores de mis recuerdos, mis pensamientos se hacen de bienes, de los bienes más queridos y olvidados; y, al final, ¿estoy soñando?, el mayor de los regalos: la felicidad del amor y del ser amado.
Alzo hacia la esquina mis ojos mojados;
ellos, los tres Reyes Magos, de nuevo me
han mirado y, en un instante, sonriendo, han desaparecido, se han marchado…
Nota:
La imagen está tomada de guiainfantil.com
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