En estos días en que los horrores de
la guerra llenan de dolor mis pensamientos, acaso porque he visto, he vivido y,
sobre todo, soy viejo, en mi corazón, aligada a la tristeza, la esperanza sigue
latiendo; y, también, a mi pesar, pequeñas luces de bien iluminan el mar de
males que sigo viendo porque no estoy ciego.
No, no es que, por optimista, vea la
botella medio llena, busque consuelo porque quiero consolarme o que los caminos
del Señor estén escritos y sean inescrutables; no, es que al final, como al
principio, como siempre, todo lo que ha sucedido antes de que existiéramos era,
ha sido, imprescindible para que yo, para que nosotros naciéramos a la vida que
vivimos.
En la guerra en Ucrania, y en las
muchas otras guerras, que ahora mismo se están produciendo en Siria, Yemen, Etiopía, Nigeria,
República Democrática del Congo, Mozambique, Burkina
Faso, y también en otros lugares, al menos en Palestina, Líbano, Honduras,
México, Haití, donde la injusticia, el odio y las armas arrancan cientos, miles
de vidas, hay ingentes cantidades de dolor, de muertos, de heridos, de
mutilados, de familias rotas, de angustia, de desplazados, de todos los
horrores. El mundo vive, aunque a veces no lo vemos, inmerso en una inmensa nube
de dolor que, solo con pensarlo un poco, podría llenar el mundo de lágrimas.
Y, hace bien poco, las dos mundiales, la primera y la
segunda, las bombas atómicas sobre Japón, la guerra de Crimea, las de
independencia americanas, la de Argelia, las sufridas por México o Bolivia, la
de los treinta años, la de las dos rosas, nuestras guerras carlistas, la que
rompió Yugoslavia, o la última guerra
civil española…Y la conquista de Hispania o las Galias por Roma, la destrucción
de Cartago, las guerras Púnicas, las de Asiria y Babilonia, las que hizo
Alejandro, las que construyeron China, hicieron Birmania, la conquista y la reconquista,
o las ocho Cruzadas…
Es un inmenso cúmulo de dramas los que hemos vivido y
seguimos viviendo¸ y eso sin contar los crímenes pequeños – desde Caín y Abel,
los asesinatos por dinero, envidia, poder o celos, en el mundo entero -. Y,
¡cuánto dolor!, podría seguir escribiendo páginas y páginas, sin terminar nunca,
sobre la esclavitud, las violaciones y torturas, muertes terribles, o sobre el declive,
la ruina o la desaparición de grandes y pequeñas familias…
Pero, es una verdad absoluta, sin este pasado no
existiría este presente, y hoy habría en la tierra tantos, quizá más, seres
humanos, acaso más felices, pero ninguno de los que hoy vivimos estaría entre
ellos.
Y, al final, resulta que, porque el futuro
es una muy extraña mezcla de azar y voluntad, siempre, siempre, para alguien,
lo que ha ocurrido antes y lo que ocurre ahora, para los nietos de nuestros hijos, es lo mejor.