Y, otro cuento para
mis nietas
Lo han hablado muchas veces y nunca han llegado a ninguna conclusión; aunque las madres dicen que los espejos no tienen nada dentro, reflejan lo que tienen delante, sirven para hacer las habitaciones más grandes y, también, para mirarse, ellas, Mariana, Olivia, Coti y Curris, saben que todo es verdad, pero tienen algunas dudas de que eso sea toda la verdad.
Y tienen dudas porque en casa del abuelo, en una pared del cuarto de jugar hay un espejo que llega del suelo al techo y las cuatro han visto más de una vez, al entrar y encender la luz, moverse algo en el espejo, algo que estaba en el borde que se ve desde la puerta; pero sin hacer ningún ruido, como si fuera una sombra, y antes de verse reflejadas, ha desparecido.
Además, el abuelo alguna vez ha comentado, hablando con las madres, que a él nunca, desde que era pequeño, le han gustado los espejos, que guardan dentro demasiados secretos y que, si en su casa hay muchos es porque a la abuela le encantaba tenerlos; ella decía que eran el lugar donde mejor se mantienen los recuerdos, y que, cuando quería ver a su yayo, solo tenía que asomarse al espejo del comedor, ese tan grande que estaba, cuando era niña, en casa de sus abuelos.
-A lo mejor, si miramos bien, podemos ver a la abuela en el espejo -, dice Olivia con alguna añoranza.
-Yo no me acuerdo de la abuela -, añade Mariana; -
-Yo me acuerdo un poco -, es como está en las fotografías que tienen las madres y abuelo -, exclama Coti, que tiene muy buena memoria
-Yo sí me acuerdo mucho de ella, me subía en brazos, me daba mimos y muchos besos -, presume Curris, que es mayor y sus recuerdos llegan más lejos.
-¿Y si nos sentamos las cuatro delante del espejo y miramos muy bien para ver si la abuela está dentro?; -, entre afirma y pregunta afirma Coti muy decidida.
Dicho y hecho, ahora las cuatro, en silencio, muy juntas, para tener menos miedo, miran atentas al espejo; y, enfrente, están ellas, las cuatro, dentro del espejo.
-¿Os habéis fijado que en el espejo se nos ve, pero no se oye lo que hablamos? -, pregunta, inquieta, Mariana.
-¡Cómo va a hablar el espejo, en los espejos solo se ve -, responde Olivia!
-Es que a lo mejor el espejo habla al mismo tiempo que nosotras y por eso no lo escuchamos -, puntualiza Coti, que ya lo había pensado.
-Pues no sé, pero parece que sí, que dentro del espejo, ahora mismo estamos hablando -, es como si fuera una ventana, cuando está cerrada dentro no se oye nada, aunque fuera estén gritando -, reflexiona Curris, inquieta por lo que ha dicho Coti.
-¡Me gustaría tanto entrar en el espejo! , exclama Coti
-Y a mí también me gustaría -, se suma Mariana
-A mí me da mucho miedo, mira que si entramos y luego no podemos salir -, dice Olivia, dudando.
-No se puede entrar en los espejos, no tienen puerta, afirma, muy seria Curris
Una sombra primero, luego el contorno de una figura y al final, la imagen completa de una señora aparece frente a ellas en el espejo. Es guapa, parece una madre, y las mira con arrobo.
Las cuatro vuelven la cabeza y detrás de ellas no hay nadie, ¡qué raro!, vuelven a mirar al espejo, y dentro, mirando al frente, sonriendo, está la señora que parece una madre.
-Si queréis entrar en el espejo, hoy, niñas, podéis hacerlo, y descubriréis el secreto del espejo -.
No lo piensan, se ponen de pie, dan un paso y, ¡ya!, están dentro del espejo.
Es como estar fuera, pero están dentro. Olivia mira hacia atrás, siente un escalofrío, la habitación de jugar está vacía y ellas, las cuatro, están dentro del espejo, pero solas, la señora ha desaparecido.
Es como si estuvieran fuera, en la habitación de jugar y, enfrente de ellas hay otro espejo, el mismo espejo, en el que se ven reflejadas, junto a la imagen de la señora que las invita a cruzar y entrar otra vez en siguiente espejo.
Dudan, no entienden nada, tienen miedo, un miedo que es cada vez mayor, intentan retroceder, salir del espejo, no pueden, están paralizadas.
Se mueven dentro del espejo y tratan de salir por la puerta de la habitación que está dentro del espejo, pero no, cuando llegan a donde no se veía en el cuarto de jugar, ahora la habitación se acaba y no hay nada…dan vueltas y vueltas y nada, están en un sitio que es exactamente lo que se veía desde fuera en el espejo.
-¡No tengáis miedo, cruzad, niñas, cruzad el espejo y conoceréis el gran secreto de los espejos! -.
-¡No tengáis miedo, cruzad, niñas, cruzad el espejo y conoceréis el gran secreto! -, repite una y otra vez la señora, muy amable y siempre sonriendo…
-Bueno, os dejo
solas, pensad qué hacéis y, dentro de un rato vuelvo -.
Lloran, no pueden pensar, están muertas de miedo. Y si resulta que no pueden salir del espejo…
Curris mira hacia atrás, han aparecido las madres, se las ve a través del espejo, -pues aquí no están, ¿dónde se han metido las niñas?, escucha decir a una antes de que salgan las tres de la habitación de jugar.
-No nos pueden ver, ¿y ahora qué hacemos?, pregunta Olivia llorosa.
-Pensar, tenemos que pensar -, responde Mariana, que apenas puede hacerlo
-Si no hacemos algo no pasará nada -, exclama Coti, que tiene las ideas muy claras.
-Podemos preguntar a la señora, seguro que es buena, sonríe y tiene cara de madre -, sugiere Curris, que es mayor y piensa muy bien.
Lo dudan mucho, gimotean, se arrepienten, ¡nunca, nunca, volverán a entrar en un espejo!
En el espejo que tienen enfrente, en el que están ellas reflejadas, aparece la señora: -niñas, si queréis volver a casa, el viaje es hasta el final del espejo, son muchos espejos, pero, al final, muy al final, está el principio, la puerta por la que habéis entrado en el espejo; ¿estáis preparadas?
En su desesperanza,
porque no se les ocurre otra cosa, las cuatro al mismo tiempo, cruzan el
espejo: otra vez aparece el cuarto de jugar, y, salvo ellas y la señora, que les hace señas para que crucen
también este espejo, está vacío.
Han intentado retroceder y es imposible volver al anterior espejo
Uno, otro, otro más, y delante, siempre ellas solas en el cuarto de jugar, la señora que hacía señas ha desaparecido…-¡cada vez están más lejos!.
De repente, frente a ellas la imagen ha cambiado, es muy parecido, algo ha cambiado y no es el mismo cuarto de jugar, hay dos niñas, una es como Curris y otra, un poco más pequeña, se parece a Coti, que están hablando, una acaricia una muñeca grande y la otra sube y baja, delante de ella, una jirafa amarilla.
-Hermana, ¿por qué no se puede entrar en el espejo?, si entramos, ¿en lugar de dos seríamos cuatro y jugaríamos mejor? -, pregunta la más pequeña.
-Ya sabes que no se puede entrar en los espejos…te lo he dicho mil veces, los espejos son para verse, pero son como una pared y no hay nada dentro -, contesta, como cansada de repetirlo, la mayor.
Y, mientras las cuatro miran jugar a las niñas por la puerta aparece la señora, ahora parece una madre de verdad, que dice: -vamos niñas, daros prisa, es la hora del baño y va a llegar papá -.
Cuando ven salir a las niñas detrás de su mamá y el cuarto de jugar queda vacío, las cuatro, a pesar de todos sus miedos, cruzan cinco veces el espejo; y la sexta, ven a las mismas niñas, seguro que, aunque más pequeñas, son las mismas; y ven que en el cuarto no es de jugar, hay una cuna y sentada en ella en ella una bebé, lo saben porque tiene pendientes y su ropa es rosa, y a su lado la otra, la que es como Curris pero más pequeña; entra en la habitación la señora, ahora es más joven que antes, se inclina, mira a la bebé, sonríe, da a la otra un beso en la cabeza y sale de la habitación.
-¡Es la abuela!, ¡es como en las fotografías de cuando mamá era bebé! -, exclama Olivia, que ha mirado muchas veces todos los álbumes de su casa y los de casa del abuelo.
-¡Y las niñas son las madres! -, grita Coti, emocionada.
-¡Tu madre es como tú, Curris! -, lo ha descubierto Mariana.
-¡Eso ya lo sabía, el abuelo dice que soy como mi madre y parezco la abuela reencarnada! -.
Sin pensarlo saltan dentro del espejo, entran, y arrastradas vuelven a saltar muchas veces, hasta que se paran, frente a ellas todo es oscuridad, no hay nada.
Miran detrás de ellas, tampoco hay nada, están encerradas en un lugar muy oscuro, se abrazan y lloran, lloran como desesperadas.
-¿Qué hacemos, Curris? -, pregunta Olivia angustiada.
-Pensar, pensar, ¿se te ocurre algo, Mariana?
-Estoy pensando, pero todavía no se me ha ocurrido nada -, dice Mariana.
-¡Agárrate bien a mí Olivia! ¡Coti y Mariana tienen muchas ideas y van a salvarnos! -, exclama Curris.
-La señora dijo que al final del espejo está la salida …-, murmura Coti
-Y si seguimos cruzando espejos… -, añade Mariana.
-¡Salimos! -, confirma, segura, Coti.
-Pues vamos!, ¿a qué esperamos?
Las cuatro, agarradas muy fuerte, de las manos, caminan hacia delante, avanzando en la oscuridad, dan pasos y más pasos, es como un pasillo que no acaba. El miedo se apodera de ellas, corren y corren, hasta jadean…
De pronto, sin saber cómo, están en la habitación, está recién pintada y, frente a ellas, una es una madre, está muy gorda, parece muy contenta de estar embarazada, y habla animadamente con un señor vestido con un traje gris.
-Me gusta, es estupendo para la habitación de la niña -, está explicando la madre, marido, has tenido una buena idea comprándolo-.
-Es un buen espejo, está nuevo y ha sido una oportunidad -, contesta el señor del traje gris.
-¿Está bien sujeto a la pared? -, pregunta la madre un poco preocupada
-Firme como una roca señora mía, en la vida se va a caer -.
¡Es el abuelo!, es la abuela -, grita Olivia
¡Es la abuela, es el abuelo! -, confirma Mariana
¡Son los abuelos! -, reconfirma Coti
¡Pues claro que son los abuelos!, ¡es el día que colocaron el espejo! -, concluye Curris.
Los abuelos salen, agarrados de la mano, y la habitación se queda vacía.
Y, ¿ahora que hacemos?, pregunta Olivia
-No pasa nada, avanzamos un poco y ya estamos en el cuarto de juegos -, asegura Mariana.
Agarradas de las manos, como lo hicieron antes, se lanzan al espejo y, ¡qué cosas!, ya están, después de mucho susto, en el cuarto de juegos.
Respiran profundo, se ríen mucho, y sin decirlo en alto, aunque han visto a la abuela cuando era joven y a las madres cuando eran niñas, se prometen las cuatro que, aunque se pueden descubrir muchos secretos, obedecerán al abuelo y nunca más volverán a entrar en un espejo.
Y, colorín colorado,
este cuanto se ha acabado.