En los últimos días he tenido ocasión de pasear
bastante por las calles y viajar en
autobuses y en el metro de Madrid y, contra lo que he visto en otras
ocasiones, me ha sorprendido ver los rostros de las gentes menos crispados y
muchas caras sonrientes.
Y me ha llamado la atención ver sonreír a hombres y a
mujeres, a jóvenes y a mayores, a parejas y a personas que iban solas o que
hablaban por su teléfono, que caminaban o que estaban sentadas o de pié en el
metro o en el autobús.
Tanto me ha impresionado el descubrimiento que pronto
me he llenado de dudas. ¿Es mi
apreciación un espejismo provocado por
el deseo y que donde he visto sonrisas
de alegría hubiera rictus varios rictus que expresaran otras
cosas? No, estoy equivocado, es imposible que luego de años viendo caras tristes, de repente, esté viendo tantos rostros sonrientes.
Tantas han sido mis dudas que lo
he comentado con mi mujer primero y
luego con otras personas. Necesitaba comprobar que lo que yo he visto es real
o imaginación mía, necesitaba saber si
estoy en lo cierto y es una realidad que
también los demás también han percibido.
Y sí, ¡qué alegría!, también otras personas, aunque no
lo hayan dicho, se han dado cuenta de
que en las calles de Madrid, en el metro y en el autobús, hay ya y cada vez
más, personas que han recuperado la sonrisa.
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