Para su
nieta Cristina, del abuelo José Luis
El
abuelo, que es viejo, cuando se queda solo, porque le quiere mucho, no deja de
pensar en su nieta, en su Curris, la que tiene nueve, pronto cumplirá diez años
y ya es mayor.
Curris es
alta, delgada, su pelo obscuro es largo y tiene un flequillo que, cuando ella
quiere, le tapa los ojos como si fuera una ventana.
Curris,
el abuelo lo sabe, al decir de su profesora, es una niña muy normal, capaz y
estudiosa, que tiene amigas y saca buenas notas; y su madre, ¡ay las madres!,
¡le hace pasar mucha vergüenza!, presume de tener una hija guapa, que es en
nada peleona, diligente, buena y muy generosa.
Y todo es
verdad, pero Curris, tiene dos secretos: uno que Curris es su nombre verdadero,
no el otro que usan para ella en el colegio y en casa, no el que está escrito
en sus cuadernos, el verdadero, el que ella ha elegido y solo sabe su familia y
alguna mejor amiga, porque de verdad, de verdad, es un nombre secreto. Y el
otro, el segundo secreto, es que todos los días, o casi todos, cuando es hora
de matemáticas y la profesora, en clase, empieza a escribir números en la
pizarra, ella levanta la cabeza, esconde tras el flequillo la mirada, cierra
los oídos y se marcha a su escondite, se marcha a estar, a estar tranquila, y
pasar, pensando, un buen rato en las musarañas.
¡Las
musarañas! Es un lugar, no, son muchos
lugares, todos distintos, interesantes y, menos alguno que está lleno de números
feos y, ¡quebrados!, son casi siempre, emocionantes y hermosos.
Uno es un
valle verde, con casitas blancas, árboles aquí y allá, vacas pastando y el humo
de una chimenea que hace figuras mientras sube hasta el sol amarillo que
ilumina el cielo; otro es una habitación de cuento, acogedora, pequeña y
amplia, como la de Blancanieves, en la que habitan preciosas, pequeñas, dulces
y parlanchinas musarañas.
Y, otro
lugar de musarañas es un hueco, entre dos piedras enormes, casi una cueva, que
arriba de una pared muy alta, se asoma al mar azul sobre el que vuelan gaviotas
y navegan a lo lejos barcos con velas blancas; y otro, un calvero, ella, Curris,
siempre está en el centro, con tigres, leopardos, leones, dos jirafas y un
rinoceronte, que hablan con ella y le cuentan cómo es eso de vivir en la selva,
lo buena que es el agua y cómo se aprende de todo en la selva sin ir a la
escuela.
Y otro,
este le gusta mucho, es una habitación azul, con una cama alta, toda ordenada,
donde ella, Curris, se refugia para, sin que le mande su madre ni esté con ella
su hermana, hablar con sus muñecas, ¡las muñecas también hablan!, y le cuentan
historias de cuando, en otros tiempos, vivían en el país de los príncipes
azules y de las buenas hadas.
Ah, el
abuelo lo olvidaba, hay otro lugar de musarañas, quizá el más hermoso, posado
sobre una nube, mullida y blanca, que a Curris le gusta mucho porque subida en
ella, ve escritas en el cielo, como en una pizarra, las divisiones más
difíciles y los problemas más extraños, que se resuelven solos, como si nada.
Sí, hay
otros muchos lugares, el abuelo también lo sabe, a donde Curris, que ya es
mayor, se marcha, cuando lo necesita, para descansar feliz, mientras está y
piensa, en las musarañas.
Y, el
abuelo de Curris, de su nieta preciosa, de la nieta que tiene el nombre
secreto, de la que tiene, para esconderse tantos, solo suyos, lugares secretos,
pide a las hadas del bosque, al Ángel de la Guarda, a todos los Santos y a su
abuela que está en el Cielo, que sean buenos con su nieta y que ella, durante
toda su vida, conserve y mantenga, para cuando lo necesite, en un rincón de su
alma, ese lugar, esos lugares maravillosos, donde se refugia para estar y
pensar, a solas, en las musarañas.
4 comentarios:
Fantástico!
Me encanta. Hace soñar con muchas musarañas. Jose Luis no dejes de escribir.
Precioso! Desde luego que la abuela , desde el cielo, está orgullosa de los dos, abuelo y nieta!!!
Me ha encantado!
Currís que suerte tienes de tener un abuelo que te escribe estas cosas
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