sábado, 24 de septiembre de 2022

1011. EN LA CUEVA DE LOS MURCIÉLAGOS

  

Hace algunos días mi nieta Mariana me regaló sus ideas para escribir   diez cuentos, y, aquí está, podría haber muchos más, el segundo de ellos.

 

EN LA CUEVA DE LOS MURCIÉLAGOS


Las cuatro primas, Curris, Coti, Mariana y Olivia, en el cuarto de jugar, sentadas en la alfombra y hablando muy bajito, estudian cuidadosamente la llave que Olivia ha recogido del suelo en el mercadillo medieval de las fiestas de Majadahonda. No es muy grande, pero tampoco es pequeña, más o menos como el dedo meñique del abuelo; es antigua, de metal amarillo, parece  pero no es, seguro,  de oro, dice Curris después de compararla con la cadena y la medalla que lleva en su cuello;  la llave es pesada, en un extremo, en  el que entra en la cerradura, es cuadrada y en el otro tiene un agujero para colgarla de una cuerda o, esto lo dice Olivia, en una casita de llaves como la que hay en su casa y añade: ¿será la llave de Barba Azul?-, -no, no tiene manchas de sangre -, afirma Curris que, porque tiene diez y ya es mayor,  se sabe muy bien el cuento. Y Coti piensa en alto:  - ¿será una llave mágica? -, -no hay llaves mágicas - , contesta Mariana que, cuando sea mayor quiere ser científica.

Dan vueltas y más vueltas a la llave dorada, hacen todas las cábalas, y, cuando ya están cansadas, Curris se da cuenta: -es como la llave del arca, vamos a probarla. Salen las cuatro del cuarto y, en el pasillo ancho, antes de llegar al cuarto del abuelo, está el arca. Es grande, de madera brillante, tiene herrajes de hierro y una cerradura con un agujero para la llave  en el centro. Y no lo dudan, Olivia, que no suelta la llave, la mete en la cerradura y, como si nada, suavemente, encaja en su sitio; Olivia, casi sorprendida, se detiene un momento, mira a sus primas, estas asienten, y ella lo hace;  gira despacio la llave a la izquierda, no se mueve, la gira a la derecha y, ¡silencio!, ¡que susto! el pasillo se queda a oscuras, es como una cueva; ¡qué miedo!, se abrazan las cuatro¸ -hay una luz muy lejos - , dice Coti que tiene los ojos abiertos.

Han gritado mucho, pero solo han contestado los eco lejanos  y apagados de los finales de sus gritos y luego,  silencio un rato largo, al menos un minuto pero muy largo. Y, muertas de miedo, en la oscuridad, abrazadas las cuatro, sienten sus cuerpos temblando, Curris que es la mayor, cree que  tiene que hacer algo, lo piensa un poco y dice en alto -acordaos chicas de lo que decía la abuela: ¡Dios solo da mocos a quienes tienen pañuelos! -Yo no tengo mocos -, contesta Coti dolida -, -yo solo estoy llorando -, jipia  Olivia; -y yo no tengo pañuelos -, afirma con seriedad Mariana. - ¡Que no, que no!-, explica muy seria Curris, - que lo que quería decir la abuela es que los problemas siempre tienen solución, y que solo hay que buscarla con energía y decisión -.

Lo que ha dicho Curris  ha cambiado el ánimo de las primas, sienten que son  super heroínas y, agarradas de la mano, primero muy despacio y luego más deprisa, caminan en dirección a la luz lejana que guía sus pasos, es como si ellas fueran pastores y la luz la estrella de Belén. Al cabo de otro rato la luz sigue lejos, en el mismo sitio, y ellas,  muy cansadas, nuevamente se llenan de miedo. - Está muy lejos y tengo mucho miedo -, dice, casi llorando, Olivia; se detienen, se sientan en el suelo y está frío, tan frio que, ateridas, se levantan y, para no congelarse,  corren hacia la luz, como descosidas, huyendo del frío y de tres murciélagos que vuelan, amenazadores, a su alrededor. Al rato, en su carrera, ven, tenue al principio, que la claridad llena el espacio y, cuando se dan cuenta, se detienen  asombradas,  están en el centro de una inmensa cueva, no, no es una cueva, en las paredes y en el techo cuelgan tapices, cuadros muy negros, el suelo es de cuadrados blancos y negros,  y, frente a ellas, en alto, un  gran sillón, como todo, negro, que tiene detrás un espejo peor que negro, negrísimo; es como estar en el  salón del trono del palacio de una reina de cuento, mágica y tenebrosa.

Apenas se han dado cuenta de donde están y antes de que volviera el miedo, el salón se llena con una voz profunda y, también algo tenebrosa: -¿Qué hacéis aquí vosotras, niñas ignorantes, imprudentes, osadas y atrevidas?¿Quién os ha dado permiso para entrar en mi palacio?  ¿Por qué alteráis mi reflexión y mi descanso?, vamos contestad niñas, ¿es que os ha comido la lengua un gato?

- Esta es Olivia, esta Mariana, esta Coti y yo soy Curris -, afirma, asombrada porque no siente miedo, mientras busca con la mirada a  la dueña de la voz profunda y algo tenebrosa,  -es que Olivia encontró una llave dorada, la probamos en el arca del abuelo y, debe ser mágica, sin darnos cuenta estábamos encerradas dentro; nos pusimos a caminar y aquí estamos Señora -.

Del espejo negrísimo, con gran trueno, sale un relámpago y de pie sobre  el relámpago, una señora mayor,  como una abuela, vestida de azul, como una princesa, el pelo blanco, y el rostro amable, y una barita de hada en la mano derecha, que con voz dulce, apuntando a cada una con la barita, dice: -así que tu eres Olivia, has cumplido siete, eres muy buena, tu madre se llama Victoria, montas muy bien en bicicleta y cuando seas mayor pintarás cuadros y serás famosa; y tú, Mariana, que también tienes siete y eres buena, te llamas como tu madre, te gusta el golf y cuando seas mayor te dedicarás a la ciencia;  tú Coti, has cumplido ocho pero ya tienes más de diez en tu cabeza, tu madre se llama Cristina, juegas muy bien al futbol, cuando te enfadas coges el cesto de las chufas  y, cuando seas mayor serás una gran médico que sanará a sus pacientes de  enfermedades malas; y tú Curris, tienes diez, dos más que tu hermana, lo que más de gusta es estar en las musarañas, pero cuando seas mayor enseñarás lengua y escribirás libros…Ah, lo olvidaba,  mi nombre es Esperanza, soy  el hada Esperanza.

-¿Cómo sabes esas cosas? -, pregunta Coti asombrada

-Porque soy el hada buena de vuestra familia, todas las semanas hablo con la abuela Cristi y me cuenta, Coti.

-Pero la abuela se ha muerto -, insiste Coti que sabe muy bien que no se puede hablar con la abuela porque está en el Cielo

-Es que las hadas, de verdad de verdad, somos ángeles de la guarda y, aunque vivimos en la tierra, pasamos todas las semanas por el Cielo y allí la abuela Cristi, que lo ve todo de sus nietas, me cuenta…, pero dejemos esto, ya os he dicho mucho y, no se lo digáis a nadie porque es un secreto.

-¿Puedes dar un recado a la abuela cuando la veas? -, pregunta Curris que no quiere perder la oportunidad.

-Curris, no hace falta que le lleve recados, ella te quiere mucho, os quiere mucho a las cuatro, lo sabe todo, niñas, y, cuando le preguntáis, en vuestros corazones aparece la respuesta.

- Y ahora que ya os he visto, que he comprobado que sois buenas, tengo que deciros otra cosa: -lo que estáis viendo, esta sala tan grande no es una sala, es la gran cueva de los murciélagos y yo la he convertido en sala para veros y hablar con vosotras un ratito, pero el poder de mi barita mágica solo da para unos minutos y dentro de un momento, ¡ya, tenéis que salir corriendo!, volverá a estar llena, llenísima, de murciélagos negros… adiós niñas, y no lo olvidéis, sed buenas,  salid corred mucho y, cuando lleguéis al final del túnel, abrid la puerta con la llave mágica -.

Y, apenas han salido, corriendo como descosidas, del gran salón, escuchan detrás de ellas el ruido insoportable del batir de las alas de los murciélagos y los aullidos de rabia que emiten al descubrir que las niñas han desaparecido y no pueden beber su sangre, ¡no, no son simples murciélagos, con terribles vampiros sedientos de sangre!

Corren y corren por los pasillos penumbrosos de una cueva que no tiene fin, poco a poco se deja de escuchar el ruido de los murciélagos vampiros y cuando ya no se escucha ningún ruido y el silencio es tenebroso, porque están agotadas, se detienen un momento, Mariana se sienta en el suelo, muy callada, Olivia lo hace al lado de su prima llorando angustiada; Curris las abraza y trata de consolarlas; Coti no tiene tiempo para lloros,  y aunque tiene miedo, porque es muy valiente, en lugar de no hacer nada, en la obscuridad mira a todas partes sin ver nada…-¡tengo que pensar!, aquí se respira muy bien y eso es, seguro, porque estamos carca de una salida!, lo dijo el hada, hay salida -.

Coti ha insistido varias veces hasta que, con la ayuda de Curris, sus primas dejan de llorar, se ponen de pie y, caminando una detrás de otra, en fila india, Coti primero, luego Mariana, luego Olivia y detrás, para cuidarlas a todas, Curris.

Avanzan con decisión por los pasillos de la cueva, y dos veces tienen que cambiar de dirección porque se escuchan cerca, ¡qué miedo!, los aullidos de los murciélagos que las están buscando.

Pasa el tiempo, se han tenido que sentar otra vez para descansar, y llorar, y hasta quedarse dormidas, despertar, levantarse y, muertas de hambre, seguir caminando. ¿Ha pasado una hora, un día, un siglo?, ¿sus padres las estarán buscando?

Olivia, entre sollozo y sollozo, se da cuenta de que está sentada justo encima de una piedra puntiaguda que le hace daño, se levanta, se mueve un poco, y se sienta de nuevo, pero ahí sigue la piedra,  ahora le hace más daño y entonces recuerda: es la llave que guardó en el bolsillo después de abrir el arca; la saca y grita:  - ¡tengo la llave mágica! -.

Menos Coti todas lo habían olvidado, el hada les dijo que había salida y que abrieran la puerta con la llave mágica; y, como impulsadas por un resorte, están muy animadas, se ponen de pie y siguen caminando, pueden salir de la cueva, ¡hay que tener constancia!

Una pared lisa, negra, pintada con muchas estrellitas blancas, les cierra el paso, pegada a ella, en el suelo, un arca…¡ya estamos chicas!, dice Mariana.

- ¡Saca la llave Olivia!, grita Coti

Olivia saca la llave del bolsillo, la mira, duda un poco y al fin se decide: - ¡voy a abrir el arca! -.

La llave mágica entra en la cerradura, un giro a la izquierda, no pasa nada, un giro a la derecha, sigue sin pasar nada…otra vez la llave a la izquierda y a la derecha, y nada.

Desanimadas, llorando las cuatro, se sientan mirando la llave, enfrente del arca.

Y entonces, como si nada, la lleve, brillando a tope, se pone a dar vueltas, y vueltas, y más vueltas;  un ruido seco y, frente a ellas, a dos pasos, se abre la puerta que es la salida del arca.

Salen, se cierra el arca. Escuchan, al fondo, a sus madres hablando, se enjugan las lágrimas y, las cuatro,  lo necesitan, van hacia ellas, para darles besos y abrazarlas.

Más tarde, cuando, porque la tiene muy sucia, van a ir a lavarse la cara, al pasar junto a abuelo, este las para y, muy serio y  muy bajito, les dice: - ¡nietas, no digáis a nadie lo que os ha pasado, dejad la llave en su sitio, junto a la otra,   y ni se os ocurra abrir otra vez el arca!



Nota: la imagen está tomada, en Internet, de COPE

lunes, 19 de septiembre de 2022

1010. CUANDO SE TIENEN LAS IDEAS TODO ES FÁCIL

El sábado pasado mi nieta Mariana,  tiene siete años,  con algo de ceremonia, me regaló una página muy bien escrita,  a mano, en rojo, llena de corazones y estrellas, también rojas, con diez  frases que transcritas, en el ordenador, son estas: Las primas super heroínas, Las científicas, El balcón privado, La cueva de los murciélagos, A explorar Egipto, Chicas contra chicos,  Las cazas fantasmas, La llave mágica, Al futuro y Las malvadas cocineras.

Sí, son diez títulos, y cada uno de esos títulos podría ser el de una historia; pero esos títulos son también diez ideas que,  integradas  y bajo cualquiera de ellas como título, el abuelo, porque cuando se tienen las ideas todo es fácil, las ha convertido en el argumento para escribir un pequeño relato, podrían ser varios,  para el disfrute de sus nietas.

El abuelo está seguro de que cuando, un poco más largo y adornados los detalles, se lo lea a Olivia, Mariana, Coti y Curris, va a ser motivo de regocijo y puede, quizá, porque aparecen ellas, de gran entusiasmo.

 

LAS PRIMAS SUPER HEROÍNAS EXPLORAN EN EGIPTO

 

Las cuatro primas, Curris, Coti, Mariana y Olivia, son valientes y aguerridas, aman la ciencia y cuando sean mayores quieren ser científicas.

Han ido a Egipto con sus padres y, visitando las pirámides, una de ellas, Coti,  descubre en una pared, en la que no parecía haber nada, una argolla entre negra y dorada, tira de la argolla a ver qué pasa, sin ruido aparece una escalera de piedra, llama a sus primas y, cual heroínas, aunque está algo obscuro, ¡qué emoción!, bajan; tienen dudas pero siguen bajando; luego las escaleras hacen curvas y, de pronto, un ruido grande, se hace la obscuridad,  se asustan, Curris enciende la linterna de su teléfono móvil, suben corriendo. Termina la escalera y en lugar de la salida hay una pared llena de jeroglíficos. Intentan llamar a sus padres, el teléfono no tiene cobertura. Deciden volver a bajar, saben que nunca se construye nada sin al menos dos salidas.

Las escaleras bajan y bajan, suben y suben, bajan y bajan, hasta que llegan a una gran sala, hay sarcófagos, muchos tesoros y, de repente, muchos, muchos murciélagos…un horror de murciélagos, ¡qué asco!. Escapan por un túnel estrecho, el único por el que no entran murciélagos

A lo lejos una luz, cuando llegan, tardan muchísimo y están cansadas, ven que es un pequeño balcón, se acercan, pero no pueden hacerlo del todo, hay una piedra a la derecha que tiene esculpida una mano abierta, lo adivinan, ¡es que no se puede pasar!. Están muy asustadas y tienen hambre, pero son valientes y saben que aunque sus padres las estén buscando no pueden encontrarlas, si no se ayudan ellas mismas nadie lo hará por ellas...

Debajo del balcón,  en el suelo hay una llave, Olivia la ve y la coge, es entre negra y dorada, como el dedo corazón de su  padre, la llave tiembla en su mano, ¿será mágica?, ¿qué hacemos?

Hay una ranura en la pared, meten la llave, se abre una puerta, hay gente dentro, respiran, es una cocina enorme, seguro que es la de un gran restaurante. Entran, se cierra la puerta, y ven que se acercan dos cocineras, están vestidas de cocineras, son horrorosas, ¡son las malvadas cocineras!. Corren y corren por la cocina, pero al final las cocineras las cazan y atadas, les bañan y dan para beber agua; es raro, ¿para qué nos bañan?, ya limpias, aunque siguen atadas están más tranquilas esperan a ver qué pasa;  lo descubren pronto, las van a guisar para que se las coman las amazonas cazadoras, que están muy hartas de comer fantasmas.

Algo tienen que hacer,  fatal si no lo hacen, lo hablan mientras las cocineras malvadas pelan más y más patatas. Aparece una amazona en la cocina, es tan grande y tiene tan mal genio que hasta las cocineras se espantan, -¿están ya las viandas preparadas? ¡la reina tiene un hambre de niña que espanta!

Las meten enteras, cada una en una olla, con patatas. Se está calentito,  ellas, ¡qué raro! no se cuecen pero sí  las patatas, al cabo de un rato las patatas huelen bien, tienen sabor y están blandas, sacian con gusto el hambre que tienen y muertas de miedo ven llegar, con unos cucharones enormes, a las cocineras malvadas. Un ruido tremendo, las cocineras escapan para esconderse donde pueden, es una bandada de murciélagos la que ataca.

Mariana salta fuera de la olla, ayuda a salir de las ollas a sus primas que no pueden, ya están, sin enterarse, casi cocidas, escapan por la misma puerta, llegan al balcón, se saltan la señal, está cerrado,  y cuando ya no pueden más, Olivia encuentra la llave que tenía en el bolsillo guardada, la acerca a la cerradura del balcón y se abre…se asoman, ¡seguro que estamos en lo alto de una montaña!, pero no, a diez metros sus padres están charlando y haciendo fotografías, uno de ellos pregunta ¿dónde están las niñas?,  ellas lo oyen, salen por el balcón y corren, se abrazan sus sorprendidos padres, ellas miran al balcón, ha desaparecido…¿han soñado o ha sido la magia?

Sí, Olivia, Mariana, Coti y Curris, para saberlo todo, cuando sean mayores, serán  además doctoras en Ciencia  Mágica.

Nota: La imagen de las pirámides está tomada de HOLA







domingo, 18 de septiembre de 2022

1009. COSAS DE VIEJO: ALDOUS HUXLEY, GEORGE ORWELL Y AYN RAND


Quizá, o sin quizá, en estos tiempos extraños del siglo XXI, cuando abrumados por la información, quienes tenemos años nos sentimos inmersos en un pozo de oscuridad en el que no es posible distinguir entre la verdad y la mentira,   es cosa de viejo reunir en el pensamiento los nombres, los libros, las ideas de tres gigantes del siglo pasado, Aldous Huxley que publicó Un mundo feliz en 1932, en medio de la Gran Depresión del convulso mundo de entreguerras; George Orwell, lo hizo  con 1984 en 1949, terminada la II Guerra Mundial, en pleno auge del poder de Stalin, Franco y Salazar; y Ayn Rand, La rebelión de Atlas, en 1957, en un momento álgido de la  hegemonía de los Estados Unidos  y  su  Guerra Fría con la dictadura comunista de la unión Soviética.    

Sí, nuestro mundo, al menos nuestro mundo occidental, no es el desesperado de la Gran Depresión y vive ahora en la abundancia, no necesita pensar en la bondad del soma, la libertad sexual, el amor o la felicidad; ni tampoco vivimos, tampoco en China, bajo la dictadura comunista de Stalin; ni, hay que decirlo,  en la América del pleno empleo, el esplendor de General Motors o la gran expansión de las grandes corporaciones industriales norteamericanas.

Sí, hoy, pasados los años,  nuestro mundo es mucho mejor que el de entonces, reúne, para bien y para mal, el nivel de bienestar, riqueza y libertad soñado por Huxley;  el de control del pensamiento y la no intimidad que, con horror nos muestra Orwell; y la desesperación de quienes escapan, para crear y ser ellos mismos sin ser explotados por el gobierno de mediocres,  que describe Ayn Rand.

Y, ahora, distraído, dejo de estar escondido entre libros y fantasmas, me llama la luz preciosa que entra por la ventana;  miro a la calle, el sol limpia mi alma y, sin nostalgia,  pienso que, en 1932, en 1949 y en 1957, el sol era el mismo,  hubo  las mismas preciosas mañanas y las gentes de entonces, como las de ahora o más, desconociendo el futuro, amaban y soñaban.

Y me digo: José Luis, deja de pensar en distopías, deja de pensar en el pasado, no sirve para nada y, aunque no sepamos cómo y entendiendo nada, porque las gentes sueñan futuros y aman, el mundo avanza.





viernes, 16 de septiembre de 2022

1008. DE LOS RECUERDOS GUARDADOS EN EL OLVIDO: "SE HA IDO LA LUZ"


 

En estos días extraños en que la guerra de Ucrania y, sobre todo, el comportamiento de los políticos, anuncian el “final de la abundancia”, de mi memoria de viejo surgen dos frases, familiares en mi niñez y olvidadas, ¡gracias a Dios!, durante muchos años:  “hay restricciones” y  “se ha ido la luz”

Ambas frases, frecuentes cuando vivíamos en la postguerra y éramos pobres, aunque eran resultado de un mismo hecho, el corte de la energía eléctrica, en mi casa tenían distintas consecuencias adicionales: si era la hora de las restricciones, normalmente en horas de día, salvo esperar a que volviera la luz, tenían horario, no se hacía nada. Por el contrario, si se iba la luz, todo era muy distinto, su duración era incierta, podía ser  de minutos o de horas; lo primero que se hacía era encender el velón, era de latón, funcionaba con aceite y mechas de algodón, y las velas, siempre preparadas en sus palmatorias; luego “mirar los plomos”, ahora diríamos fusibles, y, a continuación,  mi madre daba la misma orden: “Fulanita, llame al encargado de la luz” y, cuando yo aprendí a hablar por teléfono, era muy pequeño, “José Luis llama al encargado de la luz”.

Las restricciones eran causadas por la escasez de energía eléctrica en España, todavía no se habían construido los muchos pantanos que se hicieron después, y las centrales funcionaban quemando carbón, hulla y antracita (esta era peor), de las minas de Asturias y León. Y, como es normal en toda dictadura, las restricciones estaban reguladas y muy bien controladas, limitaban el consumo de energía también en las empresas  y, como es evidente, afectaban no solo al coste sino y sobre todo, al volumen de la producción.

El ”se ha ido la luz”, se debía al mal estado general de la red eléctrica,  fruto de la guerra civil y de la debilidad de las líneas que, sobre todo en los pueblos, llevaban luz a las casas y sufrían averías cuya reparación estaba a cargo de “el encargado de la luz”, cuando yo era niño el nuestro era el hombre capaz y entrañable que siempre ha sido don Antonio Gea.

Y ahora, setenta años después, me asombra ver que entonces, en los años 40, en plena dictadura, todos sabíamos y estaba muy claro el por qué de lo que sucedía, no había carbón y las redes eran muy deficientes. Sin embargo,  hoy, en  plena democracia, todo está bastante menos claro y no lo sabemos, nos dicen; “no se puede comprar gas ruso”, “no hay suficiente energía, hay que consumir menos y hay que pagar más“, “las eléctricas tienen que pagar”…un conjunto, a mí me parece, de medias verdades que nos tienen envueltos en una inmensa mentira.




lunes, 12 de septiembre de 2022

1007. DE LA MUERTE DE ISABEL II, REINA DEL REINO UNIDO DE GRAN BRETAÑA E IRLANDA DEL NORTE

 

El pasado día 8 de septiembre, a los 96 años, luego de 70 de reinado, ha fallecido la reina Isabel II.

Los ingleses y todos los anglos lloran su muerte, el rey Carlos III promete seguir la estela de su madre, y de todos los rincones del mundo, incluidos los del que fue el Imperio Británico y los del mundo hispano,  llegan a Londres sentidos mensajes de duelo y dentro de unos días se celebrará el gran y solemne funeral que cerrará del todo su reinado.  

Sí, la Reina Isabel II ha sido una gran reina de Inglaterra, la reina que, como reina, vivió y, quizá sufrió, la independencia de India, Paquistán y otras cincuenta naciones; contempló el deterioro del poder económico del Reino Unido sin, pese a su gran fortuna, una de las mayores del mundo, poder evitarlo. Padeció el horror de no pocas guerras coloniales y una larga guerra civil en su propia casa, en Irlanda del Norte. Nombró a 15, unos buenos y otros menos buenos, primeros ministros. Estuvo al tanto de los esfuerzos de sus gobiernos,  laboristas y conservadores, a partir de 1951, hasta la entrada de Gran Bretaña, en 1973, y más tarde, ya dentro, de las mil dificultades para el progreso de la Unión Europea, hasta su salida, aún plagada de marrullerías, en 2020.  

Y sí, ¡qué cosas!, a pesar de todo lo anterior, los anglos del Reino Unido y todos los anglos, lloran la muerte de la reina Isabel II, y los medios de comunicación de la Unión Europea, de los países hispanos y de todo el mundo, con sentidísimos mensajes, acompañan en el sentimiento a los súbditos de ese gran país al que solo, solo y exclusivamente, desde hace seiscientos años, le ha importado y le importa, cueste lo que cueste, su propio beneficio.

Y, sí, también yo, lamento la muerte de la reina Isabel II del Reino Unido, creo que fue una gran señora, una gran reina para los anglos y un ejemplo de sabiduría, entrega y buen hacer para todos los reyes que aún quedan en el mundo.