Aunque dedico una gran parte del día a estar escondido, soñando mundos, en mi imaginación; porque soy viejo, tengo tiempo y no lo puedo evitar, observo, pienso e intento comprender qué sucede y por qué sucede, a mi alrededor.
Y sí, porque fui educado en el siglo XX, hoy, abrumado por la información, me cuesta mucho trabajo distinguir entre lo que es importante y lo que es banal, lo efímero de lo permanente, lo que es cierto o está falto de verdad; y luego, esto es aún peor, trato, sin conseguirlo, de descubrir las ideas que, al final, están inspirando los hechos que construyen lo que es realidad en el siglo XXI.
Sin embargo, de cuando en cuando, me sorprendo al darme cuenta de que, como cuando era niño, tiendo a olvidar lo que es obvio, e inmediatamente rectifico y, en algunas ocasiones pienso y me digo a mí mismo que en algo acierto.
Así, esta madrugada, durante un par de horas he repasado las noticias, casi todas repetidas, que circulan en Internet: la cruel inseguridad en México; la estupidez que abruma Nicaragua; las ilusiones, encontradas, de los brasileros; lo que ignoramos de la guerra de Ucrania; la extraña confusión de aciertos e increíbles desaciertos de los anglos; los líos en Cataluña; los presupuestos del narciso que gobierna España; los “famosos” que presumen de quién, por amor o dinero, duerme, o no duerme, en su cama; y, supongo, otras que, importantes o banales, pasados unas horas, no recuerdo.
Y, al final, mi súbito, obvio y gran acierto, la frase mágica: ¡Ay, María, eres insaciable! Quizá porque la he escuchado, siempre cariñosa, en boca de mi padre y dirigida a mi madre, miles de veces, porque, probablemente, casi seguro, mi madre era “insaciable”, pero era, acaso porque vivía con mi padre, una “insaciable contenida”, y yo, hasta hoy nunca le he dado el inmenso valor que encerraban esas cuatro palabras, tan llenas de sabiduría.
Pues sí, resulta además que, a lo largo de la vida, pensar es un lujo en el que no se puede ni soñar, nunca hay tiempo, desde que eres niño, desde que tienes fuerzas, porque tus deseos de conseguir son insaciables, trabajas, trabajas para llenar un saco que no tiene fondo; y, cuando ya no tienes fuerza, cuando ya tienes todo o no quieres tener más, resulta que eres viejo y resulta que, ahora sí, tienes tiempo y puedes pensar.
Concluyo
estos mis pensamientos de viejo con, más que una duda, una conclusión: para que
la humanidad no muriese en la lucha por la vida y se multiplicase, Dios hizo a las
mujeres y a los hombres también, seres que pensamos poco y somos insaciables
Y, termino
con una aclaración: Dios, porque es compasivo, a los viejos, porque somos
viejos, anhelamos poco, necesitamos menos
y no hace daño a nadie, nos dio el regalo de poder pensar.
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