miércoles, 26 de octubre de 2022

1017. EN EL ESPEJO


Y, otro cuento para mis nietas


 

Lo han hablado muchas veces y nunca han llegado a ninguna conclusión; aunque las madres dicen que los espejos no tienen nada dentro, reflejan lo que tienen delante, sirven para hacer las habitaciones más grandes y, también,  para mirarse, ellas, Mariana, Olivia, Coti y Curris, saben que todo es verdad, pero tienen algunas dudas de que eso sea toda la verdad.  

Y tienen dudas porque en casa del abuelo, en una pared del cuarto de jugar hay un espejo que llega del suelo al techo y las cuatro han visto más de una vez, al entrar y encender la luz, moverse algo en el espejo, algo que estaba en el borde que se ve desde la puerta; pero sin hacer ningún ruido, como si fuera una sombra, y antes de verse reflejadas, ha desparecido.   

Además, el abuelo alguna vez ha comentado, hablando con las madres, que a él nunca, desde que era pequeño, le han gustado los espejos, que guardan dentro demasiados secretos y que, si en su casa hay muchos es porque a la abuela le encantaba tenerlos; ella decía que eran el lugar donde mejor se mantienen los recuerdos, y que, cuando quería ver a su yayo, solo tenía que asomarse al espejo del comedor, ese tan grande que estaba, cuando era niña, en casa de sus abuelos.

-A lo mejor, si miramos bien, podemos ver a la abuela en el espejo -, dice Olivia con alguna añoranza.

-Yo no me acuerdo de la abuela -, añade Mariana; -

-Yo me acuerdo un poco -, es como está en las fotografías que tienen las madres y abuelo -, exclama Coti, que tiene muy buena memoria

-Yo sí me acuerdo mucho de ella, me subía en brazos, me daba mimos y muchos besos -, presume Curris, que es mayor y sus recuerdos llegan más lejos.

-¿Y si nos sentamos las cuatro delante del espejo y miramos muy bien para ver si la abuela está dentro?; -, entre afirma y pregunta afirma Coti muy decidida.

Dicho y hecho, ahora las cuatro, en silencio, muy juntas, para tener menos miedo, miran atentas al espejo; y,  enfrente, están ellas, las cuatro, dentro del espejo. 

-¿Os habéis fijado que en el espejo se nos ve, pero no se oye lo que hablamos? -, pregunta, inquieta, Mariana.

-¡Cómo va a hablar el espejo, en los espejos solo se ve -, responde Olivia!

-Es que a lo mejor el espejo habla al mismo tiempo que nosotras y por eso no lo escuchamos -, puntualiza Coti, que ya lo había pensado.

-Pues no sé, pero parece que sí, que dentro del espejo, ahora mismo estamos hablando -, es como si fuera una ventana, cuando está cerrada dentro no se oye nada, aunque fuera estén gritando -, reflexiona Curris, inquieta por lo que ha dicho Coti.

-¡Me gustaría tanto entrar en el espejo! , exclama Coti

-Y a mí también me gustaría -, se suma Mariana

-A mí me da mucho miedo, mira que si entramos y luego no podemos salir -, dice Olivia, dudando.

-No se puede entrar en los espejos, no tienen puerta, afirma, muy seria Curris

Una sombra primero, luego el contorno de una figura y al final, la imagen completa de una señora aparece frente a ellas en el espejo. Es guapa, parece una madre,  y las mira con arrobo.

Las cuatro vuelven la cabeza y detrás de ellas no hay nadie, ¡qué raro!, vuelven a mirar al espejo, y dentro, mirando al frente, sonriendo, está la señora que parece una madre.

-Si queréis entrar en el espejo, hoy, niñas, podéis hacerlo, y descubriréis el secreto del espejo -.

No lo piensan, se ponen de pie, dan un paso y, ¡ya!, están dentro del espejo.

Es como estar fuera, pero están dentro. Olivia mira hacia atrás, siente un escalofrío, la habitación de jugar está vacía y ellas, las cuatro, están dentro del espejo, pero solas, la señora ha desaparecido.

Es como si estuvieran fuera, en la habitación de jugar y, enfrente de ellas hay otro espejo, el mismo espejo, en el que se ven reflejadas, junto a la imagen de la señora que las invita a cruzar y entrar otra vez en siguiente espejo.

Dudan, no entienden nada, tienen miedo, un miedo que es cada vez mayor, intentan retroceder, salir del espejo, no pueden, están paralizadas.

Se mueven dentro del espejo y tratan de salir por la puerta de la habitación que está dentro del espejo, pero no, cuando llegan a donde no se veía en el cuarto de jugar, ahora la habitación  se acaba y no hay nada…dan vueltas y vueltas y nada, están en un sitio que es exactamente  lo que se veía desde fuera en el espejo.

-¡No tengáis miedo, cruzad, niñas, cruzad el espejo y conoceréis el gran secreto de los espejos! -.

-¡No tengáis miedo, cruzad, niñas, cruzad el espejo y conoceréis el gran secreto! -, repite una y otra vez la señora, muy amable y siempre sonriendo…

-Bueno, os dejo solas, pensad qué hacéis y, dentro de un rato vuelvo -.

Lloran, no pueden pensar, están muertas de miedo. Y si resulta que no pueden salir del espejo…

Curris mira hacia atrás, han aparecido las madres, se las ve a través del espejo, -pues aquí no están, ¿dónde se han metido las niñas?, escucha decir a una antes de que salgan las tres de la habitación de jugar.

-No nos pueden ver, ¿y ahora qué hacemos?, pregunta Olivia llorosa.

-Pensar, tenemos que pensar -, responde Mariana, que apenas puede hacerlo

-Si no hacemos algo no pasará nada -, exclama Coti, que tiene las ideas muy claras.

-Podemos preguntar a la señora, seguro que es buena, sonríe y tiene cara de madre -, sugiere Curris, que es mayor y piensa muy bien.

Lo dudan mucho, gimotean, se arrepienten, ¡nunca, nunca, volverán a entrar en un espejo!

En el espejo que tienen enfrente, en el que están ellas reflejadas, aparece la señora: -niñas, si queréis volver a casa, el viaje es hasta el final del espejo, son muchos espejos, pero,  al final, muy al final, está el principio, la puerta por la que habéis entrado en el espejo; ¿estáis preparadas?

En su desesperanza, porque no se les ocurre otra cosa, las cuatro al mismo tiempo, cruzan el espejo: otra vez aparece el cuarto de jugar, y, salvo ellas y  la señora, que les hace señas para que crucen también este espejo, está vacío.

Han intentado retroceder y es imposible volver al anterior espejo

Uno, otro, otro más, y delante, siempre ellas solas en  el cuarto de jugar,  la señora que hacía señas ha desaparecido…-¡cada vez están más lejos!.

De repente, frente a ellas la imagen ha cambiado, es muy parecido, algo ha cambiado y no es el mismo cuarto de jugar, hay dos niñas, una es como Curris y otra, un poco más pequeña,  se parece a Coti, que están hablando, una acaricia una muñeca grande y la otra sube y baja, delante de ella, una jirafa amarilla. 

-Hermana, ¿por qué no se puede entrar en el espejo?, si entramos, ¿en lugar de dos seríamos cuatro y jugaríamos mejor? -, pregunta la más pequeña.

-Ya sabes que no se puede entrar en los espejos…te lo he dicho mil veces, los espejos son para verse, pero son como una pared y no hay nada dentro -, contesta, como cansada de repetirlo, la mayor.

Y, mientras las cuatro miran jugar a las niñas por la puerta aparece la señora, ahora parece una madre de verdad,  que dice: -vamos niñas, daros prisa, es la hora del baño y va a llegar papá -.  

Cuando ven salir a las niñas detrás de su mamá y el cuarto de jugar queda vacío, las cuatro, a pesar de todos sus miedos, cruzan cinco veces el espejo; y la sexta,  ven a las mismas niñas, seguro que, aunque más pequeñas,  son las mismas; y ven que en el cuarto no es de jugar, hay una cuna y sentada en ella en ella una bebé, lo saben porque tiene pendientes y su ropa es rosa, y a su lado la otra, la que es como Curris pero más pequeña; entra en la habitación la señora, ahora es más joven que antes, se inclina, mira a la bebé, sonríe, da a la otra un beso en la cabeza y sale de la habitación.

-¡Es la abuela!, ¡es como en las fotografías de cuando mamá era bebé! -, exclama Olivia, que ha mirado muchas veces todos los álbumes de su casa y los de casa del abuelo.

-¡Y las niñas son las madres! -, grita Coti, emocionada.

-¡Tu madre es como tú,  Curris! -, lo ha descubierto Mariana.

-¡Eso ya lo sabía, el abuelo dice que soy como mi madre y parezco la abuela reencarnada! -.

Sin pensarlo saltan dentro del espejo, entran, y arrastradas vuelven a saltar muchas veces, hasta que se paran,  frente a ellas todo es oscuridad, no hay nada.

Miran detrás de ellas, tampoco hay nada, están encerradas en un lugar muy oscuro, se abrazan y lloran, lloran como desesperadas.

-¿Qué hacemos, Curris? -, pregunta Olivia angustiada.

-Pensar, pensar, ¿se te ocurre algo, Mariana?

-Estoy pensando, pero todavía no se me ha ocurrido nada -, dice Mariana.

-¡Agárrate bien a mí Olivia! ¡Coti y Mariana tienen muchas ideas y van a salvarnos! -, exclama Curris.

-La señora dijo que al final del espejo está la salida …-, murmura Coti

-Y si seguimos cruzando espejos… -, añade Mariana.

-¡Salimos! -, confirma, segura, Coti.

-Pues vamos!, ¿a qué esperamos?

Las cuatro, agarradas muy fuerte, de las manos, caminan hacia delante, avanzando en la oscuridad, dan pasos y más pasos, es como un pasillo que no acaba. El miedo se apodera de ellas, corren y corren, hasta jadean…

De pronto, sin saber cómo, están en la habitación, está recién pintada y, frente a ellas, una es una madre, está muy gorda, parece muy contenta de estar embarazada, y habla animadamente con un señor vestido con un traje gris.

-Me gusta, es estupendo para la habitación de la niña -, está explicando la madre, marido, has tenido una buena idea comprándolo-.

-Es un buen espejo, está nuevo y ha sido una oportunidad -, contesta el señor del traje gris.

-¿Está bien sujeto a la pared? -, pregunta la madre un poco preocupada

-Firme como una roca señora mía, en la vida se va a caer -.

¡Es el abuelo!, es la abuela -, grita Olivia

¡Es la abuela, es el abuelo! -, confirma Mariana

¡Son los abuelos! -, reconfirma Coti

¡Pues claro que son los abuelos!, ¡es el día que colocaron el espejo! -, concluye Curris.

 Los abuelos salen, agarrados de la mano, y la habitación se queda vacía.

Y, ¿ahora que hacemos?, pregunta Olivia

-No pasa nada, avanzamos un poco y ya estamos en el cuarto de juegos -, asegura Mariana.

Agarradas de las manos, como lo hicieron antes, se lanzan al espejo y, ¡qué cosas!, ya están, después de mucho susto, en el cuarto de juegos.

Respiran profundo, se ríen mucho, y sin decirlo en alto, aunque han visto a la abuela cuando era joven y a las madres cuando eran niñas, se prometen las cuatro que, aunque se pueden descubrir muchos secretos, obedecerán al abuelo y nunca más volverán a entrar en un espejo. 

Y, colorín colorado, este cuanto se ha acabado.


lunes, 24 de octubre de 2022

1016. DE LAS NUEVAS LEYES QUE VIENEN

 

Diego GL, mi buen amigo y condiscípulo desde siempre, dotado de una profunda sabiduría, ante las nuevas leyes que vienen, se plantea, nos plantea, una muy sencilla pregunta:

Si la princesa Sofía se declara hombre, ¿será ella el próximo “rey” de España? 

Y, porque, como aprendimos hace muchos años, toda situación es susceptible de empeorar, no me atrevo a pensar en una respuesta.

 

Notas:


·         La Infanta Sofía es la segunda hija del Rey Felipe VI de España.

·         La imagen está tomada de Diario de Sevilla, en Internet.






sábado, 22 de octubre de 2022

1015. RETORNO A LO IMPOSIBLE, EN PAPEL, YA ESTÁ EN AMAZON


Hoy he tenido la satisfacción de ver en Amazon,  publicada, como e-book y en papel mi novela Retorno a lo imposible, la reconstrucción del Imperio, y, debo decirlo, además de un cierto orgullo, he descansado.

Nunca hubiera imaginado que cuando publiqué, a instancias de Cristina, mi mujer, en 2014, con motivo de mi 70 cumpleaños,  Reflexiones y recuerdos, ella me estaba impulsando a iniciar una carrera de “escritor” que, para mi asombro, habría de tener algún recorrido.

 

Y, enseguida,  me atreví a escribir y publicar, en 2015, Por amor y desamor en recuerdo de María, una novela, una novela romántica, con la que pensaba había culminado mi labor como “escritor”.

Sin embargo, la insistencia de mi mujer me hizo pensar y escribir una segunda novela, Julia, una novela sobre el maltrato, que es, sin ninguna duda alguna, el mejor de mis libros, que publiqué en 2017.

Y, claro, uno no siempre acierta y Julia me trajo, además de alegrías, un gran disgusto: un buen amigo hasta entonces, se enfadó mucho conmigo, incluso me retiró el saludo, entendió que era él uno de los muchos personajes de Julia y salía bastante feo en la novela. Pero, hasta lo peor, todo tiene algo de bueno, y en este caso fue la inspiración para escribir y publicar,  en 2018, Juan Gordo Feo, un relato de humor negro.

 

A continuación, porque sentí la necesidad imperiosa de escribir algo sobre mi mujer, en su recuerdo tuve la satisfacción de publicar, en 2019, Viaje a Marruecos en agosto de 1993.


A lo largo de ese mismo año, respondiendo a la petición de algunos amigos, preparé Reflexiones, recuerdos y margaritas blancas, que publiqué en 2020. 


Y, en memoria de mi padre, Papeles de José Luis Mingo Alsina, mi padre, nuestro padre, publicado también en 2020, justo antes de la pandemia.


La llegada de la terrible pandemia de 2020, además de sus muchas y muy duras consecuencias, rompiendo mis esquemas,  hizo vano el trabajo de investigación que durante más de dos años, había hecho para escribir una novela sobre las vacunas y los movimientos antivacunas. Pero, al mismo tiempo, los meses de aislamiento, el ruido mediático y el drama que vivimos conviviendo con la enfermedad, me indujo a escribir un buen número de entradas en mi blog, que fueron la base de Escrito en la pandemia, el libro que, publicado en 2021, es mi testimonio sobre lo ocurrido y, sobre todo, lo vivido por mí en el tiempo más duro de la pandemia del COVID 19.

 


Y, apenas publicado este libro, me asaltó la idea de escribir algo sobre un tema que siempre me ha apasionado, el Imperio español, y, quizá por la actual, despiadada e increíblemente injusta campaña, en Estados Unidos, en Hispanoamérica y también en España, en contra de  todo lo hispano; y apenas sin pensarlo, comencé a redactar Retorno a lo imposible, la reconstrucción del Imperio, una novela “de anticipación”, que es mi muy sentido homenaje a lo que fue, durante trescientos años, el Imperio de los españoles de todas las Españas.

 

Por supuesto, por mi bastantes años y no pocas “goteras”, aunque me gustaría hacerlo, creo poco probable que pueda añadir algún otro libro a los nueve que he conseguido escribir y publicar en mi “carrera de escritor”.

 

Nota: Todos los libros citados en esta entrada se pueden conseguir en https://www.amazon.es y en otros muchos portales de Amazon.   

sábado, 15 de octubre de 2022

1014. EN EL ARMARIO DE LAS CHUCHES Y LOS CARAMELOS

  

La idea de este cuento es de mis nietas Curris y Coti, me la han regalado para, luego de que el abuelo la escriba, leer y disfrutar lo que ellas han pensado.

 

En casa del abuelo hay un cuarto de armarios, armarios que tienen de todo y todo muy ordenado, como le gustaba a la abuela, tan ordenado que las nietas, Curris, Coti, Olivia y Mariana, cuando abren las puertas  exploran los cajones, tienen mucho, muchísimo cuidado y  siempre, toquen y retoquen los tesoros, dejan todo, todo, como estaba; saben que si no lo hacen,  sus madres, que lo están deseando, cerrarán con llave además de los armarios, el cuarto de armarios.

Y hoy, cuando sentadas en el cuarto de jugar, discutían el plan de la tarde, Curris ha tenido la idea: hace mucho que no miramos en los armarios. Decirlo ella y levantarse las cuatro: -¡vamos a explorar en los armarios! -.

Unas veces empiezan por uno, otras por otro, depende de qué quiera ver la que entra primero en el cuarto de armarios.  Esta vea ha sido Olivia, que ha ido derecha al tercer armario, el que tiene tantos tesoros guardados en cajones de mil tamaños.

Y, al abrir la puerta y encenderse la luz, en lugar de los  cajones, frente a ellas hay otra puerta. - ¡Qué raro!, el abuelo ha quitado los cajones y ha puesto otra puerta -, dice Curris un poco extrañada. -¡No tiene llave, solo tiene un tirador, igual que los de los cajones -, afirma Mariana que es muy observadora -, -pues claro, ¡abre la puerta Olivia!, ¿a qué estás esperando?, casi grita Coti, desesperada por saber qué hay detrás de esa puerta.

Olivia tira del tirador hacia fuera, la puerta no se mueve, tira otra vez con más fuerza,   -déjame a mí, que tengo diez y soy mayor -, dice Curris muy segura. Y nada, nada, que no se abre la puerta. Durante un rato largo, casi un minuto, discuten, de pie, mirando a la puerta,  qué hacer, ¿tendrá una cerradura escondida? ¿preguntamos al abuelo o a las madres cómo se abre?; en esto, Mariana ve, en el centro de la puerta, las líneas muy tenues del dibujo de la palma de una mano, no lo duda,  pone la suya encima y ¡ya está!, la puerta,  suavemente, poco a poco, sin hacer ningún ruido, se van abriendo hacia dentro; es una habitación muy grande, con mucha luz, y, no hay duda, es como una tienda de chuches pero mucho más grande, y está llena de cuches, de todas las chuches y de todos, todos los caramelos.

Hay tantas chuches y tantos caramelos que, asombradas, se han quedado inmóviles, casi pasmadas, ante tantos tesoros. Todo a su alrededor, salvo la puerta por donde han entrado, desde el suelo hasta el techo, en amplios estantes,  un poco inclinados para que se vean mejor, muy, muy ordenados, por lo que son,  por sus tamaños y colores; a la izquierda, de arriba abajo martillos, chupetes, palitos, bolas,  cintas, terrones de azúcar, rojos, amarillos, violetas, verdes, azules y algunos  y negros, luego los estantes de chupachups,  con  palos largos, cortos y medianos, unos envueltos en papeles de mil colores y otros ya pelados; y las nubes de algodón volando, de arriba a abajo, de abajo a arriba, de izquierda a derecha, de  derecha a izquierda, sin rumbo, a su antojo por todas partes;  y  en el centro, suspendida en el aire, una gran bola de caramelo, roja como la sangre, rodeada de bolitas de todos los colores que giran a su alrededor como si fueran planetas alrededor del sol; y a la derecha de la habitación están los palos y  las cintas, hay miles, largas y gruesas  como brazos, y cortas como horquillas, son amarillas, rojas, verdes, azules, rosas, de dos colores, de tres y también como el arco iris, con dibujos en horizontal, en vertical, haciendo círculos y en espiral, eso sí,  todas están  cubiertas de azúcar, y lanzan  destellos que dicen a gritos, todas  a la vez: - ¡soy, entre las chuches, la mejor!, ¡cómeme! ¡cómeme!; y hay también gominolas, y chicles, y bastones, y ¡bombones!, y, en un sitio cerca de la puerta, están los pastelitos, de crema, de chocolate, de nata…¡Hay tantas y tantas chuches, caramelos, bombones, pasteles y todas las golosinas del mundo que no puede haber más!

Las cuatro, durante un largo rato, por lo menos un minuto, en silencio, miran admiradas los inmensos tesoros que han encontrado.

De repente, de la bola roja que levita en el centro de la habitación, sale un hada guapísima, vestida de hada, con su varita mágica en la mano, que, con una voz muy suave  dice: -niñas, niñas, ya que habéis entrado en mi Gran Palacio, yo, que soy el hada de las chuches y de los caramelos, os doy permiso para que comáis todo lo que queráis, además, no os preocupéis, aquí todo sienta bien y no se os van a quitar las ganas de cenar…ahora, eso sí, ¡os lo advierto!,  ni se os ocurra tocar, y menos aún comer la gran bola roja, ni ninguna de las bolas  pequeñas que giran a su alrededor, son las más dulces y sabrosas pero solo las podemos  comer el abuelo y yo, …¡no lo olvidéis, os lo repito, está muy, muy prohibido agarrar y aún  más prohibido comer, la gran bola roja y las bolas pequeñas que giran a su  alrededor…-Yo ahora os dejo solas, tengo que visitar  otros armarios de chuches para que estén a punto cuando otros niños los puedan visitar -.

-Es como Adán y Eva -, dice Coti que va a catequesis de primera comunión,- podemos comerlo todo menos el fruto del árbol del bien y del mal -.

-No, lo que se comió Adán no era un fruto,   era una fruta -, puntualiza Olivia, que también se prepara para la primera comunión.

- Que no, que lo que se comió Adán era una manzana -, rectifica Coti, que lo sabe muy bien y también se prepara para la primera comunión.

-Pues no tocamos ninguna bola y ya está -, concluye Curris que piensa muy bien porque es mayor.

Y, al principio, con cautela, comienzan a probar las chuches y luego, sin tasa, a devorarlo todo: gominolas, regalices, galletas, bombones, pasteles, caramelos, todo esta bueno, no, cada cosa nueva está mejor.

Mucho rato después lo han probado todo, han disfrutado todo y, las cuatro están de pie, en el centro de la sala, se han quedado mirando la gran bola roja y las bolas más pequeñas que giran a su alrededor…

-Debe ser maravillosa -, exclama mientras se relame los labios Mariana.

-Seguro que es lo mejor -, susurra Olivia.

-Pero es muy peligrosa -, baja a la tierra Coti.

-Muy, muy peligrosa -, confirma Curris.

Coti tiende la mano hacia una bolita violeta de que es muy, muy bonita y está diciendo ¡cómeme!

-¡Quieta Coti!, exclama Curris.

-Solo quiero tocarla -.

-Por tocar las bolas no pasa nada, solo está prohibido agarrarlas y comerlas -, concluye  Coti.

-Sí, sí, se pueden tocar, confirman las demás con  un respiro y, todavía, cierta preocupación.

Y, de pronto ¡Plaf!, las cuatro ya no están en el Palacio de las Chuches,  están  en la habitación de los armarios, frente a la puerta del tercer armario, el que tiene tantos cajones para explorar.

-¿Qué ha pasado? -, pregunta Olivia, relamiéndose los labios con sorpresa y pesar.

-No lo sé -, dice Mariana, que también se relame los labios,  algo airada.

-Abre el armario Olivia-, insiste Mariana -, con un deliciosamente dulce sabor en la boca, deseosa de comenzar a explorar los cajones que hay dentro.

-En casa del abuelo pasan cosas raras y estupendas, no hagáis caso, ¡déjame a mi Olivia que abra yo el armario!, concluye Curris, que es mayor, tiene los labios y un bigote enorme pintado de rojo caramelo y está, aunque no lo nota, muy nerviosa.

Olivia abre la puerta del armario, aparecen los cajones, las cuatro, sin saber por qué se sienten decepcionadas…apenas han abierto algunos,  y mientras el sabor dulce que tienen en sus bocas va despareciendo, su curiosidad por ver los tesoros del abuelo, muy deprisa, también se va perdiendo.

Y, las cuatro, enseguida, no necesitan ponerse de acuerdo, cierran los cajones, la puerta del armario, y salen de la habitación, van a la cocina a beber agua y, entre inquietas y cansadas, irrumpen en el salón y se acercan al abuelo que las está mirando, y esté, muy bajito, sin que salvo ellas no le oiga nadie, les dice: -nietecitas, la ambición y   el ansia, son globos que cuando se hacen demasiado grandes explotan, no consigues más, desaparece lo que ya tienes y  solo queda el recuerdo triste de lo que se fue -, y añade con cierto pesar; - gracias a Dios, niñas, no recordaréis por qué,  pero sabed que habéis estado en el País de lo Mejor,  y, para que podáis volver  a entrar allí, tenéis que aprender a ansiar menos, y a pensar en las consecuencias,  aceptándolas,  antes de  desobedecer -.

Las cuatro, Curris, Coti, Olivia y Mariana,  escuchan, han entendido entre poco y nada de lo que les ha dicho el abuelo, le besan y se marchan, en fila india, a beber agua en la cocina. 


Nota: la imagen está tomada de elconfidencial,  en Internet, 







lunes, 10 de octubre de 2022

1013. RETORNO A LO IMPOSIBLE, LA RECONSTRUCCIÓN DEL IMPERIO

  

 

Hoy, he tenido la enorme satisfacción de ver en Amazon mi tercera novela, RETORNO A LO IMPOSIBLE, LA RECONSTRUCCIÓN DEL IMPERIO.

Hace un año, cuando apareció en mí mente la idea  de escribir sobre el Imperio, casi en el mismo  instante recordé la frase, veraz y terrible,  que pronunció el 4 de febrero de 1944, el día en que yo nací, George Orwell, “la historia la escriben los vencedores”, y, porque el pasado no se puede borrar y el futuro está abierto a todas las posibilidades, poco a poco la idea inicial fue haciéndose más y mas ambiciosa y se fue perfilando en una página, un resumen, que, una vez escrito, era el argumento completo de la novela.

Esa página, redactada el 28 de junio de 2021, mí guion entonces, es hoy, en el momento de su publicación, la síntesis de la novela; dice así:

Retorno a lo imposible, la reconstrucción del Imperio, es una novela de anticipación, en ella se relata cómo, partiendo de una situación extremadamente difícil, el caos producido por la ruptura de España en el año 2030, un grupo de hombres y mujeres, trabajando durante 55 años, con constancia y rigor en busca de un ideal, el retorno a lo imposible, consiguen, desde lo que fue el reino de Castilla, reconstruir y hacer realidad, en el año 2085, el imperio de los españoles de todas las Españas, el Imperio Español.”

Y, debo decirlo, la novela está construida en un universo del todo imaginario, en el que los escenarios, los personajes, las ideas y las creencias que en ella aparecen no responden en absoluto a los que son normales en nuestros días y, mucho me temo, a pocos lectores que tenga Retorno a lo imposible, que el libro  será fuertemente criticado y que yo, como autor, lo tengo asumido, seré objeto del mayor desprecio, la ira y, evidentemente, la condena a todas las penas que puedan imaginar las personas, que en su derecho, sin admitir otros, se encuentran en el mundo de lo que hoy, en lo social, lo político y lo mediático, es correcto.

Pero, siempre hay un pero, también estoy seguro, de que hay, habrá lectores, en España y en todas las Españas, que, sonriendo,  disfrutarán la novela y, soñarán, para sus hijos y nietos, futuros más cercanos a los que viven los personajes de Retorno a lo imposible, que a los que hoy parece que estamos condenados.

En cualquier caso, escribir este libro, ha sido un desafío que me ha permitido disfrutar intensamente  la vida durante el año que he dedicado a construirlo y me alegrará en extremo que  haya lectores sientan alguna ilusión y un poco de alegría al leerlo.

Nota:

La novela se puede descargar, como e-book, en  https://www.amazon.es/ , y, también en Amazon, en los próximos días, estará disponible en papel.



domingo, 9 de octubre de 2022

1012. COSAS DE VIEJO: ¡AY, MARÍA, ERES INSACIABLE!


 Aunque dedico una gran parte del día a estar escondido, soñando mundos, en mi imaginación;  porque soy viejo,  tengo tiempo y no lo puedo evitar, observo, pienso e intento comprender qué sucede y por qué sucede, a mi alrededor.

Y sí, porque fui educado en el siglo XX, hoy,  abrumado por la información, me cuesta mucho trabajo distinguir entre lo que es importante y lo que es banal, lo efímero de lo permanente, lo que es cierto o está falto de verdad; y luego, esto es aún  peor, trato, sin conseguirlo, de descubrir las ideas que, al final, están inspirando los hechos que construyen lo que es realidad en el siglo XXI. 

Sin embargo, de cuando en cuando, me sorprendo al darme cuenta de que, como cuando era niño, tiendo a olvidar lo que es obvio,  e inmediatamente rectifico y, en algunas ocasiones pienso y me digo a mí mismo que en algo acierto.

Así, esta madrugada, durante un par de horas he repasado las noticias, casi todas repetidas, que circulan en Internet: la cruel inseguridad en México; la estupidez que abruma Nicaragua; las ilusiones, encontradas, de los brasileros;  lo que ignoramos de la guerra de Ucrania; la extraña confusión de aciertos e increíbles desaciertos de los anglos; los líos en Cataluña; los presupuestos del narciso que gobierna España; los “famosos” que presumen de quién, por amor o dinero, duerme, o no duerme, en su cama; y, supongo, otras que, importantes o banales, pasados unas horas, no recuerdo.

Y, al final, mi súbito, obvio y gran acierto, la frase mágica:  ¡Ay, María, eres insaciable! Quizá porque la he escuchado, siempre cariñosa, en boca de mi padre y dirigida a mi madre, miles de veces, porque, probablemente, casi seguro, mi madre era “insaciable”, pero era, acaso porque vivía con mi padre, una “insaciable contenida”, y yo, hasta hoy nunca le he dado el inmenso valor que encerraban esas cuatro palabras, tan llenas de sabiduría.

Pues sí, resulta además  que, a lo largo de la vida,  pensar es un lujo  en el que no se puede ni soñar, nunca hay tiempo, desde que eres niño, desde que tienes fuerzas, porque tus deseos de conseguir son insaciables, trabajas, trabajas para  llenar un saco que no tiene fondo; y, cuando ya no tienes fuerza, cuando ya tienes todo o no quieres tener más, resulta que eres viejo y resulta que, ahora sí, tienes tiempo y puedes pensar.

Concluyo estos mis pensamientos de viejo con, más que una duda, una conclusión: para que la humanidad no muriese en la lucha por la vida y se multiplicase, Dios hizo a las mujeres y a los hombres también, seres que pensamos poco y somos insaciables

Y, termino con una aclaración: Dios, porque es compasivo, a los viejos, porque somos viejos, anhelamos poco,  necesitamos menos y no hace daño a nadie, nos dio el regalo de poder pensar. 



sábado, 24 de septiembre de 2022

1011. EN LA CUEVA DE LOS MURCIÉLAGOS

  

Hace algunos días mi nieta Mariana me regaló sus ideas para escribir   diez cuentos, y, aquí está, podría haber muchos más, el segundo de ellos.

 

EN LA CUEVA DE LOS MURCIÉLAGOS


Las cuatro primas, Curris, Coti, Mariana y Olivia, en el cuarto de jugar, sentadas en la alfombra y hablando muy bajito, estudian cuidadosamente la llave que Olivia ha recogido del suelo en el mercadillo medieval de las fiestas de Majadahonda. No es muy grande, pero tampoco es pequeña, más o menos como el dedo meñique del abuelo; es antigua, de metal amarillo, parece  pero no es, seguro,  de oro, dice Curris después de compararla con la cadena y la medalla que lleva en su cuello;  la llave es pesada, en un extremo, en  el que entra en la cerradura, es cuadrada y en el otro tiene un agujero para colgarla de una cuerda o, esto lo dice Olivia, en una casita de llaves como la que hay en su casa y añade: ¿será la llave de Barba Azul?-, -no, no tiene manchas de sangre -, afirma Curris que, porque tiene diez y ya es mayor,  se sabe muy bien el cuento. Y Coti piensa en alto:  - ¿será una llave mágica? -, -no hay llaves mágicas - , contesta Mariana que, cuando sea mayor quiere ser científica.

Dan vueltas y más vueltas a la llave dorada, hacen todas las cábalas, y, cuando ya están cansadas, Curris se da cuenta: -es como la llave del arca, vamos a probarla. Salen las cuatro del cuarto y, en el pasillo ancho, antes de llegar al cuarto del abuelo, está el arca. Es grande, de madera brillante, tiene herrajes de hierro y una cerradura con un agujero para la llave  en el centro. Y no lo dudan, Olivia, que no suelta la llave, la mete en la cerradura y, como si nada, suavemente, encaja en su sitio; Olivia, casi sorprendida, se detiene un momento, mira a sus primas, estas asienten, y ella lo hace;  gira despacio la llave a la izquierda, no se mueve, la gira a la derecha y, ¡silencio!, ¡que susto! el pasillo se queda a oscuras, es como una cueva; ¡qué miedo!, se abrazan las cuatro¸ -hay una luz muy lejos - , dice Coti que tiene los ojos abiertos.

Han gritado mucho, pero solo han contestado los eco lejanos  y apagados de los finales de sus gritos y luego,  silencio un rato largo, al menos un minuto pero muy largo. Y, muertas de miedo, en la oscuridad, abrazadas las cuatro, sienten sus cuerpos temblando, Curris que es la mayor, cree que  tiene que hacer algo, lo piensa un poco y dice en alto -acordaos chicas de lo que decía la abuela: ¡Dios solo da mocos a quienes tienen pañuelos! -Yo no tengo mocos -, contesta Coti dolida -, -yo solo estoy llorando -, jipia  Olivia; -y yo no tengo pañuelos -, afirma con seriedad Mariana. - ¡Que no, que no!-, explica muy seria Curris, - que lo que quería decir la abuela es que los problemas siempre tienen solución, y que solo hay que buscarla con energía y decisión -.

Lo que ha dicho Curris  ha cambiado el ánimo de las primas, sienten que son  super heroínas y, agarradas de la mano, primero muy despacio y luego más deprisa, caminan en dirección a la luz lejana que guía sus pasos, es como si ellas fueran pastores y la luz la estrella de Belén. Al cabo de otro rato la luz sigue lejos, en el mismo sitio, y ellas,  muy cansadas, nuevamente se llenan de miedo. - Está muy lejos y tengo mucho miedo -, dice, casi llorando, Olivia; se detienen, se sientan en el suelo y está frío, tan frio que, ateridas, se levantan y, para no congelarse,  corren hacia la luz, como descosidas, huyendo del frío y de tres murciélagos que vuelan, amenazadores, a su alrededor. Al rato, en su carrera, ven, tenue al principio, que la claridad llena el espacio y, cuando se dan cuenta, se detienen  asombradas,  están en el centro de una inmensa cueva, no, no es una cueva, en las paredes y en el techo cuelgan tapices, cuadros muy negros, el suelo es de cuadrados blancos y negros,  y, frente a ellas, en alto, un  gran sillón, como todo, negro, que tiene detrás un espejo peor que negro, negrísimo; es como estar en el  salón del trono del palacio de una reina de cuento, mágica y tenebrosa.

Apenas se han dado cuenta de donde están y antes de que volviera el miedo, el salón se llena con una voz profunda y, también algo tenebrosa: -¿Qué hacéis aquí vosotras, niñas ignorantes, imprudentes, osadas y atrevidas?¿Quién os ha dado permiso para entrar en mi palacio?  ¿Por qué alteráis mi reflexión y mi descanso?, vamos contestad niñas, ¿es que os ha comido la lengua un gato?

- Esta es Olivia, esta Mariana, esta Coti y yo soy Curris -, afirma, asombrada porque no siente miedo, mientras busca con la mirada a  la dueña de la voz profunda y algo tenebrosa,  -es que Olivia encontró una llave dorada, la probamos en el arca del abuelo y, debe ser mágica, sin darnos cuenta estábamos encerradas dentro; nos pusimos a caminar y aquí estamos Señora -.

Del espejo negrísimo, con gran trueno, sale un relámpago y de pie sobre  el relámpago, una señora mayor,  como una abuela, vestida de azul, como una princesa, el pelo blanco, y el rostro amable, y una barita de hada en la mano derecha, que con voz dulce, apuntando a cada una con la barita, dice: -así que tu eres Olivia, has cumplido siete, eres muy buena, tu madre se llama Victoria, montas muy bien en bicicleta y cuando seas mayor pintarás cuadros y serás famosa; y tú, Mariana, que también tienes siete y eres buena, te llamas como tu madre, te gusta el golf y cuando seas mayor te dedicarás a la ciencia;  tú Coti, has cumplido ocho pero ya tienes más de diez en tu cabeza, tu madre se llama Cristina, juegas muy bien al futbol, cuando te enfadas coges el cesto de las chufas  y, cuando seas mayor serás una gran médico que sanará a sus pacientes de  enfermedades malas; y tú Curris, tienes diez, dos más que tu hermana, lo que más de gusta es estar en las musarañas, pero cuando seas mayor enseñarás lengua y escribirás libros…Ah, lo olvidaba,  mi nombre es Esperanza, soy  el hada Esperanza.

-¿Cómo sabes esas cosas? -, pregunta Coti asombrada

-Porque soy el hada buena de vuestra familia, todas las semanas hablo con la abuela Cristi y me cuenta, Coti.

-Pero la abuela se ha muerto -, insiste Coti que sabe muy bien que no se puede hablar con la abuela porque está en el Cielo

-Es que las hadas, de verdad de verdad, somos ángeles de la guarda y, aunque vivimos en la tierra, pasamos todas las semanas por el Cielo y allí la abuela Cristi, que lo ve todo de sus nietas, me cuenta…, pero dejemos esto, ya os he dicho mucho y, no se lo digáis a nadie porque es un secreto.

-¿Puedes dar un recado a la abuela cuando la veas? -, pregunta Curris que no quiere perder la oportunidad.

-Curris, no hace falta que le lleve recados, ella te quiere mucho, os quiere mucho a las cuatro, lo sabe todo, niñas, y, cuando le preguntáis, en vuestros corazones aparece la respuesta.

- Y ahora que ya os he visto, que he comprobado que sois buenas, tengo que deciros otra cosa: -lo que estáis viendo, esta sala tan grande no es una sala, es la gran cueva de los murciélagos y yo la he convertido en sala para veros y hablar con vosotras un ratito, pero el poder de mi barita mágica solo da para unos minutos y dentro de un momento, ¡ya, tenéis que salir corriendo!, volverá a estar llena, llenísima, de murciélagos negros… adiós niñas, y no lo olvidéis, sed buenas,  salid corred mucho y, cuando lleguéis al final del túnel, abrid la puerta con la llave mágica -.

Y, apenas han salido, corriendo como descosidas, del gran salón, escuchan detrás de ellas el ruido insoportable del batir de las alas de los murciélagos y los aullidos de rabia que emiten al descubrir que las niñas han desaparecido y no pueden beber su sangre, ¡no, no son simples murciélagos, con terribles vampiros sedientos de sangre!

Corren y corren por los pasillos penumbrosos de una cueva que no tiene fin, poco a poco se deja de escuchar el ruido de los murciélagos vampiros y cuando ya no se escucha ningún ruido y el silencio es tenebroso, porque están agotadas, se detienen un momento, Mariana se sienta en el suelo, muy callada, Olivia lo hace al lado de su prima llorando angustiada; Curris las abraza y trata de consolarlas; Coti no tiene tiempo para lloros,  y aunque tiene miedo, porque es muy valiente, en lugar de no hacer nada, en la obscuridad mira a todas partes sin ver nada…-¡tengo que pensar!, aquí se respira muy bien y eso es, seguro, porque estamos carca de una salida!, lo dijo el hada, hay salida -.

Coti ha insistido varias veces hasta que, con la ayuda de Curris, sus primas dejan de llorar, se ponen de pie y, caminando una detrás de otra, en fila india, Coti primero, luego Mariana, luego Olivia y detrás, para cuidarlas a todas, Curris.

Avanzan con decisión por los pasillos de la cueva, y dos veces tienen que cambiar de dirección porque se escuchan cerca, ¡qué miedo!, los aullidos de los murciélagos que las están buscando.

Pasa el tiempo, se han tenido que sentar otra vez para descansar, y llorar, y hasta quedarse dormidas, despertar, levantarse y, muertas de hambre, seguir caminando. ¿Ha pasado una hora, un día, un siglo?, ¿sus padres las estarán buscando?

Olivia, entre sollozo y sollozo, se da cuenta de que está sentada justo encima de una piedra puntiaguda que le hace daño, se levanta, se mueve un poco, y se sienta de nuevo, pero ahí sigue la piedra,  ahora le hace más daño y entonces recuerda: es la llave que guardó en el bolsillo después de abrir el arca; la saca y grita:  - ¡tengo la llave mágica! -.

Menos Coti todas lo habían olvidado, el hada les dijo que había salida y que abrieran la puerta con la llave mágica; y, como impulsadas por un resorte, están muy animadas, se ponen de pie y siguen caminando, pueden salir de la cueva, ¡hay que tener constancia!

Una pared lisa, negra, pintada con muchas estrellitas blancas, les cierra el paso, pegada a ella, en el suelo, un arca…¡ya estamos chicas!, dice Mariana.

- ¡Saca la llave Olivia!, grita Coti

Olivia saca la llave del bolsillo, la mira, duda un poco y al fin se decide: - ¡voy a abrir el arca! -.

La llave mágica entra en la cerradura, un giro a la izquierda, no pasa nada, un giro a la derecha, sigue sin pasar nada…otra vez la llave a la izquierda y a la derecha, y nada.

Desanimadas, llorando las cuatro, se sientan mirando la llave, enfrente del arca.

Y entonces, como si nada, la lleve, brillando a tope, se pone a dar vueltas, y vueltas, y más vueltas;  un ruido seco y, frente a ellas, a dos pasos, se abre la puerta que es la salida del arca.

Salen, se cierra el arca. Escuchan, al fondo, a sus madres hablando, se enjugan las lágrimas y, las cuatro,  lo necesitan, van hacia ellas, para darles besos y abrazarlas.

Más tarde, cuando, porque la tiene muy sucia, van a ir a lavarse la cara, al pasar junto a abuelo, este las para y, muy serio y  muy bajito, les dice: - ¡nietas, no digáis a nadie lo que os ha pasado, dejad la llave en su sitio, junto a la otra,   y ni se os ocurra abrir otra vez el arca!



Nota: la imagen está tomada, en Internet, de COPE